Cartelito posa para EL ESPAÑOL en la Plaza Maidan de Kharvik

Cartelito posa para EL ESPAÑOL en la Plaza Maidan de Kharvik María Senovilla Kharvik

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Los cuernos que llevaron a 'Cartelito' a sumarse a las filas de Zelenski: "Vine a morir por desamor"

Su novia le rompió el corazón y Zelenski lo convenció para unirse a la Legión Internacional con uno de sus discursos televisivos.

3 abril, 2023 02:55
Kharkiv

La historia de Cartelito es una de esas en la que la realidad supera a la ficción, en mitad de una guerra, y con giros de guión mejores que los de una serie de Netflix. Él vivía en Bogotá cuando descubrió que su novia lo engañaba y decidió alejarse de todo alistándose en la Legión Internacional de Ucrania. Quería morir. Por desamor.

En su primer día le entregaron un chaleco antibalas manchado de sangre junto con el fusil, lo subieron a un vehículo y lo llevaron a primera línea en el frente de combate. Sin instrucción previa, sin entender ni una palabra de ucraniano y sin comprender aún dónde se había metido. 

Gustavo, como se llama realmente, nació en Bogotá hace 31 años. Pero todos le conocen por su nombre de combate, Cartelito. "Es que imito muy bien a Pablo Escobar –explica, clavando el acento y los gestos del famoso narcotraficante mientras habla–, de ahí empezaron a llamarme Cártel, Cártel". 

Cartelito posa para EL ESPAÑOL en la Plaza Maidan de Kharvik

Cartelito posa para EL ESPAÑOL en la Plaza Maidan de Kharvik María Senovilla Kharvik

No ha perdido la sonrisa ni el sentido del humor, a pesar de haber luchado durante más de ocho meses a pie de trinchera, de resultar herido, de ver morir a sus amigos y de que le hayan vuelto a romper el corazón. Pero empecemos por el principio.

La primera vez que Cartelito escuchó hablar de Ucrania fue cuando comenzó la invasión rusa."Lo vi en la televisión, estaba con mis padres, y escuché a Zelenski hablar de la Legión Internacional", recuerda. El presidente ucraniano invitaba por aquel entonces a todos los combatientes extranjeros a ir a luchar a su país. 

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Pero la verdadera razón para cruzar medio mundo y plantarse en una guerra fue descubrir que su novia de entonces –con la que imaginaba formar una familia y vivir una vida feliz–, se veía con otros hombres. "Me quería morir, esa es la verdad", asegura. 

Los cantantes escriben canciones cuando les rompen el corazón; los escritores hacen bestsellers, y la gente normal se va al bar para ahogar las penas con los amigos. Pero Cartelito –que fue oficial del Ejército de Colombia durante ocho años– decidió ir a Ucrania para empuñar un fusil. 

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El primer avión que cogió le llevó hasta Madrid. Pasó una noche allí, durmiendo en la Estación de Chamartín, hasta que su hermana le envió otro billete a Varsovia. "Estuve quince días trabajando en un aserradero de Polonia para ahorrar algo y partir hacia Kiev; no tenía contactos allí y no sabía cómo llegar hasta la Legión Internacional", relata.

El proceso no fue tan sencillo como cabría esperar. Zelenski, en su discurso televisado, no especificó cómo proceder una vez se llegaba a Ucrania. “Unos refugiados ucranianos me metieron en un autobús dirección a Kiev, yo no entendía el idioma”, prosigue. 

Cuando llegó a la enorme capital, se vio sólo en mitad de la ciudad. "Estuve ocho días buscando a la Legión, y nadie me sabía indicar”, relata. Finalmente le ayudo una mujer desde Brasil –a través de Instagram– y consiguió alistarse. 

"Me citaron para el día siguiente, tenía que presentarme en Járkov, y apenas llegué me entregaron un chaleco con restos de sangre y el fusil, y me mandaron para primera línea", recuerda. "Cuando vi el chaleco ensangrentado fue la primera vez que pensé '¿Por qué he venido aquí...?', pero ya había firmado un contrato con la Legión".

Cartelito junto con su amigo Shaolin, al que conoció en Ucrania, cuando los dos servían en la Legión Internacional.

Cartelito junto con su amigo Shaolin, al que conoció en Ucrania, cuando los dos servían en la Legión Internacional. María Senovilla Járkov

En el vehículo que le estaba llevando al frente –a una posición a menos de un kilómetro de las líneas rusas– sólo entendió una palabra que repetían constantemente: "drones, drones, drones". Pronto entendería la importancia que tenían en esta guerra, y lo diferente que era de la que libró en las selvas de Colombia durante sus años como oficial del ejército.

La Legión Internacional le destinó a la unidad "Charlie 3". "La mayoría éramos colombianos, aunque también había un argentino y un tipo chino", detalla. Compartir el idioma con los nuevos compañeros facilitó la comunicación con sus comandantes ucranianos, pero la posición a la que le asignaron era de todo menos fácil.

"Nada más llegar empecé a ver cómo recibíamos disparos de artillería, no paraban en todo el día. Yo nunca había visto algo así, cuando luchaba con el Ejército de mi país no era así", explica. "Duramos cinco días allí, hasta que nos detectó un dron ruso y volaron el edificio donde estábamos posicionados. No me mató de milagro".

Sobrevivió a esos cinco días infernales, y lo trasladaron a un centro de formación para que se especializara en el uso de ametralladoras. Hasta ese momento no había recibido instrucción militar de ningún tipo en Ucrania. "Pero dos días después bombardearon también el lugar donde nos estaban instruyendo. No daban tregua", añade.

