Elegir vicepresidente: paso clave para Kamala Harris, que deberá optar entre cuatro gobernadores
La vicepresidenta de EEUU ya ha conseguido el apoyo de la mayoría de delegados, que confirmarán su candidatura a mediados de agosto.
24 julio, 2024 02:00No habían pasado ni siquiera 48 horas de la retirada de Joe Biden como candidato demócrata cuando el equipo de Kamala Harris anunció este martes que la vicepresidenta ya tenía el apoyo de la mayoría de los delegados para la Convención Demócrata de mediados de agosto. Eso es exactamente lo que pretendía Biden cuando la nombró su heredera y, sobre todo, lo que querían senadores, congresistas y demás pesos pesados del partido cuando le forzaron a retirarse: una transición plácida, sin estridencias, sin rivalidades internas.
A la espera de un Bernie Sanders o una Alexandria Ocasio-Cortez que puedan aportar su grano de disonancia -no es probable que lo hagan, ellos también se juegan sus escaños en la Cámara y en el Senado respectivamente-, tanto el Partido Demócrata como su entorno mediático rezuman entusiasmo. La candidata que no resultaba fiable hace apenas tres semanas se ha convertido, cual Cenicienta, en la princesa del gran baile electoral, adulada por todos y con millones de dólares cayendo sobre su candidatura como chorros de oro.
Todo esto quiere decir muy poco o nada en un partido que se ha acostumbrado a vivir al margen de la realidad, al menos en los últimos años. La elección de Harris por delante de Biden probablemente fuera la única posible, pero está lejos de ser perfecta.
Las encuestas así lo demuestran, si bien es cierto que aún queda mucho para las elecciones y que, a poco que se esfuercen los publicistas demócratas, la imagen de Harris tiene mucho margen de mejora. Trump, al contrario, es lo que es. Lo mismo que en 2015, cuando se metió de lleno en este asunto. No se esperan grandes novedades por su parte.
La pobre valoración de Harris
Aun así, lo cierto es que el viejo Trump, a sus 78 años, tras varias imputaciones, dos condenas y el peso de un intento de golpe de estado a sus espaldas, sigue por delante en las encuestas. Al menos en las que se hicieron en los días previos a la retirada de Biden, previendo que esta era inmediata, y en las pocas que se han hecho después, que apenas habrán podido recoger el efecto de la nueva candidata.
Hay que recordar que apenas hace una semana del atentado contra el expresidente y menos aún de la Convención Republicana. El elector estadounidense probablemente esté sobrepasado ahora mismo por tanto giro de guion y tanto sobresalto. Salvo los muy convencidos, que en unas elecciones tienden a ser los menos, el resto necesitará tomarse su tiempo, volver del verano y centrarse en lo que los candidatos le ofrezcan.
De momento, lo que sabemos es que, según la página 538.com del estadístico Nate Silver, la referencia en todos los procesos electorales estadounidenses, Kamala Harris tiene un serio problema de popularidad, casi tanto como Biden y prácticamente idéntico al de Donald Trump. Antes de su nominación, la vicepresidenta era valorada positivamente por el 38,3% de los norteamericanos, mientras que más de la mitad (51%) la rechazaba. Nadie ha conseguido ganar unas elecciones con unas cifras semejantes.
La buena noticia para Harris es que los números de Trump son muy similares: tiene más apoyo (42,1%), pero también tiene más enemigos (53,3%). Biden llegó al pasado domingo con una aceptación del 38,5% -superior, por cierto, a la de Harris-, pero con un 56,2% de los encuestados en contra, que es una barbaridad.
Para hacerse una idea, solo Donald Trump, George H.Bush y Jimmy Carter presentaban unos números semejantes en las postrimerías de su primer mandato. Hablamos de los tres únicos presidentes que han fracasado en su intento de reelección, tras un mandato completo, desde el final de la II Guerra Mundial.
Por detrás en el voto popular y en los estados clave
Los resultados de las encuestas improvisadas de intención de voto también apuntan de momento a la continuidad: Harris estaría entre dos y cuatro puntos por detrás de Trump en el voto popular… pero recordemos que el voto popular no sirve para nada. De hecho, una encuesta de Ipsos para Reuters publicada este mismo martes daba a la hasta ahora vicepresidenta dos puntos por delante de Trump (44%-42%).
