Aitana Sánchez-Gijón: "El teatro va más allá de lo racional, es visceral; si dependiera solo de la razón no podría seguir"
Charlamos con la actriz sobre personas y personajes, sobre la película Que nadie duerma y otros rodajes recientes.
16 diciembre, 2023 02:47Su voz elegante y cálida sostiene cada una de las palabras que elige, con delicadeza y precisión, para expresarse. Escucha en un respetuoso silencio antes de precipitarse hacia la respuesta, reflexiva y al tiempo contundente y transparente, habla con pasión de sus próximos o últimos proyectos, cinematográficos o teatrales.
Aitana Sánchez-Gijón (1968, Roma, Italia) es por todos conocida en España e internacionalmente, resumir su trayectoria es innecesario y casi imposible, porque es actriz desde la adolescencia y lo sigue siendo hasta lo más profundo de su ser en su presente imparable.
Ha rodado para el cine Mi otro Jon, de Paco Arango, estrenada en octubre de este año, y en la primavera de 2023 rodó en Perú La costurera, dirigida por Daniel Rodríguez Risco. El mismo año ha vivido el rodaje de la película Tierra Baja, dirigida por Miguel Santesmases, un drama rural y romántico que Aitana protagoniza y que está pendiente de estreno.
Hace menos de un mes ha estrenado en pantalla grande la película Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza, adaptación de la novela homónima de Juan José Millás, con guion coescrito por el director y Clara Roquet, en la que Aitana interpreta a una productora de teatro muy especial.
A lo largo de todo este año ha disfrutado y finalizado una larga gira con Malvivir, dirigida por Yayo Cáceres para el teatro.
Y ya está preparando su próximo estreno sobre las tablas titulado La madre, espectáculo del que podremos disfrutar en marzo del 2024, en el teatro Pavón de Madrid.
Aitana ha contribuido, y sigue haciéndolo, a su profesión, desde diversos campos, asumiendo compromisos y esfuerzos. Desde el año 1998 hasta el 2000 se convierte en la primera mujer que accede al puesto de Presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, que además le ha otorgado la Medalla de Oro.
Hablemos del largo Que nadie duerma. ¿Está la particularísima mirada sobre el mundo, de Juan José Millás, entreverada o presente, en la película? Esa extrañeza mágica que Millás mezcla en su literatura, entre lo cotidiano y lo fantástico…
Sí, el personaje protagonista, Lucía, que interpreta Malena Alterio, vive en un mundo cotidiano, muy duro para ella, muy gris, en el que hace esfuerzos constantes por salir adelante, por mejorar su vida, toma la iniciativa y se hace taxista cuando la empresa en la que trabaja quiebra.
Pero ella tiene un mundo interior que tiende a ser bastante fantasioso, que tiene que ver con Nessun dorma, con el mundo de la ópera, con un hombre que aparece, del que se enamora.
El director de la película, Antonio Méndez, es un tipo muy realista, viene de hacer películas de factura documental, es la primera vez que trabaja con actores profesionales, hasta ahora cogía gente de la calle para contar historias muy cercanas a sus propias vidas en un cine muy realista.
Él mantiene este tono, pero hay una extrañeza en esta historia que enlaza con el universo de Millás, como si Antonio hubiera cogido el mundo de Millás y lo hubiera pasado por su propio tamiz.
Lo que resulta curiosa es la conjunción de estos dos mundos, el de Millás y el del director, aparentemente tan antagónicos.
¿Quién es y cómo aparece, en el mundo real o imaginario de Lucía, el personaje que usted interpreta?
Mi personaje aparece en su taxi, soy su primera clienta el día que ella arranca su nuevo trabajo. Al escucharla contar cosas de su vida, de su pasión por la ópera, por Turandot, se despierta en mí un gran interés. Me transformo en su amiga, establecen una relación especial.
Mi personaje es una productora teatral, no deja de ser un papel secundario, aún siento un personaje relevante, porque desencadena todo el final de la historia.
Demos un salto del cine al mundo del teatro. Va a protagonizar La madre, un texto de Florian Zeller con dirección de Juan Carlos Fisher.
Sí, ya estoy estudiando diariamente, porque empezamos a ensayar el día 8 de enero y en marzo estrenamos. Además, ahora estoy rodando una serie para Netflix que se llama
En esta etapa inicial de estudio del texto, posiblemente esté profundizando en las preguntas que plantea Zeller en la función: ¿puede una madre amar demasiado? ¿Hay un límite? ¿En qué o cómo conecta usted con esas preguntas y con esa madre que interpretará? ¿Ha vivido esa etapa en la que los hijos deciden irse de casa y, en menor o mayor medida, nos atraviesa el síndrome del nido vació?
