Se conoce como microbiota al conjunto de microorganismos que constituyen nuestro cuerpo. Es la comunidad bacteriana que habita en nuestro interior y que, entre otras cosas, actúa como barrera para proteger al organismo de patógenos y sustancias nocivas. Por esto, el equilibrio de las bacterias y microorganismos de la microbiota es fundamental para estimular el sistema inmunológico, y por tanto, para la salud.
Hay algunos factores que desequilibran la microbiota. Entre ellos destacan algunos fármacos como los antibióticos, algunos alimentos como los ultraprocesados, factores ambientales y, por supuesto, condicionantes psicológicos. Con respecto a estos últimos, una patología que afecta de forma directa a la microbiota es el estrés crónico.
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Cristina Barrous, técnico en nutrición, coach nutricional y experta en cocina saludable, nos cuenta que cuando hablamos de alteraciones en la microbiota relacionadas con el estrés, no nos referimos a un estrés puntual, que es saludable, sino al estrés crónico que tiene como síntomas la falta de concentración, la formación de contracturas musculares, el insomnio y la aparición de tics nerviosos entre otras cosas.
La especialista explica como este tipo de estrés genera citoquinas proinflamatorias, unas proteínas que viajan por todo el cuerpo, desestabilizando los microorganismos del cuerpo y, en última instancia, inflamándolo. Se producen disbiósis, una alteración en la composición o funciones de las bacterias que constituyen la microbiota donde unos microorganismos sobrecrecen por encima de otros.
El ejemplo más claro de esto es el SIBO, el sobrecrecimiento bacteriano que tiene lugar en el intestino delgado cuando se produce un aumento anormal de toda la población bacteriana del mismo, especialmente de bacterias propias del intestino grueso, y que tiene como síntomas dolor abdominal, dispepsia, naúseas y diarrea entre otras cosas.
Según Cristina Barrous, por mucho que se trate la microbiota, sino se aborda la posibilidad de que existan agentes causantes psicológicos como el estrés, lo más probable es que la evolución no resulte satisfactoria.
"Siempre que tratamos un problema digestivo es importante valorar si esa persona tiene estrés o niveles de cortisol alto y trabajarlo para mejorar la microbiota del paciente", apunta Elisa Blázquez, nutricionista integrativa.
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Una relación bidireccional
Por otro lado, al igual que psicopatologías como el estrés generan alteraciones en la microbiota, se puede producir el efecto inverso, es decir, el desequilibrio de la flora intestinal puede influir directamente en la salud mental.
La especialista explica que hay algunas hormonas y neurotransmisores que se fabrican en el intestino como, por ejemplo, la serotonina, conocida como la hormona de la felicidad. Se trata de un neurotransmisor implicado en la regulación de las emociones y el estado de ánimo en general.
La relación entre el intestino y el cerebro es bidireccional. El estrés y la subida constante de cortisol (la hormona del estrés) altera el ecosistema intestinal y la integridad de las mucosas y, del mismo modo, alteraciones en la microbiota están asociadas a cambios de ánimo. "De hecho tenemos bacterias neuroactivas que producen metabólitos capaces de actuar sobre nuestro cerebro", nos cuenta Elisa Blázquez.
Todo esto se resume en que variaciones en la microbiota puede generar dificultad para fabricar hormonas que afectan directamente a la salud mental y, del mismo modo, puede generar síntomas físicos entre los que destaca la inflamación intestinal.