Hillary Clinton ganó el voto popular y tuvo que ceder la presidencia a Trump en 2016. Lo mismo le había pasado a Al Gore en 2000 con George W. Bush. El hecho de que los republicanos suelan ganar en estados con menor población hace que el colegio electoral tienda a serles favorable. Esa es la verdadera lucha que afronta Harris de cara a noviembre.
La deriva de las últimas tres semanas, desde la infame actuación de Biden en el debate de la CNN, había hecho que los demócratas hubieran pasado de un empate virtual en los cuatro estados del Cinturón del Óxido (Minnesota, Pensilvania, Michigan y Wisconsin) a colocarse dos o tres puntos por debajo de los republicanos. Teniendo en cuenta que la ventaja de Trump en Nevada y Georgia parece definitiva, los demócratas necesitan ganar en esos cuatro estados y confiar en que nada más se tuerza. Así conseguirían exactamente los 270 votos electorales necesarios para permanecer en la Casa Blanca.
Dada la escasa diferencia de los republicanos en estos cuatro estados clave… pero la necesidad de los demócratas de apuntarse los cuatro triunfos, la elección de vicepresidente se antoja decisiva. Expertos en la política estadounidense afirman que el perfil debería ser complementario al de Harris para buscar el voto centrista, incluso de los republicanos que nunca votarían a un Donald Trump. Un hombre blanco, joven, dinámico y que haya tenido un papel importante en alguno de los estados antes mencionados para movilizar al electorado.
Cuatro gobernadores para un puesto
Entre los nombres que se vienen barajando en las últimas horas destaca el de Josh Shaphiro, gobernador de Pensilvania, de 51 años, blanco y moderado. Shaphiro lleva ocho años involucrado en la política de su estado y ganó las pasadas elecciones de noviembre de 2022 con un 56,49% de los votos, quince más que su rival republicano. Si Shaphiro consigue que Harris se lleve uno de los estados oscilantes por excelencia (Trump lo ganó en 2016 por un 0,72% de los votos y Biden lo recuperó en 2020 por un 1,17%), su elección ya habrá merecido la pena.
Con todo, no es el único candidato y ni siquiera está claro que quiera dar el salto a la política nacional. Roy Cooper, gobernador de Carolina del Norte, acaba este año su mandato y ha participado en mítines junto a Harris hasta este mismo fin de semana. Cooper es algo mayor que Shaphiro, pero, a sus 67 años, eso no debería ser un problema. Es un hombre carismático, experimentado y muy querido en un estado que los republicanos dan por seguro. Su presencia podría dar un vuelco a las encuestas.
Lo mismo podría suceder con el gobernador Tim Waltz, de Minnesota o con el de Illinois, JB Pritzer, de un perfil algo distinto, pues se trata de un multimillonario amante del capitalismo (su familia es la propietaria de los hoteles Hyatt) y que, aunque puede resultar atractivo para el votante republicano, también corre el riesgo de soliviantar al ala más progresista del Partido Demócrata. Sin duda, se trataría de la elección más arriesgada y tal vez su antagonismo con Harris resulte excesivo.
Tampoco habría que descartar al mediático gobernador por Kentucky, Andy Beshear, un demócrata en tierras claramente republicanas, que sabe, por lo tanto, ganarse a todo tipo de votante. Beshear mantiene un pique público desde hace tiempo con J.D. Vance, senador por Ohio, pero con profundas raíces familiares en Kentucky.
Beshear afea constantemente al recién elegido candidato a vicepresidente por parte del Partido Republicano sus cambios de opinión respecto a Trump –“ha pasado de decir que es Hitler a pensar que es Lincoln”- mientras que el republicano le echa en cara su pertenencia a la élite económica y política de Kentucky –“mi padre no me regaló un trabajo ni me hizo gobernador”-. La rivalidad entre ambos, desde luego, sería algo para ver. Dos Américas bien distintas, frente a frente. A punto estuvimos de perdérnoslo.