Bueno, yo tengo un hijo de 22 años que se fue de casa con 20 años, y todavía vivo con mi hija de 19 años; claro que fue un momento de desconcierto al que te tienes que ir adaptando poco a poco.
La diferencia con esta madre, la protagonista de la función, es que yo tengo una vida muy llena, mi vocación y mi profesión son un motor fundamental en mi vida y además estoy rodeada de afectos.
Ella es una mujer que está muy sola, está pasando una depresión y está en una relación agotada, de pareja, y con este hijo que se ha ido. Tiene ese síndrome llevado al extremo, está en una situación emocional muy frágil en el momento en el que se cuenta la historia.
Yo estoy viviendo la marcha de los hijos con el dolor que eso conlleva, pero no de una manera “enferma”, como le pasa a esta mujer.
Teniendo en cuenta que hacer teatro implica entregarse al riesgo, al compromiso, incluso al sacrificio de otros proyectos, ¿qué se mueve o revuelve en usted, a la hora de decidirse por un determinado proyecto de teatro en el que sumergirse?
Es algo que no puedo remediar, hay algo que me empuja inexorablemente a subirme al escenario constantemente, no puedo evitarlo. Aunque, a veces, cuando termino una función, y nunca es menos de un año de compromiso con cada espectáculo, pienso: estoy agotada, basta, me voy a tomar cierto tiempo de descanso con el escenario.
Poco tiempo después ya estoy con un run run que me hace buscar, inevitablemente, entre los proyectos que me llegan, hasta que aparece uno que me resuena, me quita el sueño, me revuelve, y siento que tengo que hacerlo, por el motivo que sea.
Es así como funciono con el teatro, es algo visceral, algo que va más allá de la razón, porque si dependiera solo de la razón no sé yo si podría mantener esta constante, año tras año enlazando un montaje con otro.
Giremos, de nuevo, la mirada hacia el cine que ha rodado recientemente, y en concreto hacia el relato rural e íntimo que muestra Tierra baja de Miguel Santesmases y que usted protagoniza. He sabido que usted ha sido muy feliz en ese rodaje, ¿por qué lo ha disfrutado especialmente?
Rodamos Tierra baja en poco tiempo, solo cuatro semanas, lo cual no es motivo de felicidad, claro, pero yo fui muy feliz en el rodaje precisamente por ser muy concentrado, ya que es una película muy pequeña de presupuesto, con un equipo reducidísimo de personas.
Trascurre en una masía, en esa Tierra baja, que es un espectáculo, una belleza de lugar. Se produjo un ambiente de intimidad como yo nunca había vivido antes en un rodaje. Y, además, disfruté por la propia historia, una historia poética, sutil, muy íntima, a lo largo del viaje interior de una mujer, Carmen, mi personaje.
¿Quién es Carmen Membrado o quién le gustaría ser en su nueva vida?
Es una guionista que deja toda su vida en Madrid y decide iniciar una nueva vida poniendo en pie la masía de su abuela, los cultivos, los olivos, los almendros. Se dedica a la tierra y a sacar adelante esa masía, rompiendo completamente con su pasado de escritora y guionista.
Hasta que reaparece alguien de su vida pasada, que viene a romperle los esquemas y la obliga a replantearse, un poco, todas esas decisiones nuevas que ha tomado.
Una historia de segundas oportunidades y también de amor maduro…
Sí, es más que nada una historia sobre cuentas pendientes interiores, sobre saldar cuentas con uno mismo y cerrar heridas, para tratar de salir adelante, para afrontar las cosas que uno se ha negado a sí mismo, haciendo una huida hacia delante y queriendo cerrar cosas del pasado de una manera categórica, sin realmente sanarlas previamente.
Esta historia íntima y ubicada en un paisaje rural, ¿puede servir para iluminar o desvelar el binomio, o la mezcla entre dureza y belleza, de la España invisible, vacía o vaciada?
Sí, tal cual, porque Miguel muestra una tierra de una hermosura muy desconocida y de la que casi nadie habla, el bajo Aragón, cerca de Matarraña, un paraíso de una belleza sobrecogedora.
Pero también es verdad que es una tierra muy dura, sacar adelante esos cultivos es algo casi imposible, la gente se va, realmente es cada vez más difícil.
Está muy presente ese contraste entre la dureza y la belleza, que Miguel ha retratado con mucha conciencia porque hemos rodado en la masía de su abuela, así que, podría decirse que él cuenta su propia historia a través de Carmen, mi personaje.
