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En sus últimas semanas al frente de la Casa Blanca, Biden redobla su asistencia y apoyo militar a Zelenski para continuar con su defensa ante la invasión de Putin. El último movimiento comunicado desde Washington D. C. es la luz verde para que las tropas ucranianas puedan ejecutar ataques de largo radio que impacten en territorio ruso. Esencialmente, empleando los famosos misiles ATACAMS —modelo que España no tiene— como protagonistas de esta nueva escalada en la guerra, que hoy mismo ha utilizado por primera vez contra zonas rusas según el Kremlin.

Los motivos detrás de este cambio de parecer pueden estar en la decisión de Putin de desplegar tropas de Corea del Norte en el frente, según han afirmado varios funcionarios de Defensa al NYTimes. El anuncio también ha llegado sólo unas horas después de un ataque masivo por parte de Rusia contra parte de la infraestructura energética de Ucrania, empleando para ello 120 misiles y 90 drones.

Las instancias estadounidenses no se han pronunciado directamente al respecto, por lo que quedaría la confirmación oficial para poner el broche a una medida muy solicitada por la esfera militar ucraniana. "Hoy, muchos medios de comunicación hablan de que hemos recibido permiso para tomar las medidas adecuadas", indicó Zelenski en un discurso. "Pero los golpes no se dan con palabras. Esas cosas no se anuncian. Los cohetes hablarán por sí solos".

Un mísil ATACMS disparado desde un lanzador HIMARS Departamento de Defensa de Estados Unidos Omicrono

Estos cohetes a los que se refiere el presidente ucraniano son los ATACMS de fabricación estadounidense que recalaron en el país europeo tras sucesivas peticiones. En octubre de 2023, el Departamento de Defensa de EEUU aceptó el envío a Ucrania de esta munición con la condición de que nunca se llevaran a cabo ataques en territorio ruso por miedo a una escalada de Moscú, que lleva desde el principio de la contienda amenazando con emplear armas nucleares.

Los misiles ATACMS (Army Tactical Missile System) se desarrollaron durante los últimos compases de la Guerra Fría y se incorporaron al servicio oficial en 1990. Se trata de un sistema de ataque tierra-tierra fabricado por la estadounidense Lockheed Martin, quien también se ha encargado de crear las diferentes versiones disponibles.

Asimismo, existen otros tipos de armas avanzadas entregadas por países de la OTAN con restricciones. Tal y como recogen en TWZ, los SCALP-EG proporcionados por Francia y los Storm Shadow británicos se han empleado exclusivamente en territorio ucraniano ocupado por tropas rusas, pero el reciente movimiento de la Casa Blanca podría precipitar que desde París y Londres se abra igualmente la puerta a ejecutar ataques directamente en Rusia.

Claves en la guerra

Uno de los puntos clave de estos misiles estadounidenses es su compatibilidad con los sistemas HIMARS que ya se encuentran operativos en suelo ucraniano y que el pasado mayo ya recibieron el beneplácito de la Administración Biden para realizar ataques en territorio ruso. En aquella ocasión, igual que en otras tantas, desde el Kremlin se amenazó con una escalada en el campo de batalla debido al empleo de armamento occidental en su territorio.

Esta particularidad convierte a los ATACMS uno de los mejores candidatos para impulsar la contraofensiva, mantener Kursk y podrían aplicarse en un número muy importante de escenarios contra infraestructuras críticas. Además, superan los 3.000 kilómetros por hora de velocidad máxima, complicando el trabajo de los diferentes escudos antiaéreos desplegados por Rusia.

Misil de racimo ATACMS

La primera versión de la familia de misiles, conocida como M39, dispone de un sistema de guiado inercial independiente del GPS que le permite alcanzar hasta los 165 kilómetros de distancia desde el punto de lanzamiento. Equipa un total de 950 minibombas en forma de submuniciones que la convierten en una de los misiles de racimo más potentes de su clase. Existe una segunda versión con 300 submuniciones que emplea guiado GPS y hasta 300 kilómetros de alcance.

El misil realiza un giro estabilizado en la etapa terminal del ataque al mismo tiempo que una pequeña carga explota y las submuniciones se reparten de forma uniforme en un patrón circular. La superficie cubierta por el misil de racimo se puede configurar a discreción variando la altura sobre la que se hace liberan las submuniciones.

Cada una de las submuniciones son del tamaño aproximado a una bola de béisbol y cada una de ellas tiene en un interior una carga esférica de fragmentación altamente explosiva. La espoleta de se arma cuando alcanza 2.400 revoluciones por minuto de rotación y se activa al chocar contra el objetivo.

Los centenares de submuniciones generan una gran nube de metralla y explosiones especialmente efectiva contra elementos escasamente protegidos, como personal a pie o las aeronaves aparcadas. También contra los sistemas antiaéreos como el S-300, que disponen de sensores y elementos muy sensibles y fácilmente dañables.

Las embarcaciones amarradas juntas también podrían ser un objetivo de estas municiones. Si bien un solo misil no podría hundir un barco directamente, los centenares de submuniciones explosivas sí podría causar daños importantes principalmente a los sensores situados en la cubierta y el mástil.

Una de las dos grandes incógnitas que quedan por resolver es el número de misiles de este modelo que tiene Ucrania disponible en su arsenal y si es suficiente como para ejecutar un ataque a mediana escala. El otro interrogante es si el presidente electo, Donald J. Trump, retirará esta concesión en cuanto tome posesión del cargo el próximo 20 de enero.