Detalle de la insignia de la Legión Internacional de Ucrania

Detalle de la insignia de la Legión Internacional de Ucrania María Senovilla Jarkov

Era julio de 2022, casi dos meses antes de que comenzara la contraofensiva de otoño, y en el este de Járkov la situación era agónica. El asedio ruso se intensificaba por momentos, y en las unidades de la Legión Internacional que estaban desplegadas en primera línea faltaban radios, drones y sobre todo el apoyo de la artillería ucraniana que "no llegaba nunca".

Aguantó dos meses. Y sobrevivió. "Vi caer a muchos compañeros, recuerdo especialmente a Thalita, estaba en mi unidad –relata, mientras me muestra fotos en su móvil de aquellos días que compartió con esta combatiente brasileña–; murió asfixiada en una explosión, cuando llegamos al edificio no pudimos hacer nada por ella".

Las cicatrices que no se ven

Cada compañero que cae en combate es una cicatriz que les queda en el alma a estos soldados. Da igual que sean extranjeros o ucranianos, el patrón es el mismo. Los psicólogos militares, y los sanitarios en general, dicen que estas pérdidas pueden causar más daño que la metralla, porque es un daño emocional que no se puede reparar con una sutura.

Tras aquellos durísimos meses, lo destinan a una pieza de artillería. No fue solo, otros dos compañeros colombianos –Shaolin y Buda– también formaban parte del equipo; ellos se convirtieron en su nueva familia en Ucrania. "Son gemelos, y ahora también son mis hermanos", reconoce Cartelito. 

Un nuevo amor

"Dimos de baja cuatro carros de combate ruso durante aquel servicio –detalla–, firmábamos los proyectiles que les disparábamos a los rusos y les poníamos palabrotas y groserías; era como jugar a hundir la flota". Pero no todo fue coser y cantar allí: había muchos problemas de comunicación con los mandos.

"Cada uno operaba de una manera muy diferente, no tenían en cuenta que en la Legión Internacional cada uno teníamos una experiencia militar diferente y no nos escuchaban. En mi caso, yo estaba acostumbrado a una guerra irregular en la selva colombiana, imagina la diferencia con una guerra regular en el invierno de Ucrania", añade.

Denuncia, además, que la indisciplina de algunos soldados les ponía a todos en peligro. Pero pese a eso, también sobrevivió en su destino como artillero. Y justo después conoció a una chica en Járkov, Olga, de la que se hizo novio.

"Decidí que ya no quería morir, ni por desamor ni por nada", confiesa llegados a esta parte del relato, entre sonoras carcajadas. "Aprendí a valorar la vida", añade ya en un tono más introspectivo. "Muchos compañeros se creen que son Rambo, hasta que escuchan el primer 'boom', pero luego ya no hay vuelta atrás", continúa reflexionando.

Operaciones de choque mal planificadas

La guerra no se detuvo porque Cartelito se volviera a enamorar, ni porque encontrara una nueva familia en Ucrania. De hecho, en enero de este año comenzó la peor parte. De nuevo lo envíaron con su unidad, Charlie 3, al este de Járkov. Y de nuevo los dejaron a merced de la artillería rusa sin el apoyo de los obuses ucranianos –que estaban ya concentrados en las batallas de Soledar, Bakhmut o Kreminna–.

"Los comandantes ucranianos diseñaban operaciones de choque muy duras, y la mayor parte de las veces no teníamos apoyo de la artillería. Eran misiones suicidas", reconoce. La suya en concreto consistía en mantener una trinchera, y cada día había bajas. Un compañero tras otro, Charlie 3 se fue diezmando. Tuvieron que transferir efectivos desde los otros dos charlies, y aún así no era suficiente.

Próximo destino, España

Hace unos días Cartelito luchó su última batalla en Ucrania. Lo hirieron –aunque no revistió gravedad– y lo mandaron a Járkov para recuperarse. "El comandante murió y también otros compañeros. Yo he visto mi vida pender de un hilo, he pensado que iba a morir, y he decidido romper el contrato con la Legión. Me voy de Ucrania", explica.

El amor tampoco le salió bien aquí. Olga no quiso casarse con él y la relación terminó. Pero esta vez no tiene intención de morir por desamor. “Me da nostalgia despedirme de la Legión, he aprendido muchas cosas con ellos y han sido nueve meses de vivencias muy intensas”, confiesa. “Tal vez vuelva más adelante para volver a luchar a su lado”.

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"¿Vas a volver a Colombia?", le pregunto. "No, sólo de visita. Colombia está muy mal, hay mucha delincuencia y pocas oportunidades", sentencia. "¿Qué te llevas de Ucrania después de todo?", continúo. "La amabilidad de la gente, esto es otro mundo. Pero estoy cansado de la guerra; he perdido a mucha gente que era especial para mí... ha sido una experiencia de locos: los bombardeos, los ataques, los enfrentamientos directos con las tropas rusas", recuerda.

Su próximo destino es España. Dentro de una semana viajará hasta Valencia, donde lo espera Shaolin, uno de sus nuevos hermanos de combate. Va a empezar de cero allí, valorando el hecho de estar vivo como nunca antes lo había hecho.

No viaja sólo, lo acompaña Charlie, el cachorro que adoptó en las trincheras. "El también estaba herido, tenía una bala en la cola y una cadera rota de un bombardeo; pero ya se está recuperando y ahora nos tenemos el uno al otro", concluye. Se puede decir que, después de todo, es un final feliz.