El tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas tiene como uno de sus fines mejorar la salud y el bienestar de las personas, siendo una de las metas principales dentro de este objetivo la promoción de la salud mental y el bienestar. Por lo tanto, si bien en un principio vemos como este ODS 3 habla de salud y bienestar en términos generales, luego observamos cómo entra en detalle y pasa a incidir en la importancia de la promoción de la salud mental como elemento clave.
Si nos preguntamos qué entendemos por salud mental, nos lanzásemos a la calle micrófono en mano y nos pusiéramos a entrevistar a personas escogidas al azar en cualquier ciudad de España, es bastante probable que nos diesen definiciones diferentes. Más de una nos diría algo así como que “es no estar loco o no padecer una enfermedad mental”.
Pues bien, nada más alejado de la definición que da la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual define en su Constitución lo siguiente: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".
De esta definición podemos deducir que la salud mental no es sólo no padecer un trastorno o una patología mental, sino que también es un estado de bienestar personal que se produce gracias a que la persona puede ejercer todas sus capacidades y tiene los recursos suficientes para afrontar el estrés y llevar una vida funcional.
Y es en este sentido en el que trabajan muchos profesionales de la salud y del bienestar, ya que no es un área exclusivo de los psiquiatras y de los psicólogos clínicos sanitarios, a los cuales es imprescindible que se les reserve el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los pacientes que padecen de patologías o trastornos mentales.
Además de ellos, hay toda una serie de profesionales que, de forma directa o indirecta, trabajan en la promoción de la salud mental y del bienestar, como es el caso, en un primer lugar, de los psicólogos y los psicoterapeutas, pero también de los coaches profesionales certificados, psicopedagogos, pedagogos, educadores sociales o fisioterapeutas, entre otras muchas profesiones que, si bien no se encargan de la parte clínica a nivel mental, aportan su conocimiento en la mejora de la salud mental y el bienestar de las personas.
Si hablamos de salud mental y la gente lo asocia a la locura, se da por supuesto que el loco siempre es el otro y el estigma que antecede a la locura hace que sea difícil reconocer el propio sufrimiento y pedir ayuda a tiempo, y mucho más aún empatizar con el dolor de todos los que tienen problemas de salud mental.
Sin embargo, con la idea de bienestar emocional nos sentimos identificados todos, pues en la percepción del propio malestar emocional podemos conectar con nuestras fuentes de disconfort, a menudo acarreado por los problemas cotidianos y el agotamiento de ir trampeándolos un día tras otro, por el esfuerzo en las relaciones interpersonales y el desgaste de lidiar con los conflictos, o simplemente por el cansancio que conlleva el aprendizaje continuo que es en sí la vida.
Para prevenir los problemas de salud mental es imprescindible aprender a poner palabras a nuestras emociones, promover espacios donde compartirlas y desarrollar habilidades socioemocionales que hagan nuestras relaciones más saludables.
Igual que la desinstitucionalización en los años 70 produjo el cierre de los antiguos manicomios, con el objeto de llevar la atención a la salud mental a la comunidad, nos encontramos en estos momentos ante otro momento histórico de cambio de paradigma en cuanto a la salud mental.
La pandemia ha universalizado el sufrimiento emocional, bien por las restricciones impuestas por los confinamientos, por la pérdida de seres queridos en circunstancias dramáticas, la inestabilidad económica, el miedo al contagio y a la enfermedad y, sobre todo, por la necesidad de convivir con la incertidumbre. En la pandemia todos hemos padecido un sufrimiento emocional que nos ha igualado en este sentido y que ha difuminado la frontera entre los que padecían problemas de salud mental y los que no.
Por ello, solo desde este nuevo enfoque podremos facilitar el acceso a los recursos, luchar contra el estigma y poner en marcha programas de prevención eficaces que mejoren la salud emocional de nuestra sociedad y eviten cada año que tantas personas no encuentren más alternativa que quitarse la vida. No es ser fatalistas, es ser honestos y mirar la realidad desde la conciencia de saber que el año pasado se produjo en España un máximo histórico en el registro de suicidios: 3.941 para ser exactos.
*** Blanca Navarro es doctora en Psiquiatría, coordinadora CSMA Granollers y profesora Medicina UIC. Alejandra Sánchez Yagüe es CEO de Mindtraining y profesora invitada de la UDIMA y de la UB.