En cada cuerpo humano hay más de seis metros de intestino y dentro de este sistema viven alrededor de 100 billones de bacterias. Estas tienen un papel fundamental en la propia supervivencia del organismo, en concreto en el proceso de alimentación. Estos microorganismos, durante la digestión, colaboran en la descomposición de los alimentos, ayudando al huésped a asimilar los nutrientes que necesita para realizar las funciones vitales.
Además de favorecer la síntesis de compuestos con las vitaminas y de facilitar la absorción de calcio y del hierro, estas bacterias también evitan la implantación de otras especies externas que pueden ser perjudiciales para la salud.
Como son un grupo diverso formado por más de 1.000 especies diferentes, mantener el equilibrio de esta microbiota es clave para no desestabilizar todo el sistema digestivo. Por ejemplo, el Proyecto Microbioma Humano, puesto en marcha en 2008 por el Instituto Nacionales de la Salud de Estados Unidos, tuvo como objetivo identificar y caracterizar las diferentes comunidades microbianas presentes en las distintas cavidades del cuerpo humano. Buscando además relación entre los cambios en el microbioma y las enfermedades.
Por ejemplo, las investigaciones llevadas a cabo por la doctora en farmacia y profesora e investigadora del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC, Yolanda Sanz, demostraron la relación entre la microflora intestinal y la enfermedad celíaca, una dolencia de carácter autoinmune que provoca intolerancia al gluten.
Nuestro cuerpo, no obstante, es muy sabio y para ponernos en sobreaviso de que algo no va bien en nuestra flora es capaz de mandar ciertas señales. Así que presta atención a estas cinco alertas sobre una posible descompensación en tu microbiota intestinal:
Consumo excesivo de azúcar
Puede ocurrir que el organismo demande azúcar a consecuencia de tener la microbiota dañada. La razón es que esta amalgama de microorganismos, entre otros nutrientes, necesita azúcar para alimentarse, por lo que, si esta está debilitada, demandará más nutrientes para recomponerse.
Inflamación abdominal
Un consumo elevado de alimentos procesados, productos animales, alcohol y azúcar se relaciona con un microbioma intestinal que favorece la inflamación, según un estudio publicado en la revista científica Gut. "Durante mis años de experiencia he tratado con varios casos cuyo origen de la hinchazón estaba en un desequilibrio en la flora intestinal. Al consumir probióticos, como el yogur o el chucrut, de forma regular el problema suele desaparecer, si no, siempre recomiendo acudir a un médico especialista", explica José Gallardo, nutricionista especializado en obesidad y sobrepeso.
Debilitación del sistema inmune
El equilibrio del ecosistema que conforma la microbiota afecta al sistema inmune. Un desequilibrio supone un número creciente de afecciones inflamatorias, desde la diabetes a la artritis, pasando por las enfermedades cardíacas y el lupus eritematoso sistémico, según señala la investigación publicada en Gut.
Mal aliento
El mal aliento puede estar causado por una mala higiene bucal, aunque en menor medida y de forma menos frecuente también puede estar desencadenado por un problema gástrico o en el sistema digestivo. En concreto, puede deberse a una infección gástrica provocada por la bacteria Helicobacter pylori, que crece en la mucosa gástrica y secreta una enzima llamada ureasa, la cual convierte la urea química en amoniaco, provocando el mal olor.
Insomnio
Otro síntoma que puede alertar de tener la flora intestinal dañada es el insomnio o los problemas para conciliar el sueño. Varias investigaciones señalan que el sueño está influido por el estado de esta colonia de bacterias. Es decir, una microbiota pobre en diversidad o mermada en número reduce significativamente la duración y calidad del sueño.
La clave está en el butirato y su relevancia en el control y mantenimiento de un proceso de sueño sano. Este ácido graso es producido por algunos géneros de bacterias pertenecientes a la microbiota y una de sus funciones principales es la de provocar señales que inducen al sueño.