Hay algo también muy personal, de la propia relación y vivencias de Miguel con ese lugar, esa tierra, su amor por el lugar y al mismo tiempo esa dificultad tan grande que ve en poder salir adelante, allí.
Algunas veces usted decide embarcarse en proyectos que no van a tener necesariamente un impacto comercial relevante, pero sí lo tienen en su vida, en su crecimiento personal. ¿Por qué?
Sí, escojo por intuición, o porque hay que algo que me toca, que me conmueve, o me concierne, o que me revuelve, o me hace preguntarme cosas, o me coloca en un lugar desconocido e incómodo, incluso. Me guío por ese tipo de decisiones.
Lo que me importa es el proceso, más que el resultado, sobre todo en el audiovisual.
En el teatro el resultado también me importa, porque después hay que defenderlo, cada tarde, frente al público, y si llegas a un resultado que no está bien lo padeces muchísimo, es muy ingrato.
Pero en el audiovisual, después de haber hecho ese proceso de investigación e inmersión, la película tiene su propia vida. Para mí, lo importante es y ha sido: la vivencia.
Hablando de vivencias, actualmente está grabando la serie para Netflix, Respira, de Carlos Montero, que pone sobre la mesa, entre otras cosas, el por qué nos hemos olvidado de las personas que se dejaron la piel, y en muchos casos perdieron su propia vida, para salvar la nuestra: los sanitarios.
Efectivamente, en la serie se plantean cuestiones y problemas de la sanidad pública, bajo mínimos, con médicos y personal sanitario al límite de sus fuerzas y capacidades, que plantean hacer una huelga extrema.
La serie va a mostrar el conflicto entre los personajes que plantean esas condiciones extremas de huelga y los que no la apoyan. Va a generar debate, desde luego, al sacar a la luz este asunto de la Sanidad Pública, que es un tema candente.
¿Es un drama hospitalario, pero no tanto una serie de hospitales similar a otras que ya hemos visto? ¿También hay un marcado trasfondo político en la trama?
Sí, lo hay, por supuesto, y es primordial en todas las tramas. Y también muestra esa colmena humana que es un hospital, al ser una serie muy coral, llena de personajes que también viven con sus propios conflictos y con historias cruzadas. Está el tema de la sanidad pública o privada, pero también hay tramas más personales.
Y ¿quién es usted o ella, su personaje, en la serie Respira?
Soy Pilar Amaro, la doctora Amaro, cirujana jefa del hospital, una mujer brillante en mi trabajo, excelente cirujana y una tipa con unos valores muy sólidos, pero que no apoya en absoluto la huelga, piensa que no sirve para nada, que lo que hay que hacer es atender a los pacientes como se pueda, y punto. Soy la antagonista de los que lideran esa huelga.
Hablando de respirar… ¿Qué cosas, causas, personas, ayudan a Aitana a respirar? Para salir, o para entrar, en el día a día, más tranquila o más cerca de sí misma.
La propia respiración en sí misma. Pararme realmente a respirar y conectar con el cuerpo. Los actores tenemos la suerte de tener una gran conexión con esos instrumentos, con el cuerpo y la respiración, porque los necesitamos.
Y todo lo que tenga que ver con la cultura, leer, ir al cine, ir al teatro.
Y la naturaleza, caminar por el campo, nadar en el mar, y estar con mis afectos; tengo un gran cordón de amistades y de afectos que me sostiene y a los que doy mucho espacio, soy una persona que cuida mucho la amistad y los afectos que tengo a mi alrededor.
Ese universo paralelo que son las redes sociales, en el que estamos casi obligados a estar presentes y activos, ¿cómo lo lleva?
Sólo tengo Instagram, lo manejo yo personalmente; para nuestra profesión es una ventana de comunicación de las cosas que estamos haciendo.
Es verdad que acaba ocupándote más tiempo del que quisieras y es un arma de doble filo, sin duda, incluso para alguien de mi generación, a la que le ha llegado tan tarde esto de las redes, aun así, pienso que tiene un influjo demasiado poderoso.
Regresemos, para cerrar el círculo de nuestra charla, a la película Que nadie duerma. En un momento dado, el personaje interpretado por Malena Alterio (nominada a Mejor Actriz Protagonista en los Premios Goya 2023) le pregunta a la mujer que usted interpreta: ¿Tú crees que yo sé vivir?
¿Qué es o qué significa para usted saber vivir? ¿Lo ha conseguido, lo está intentando?
Creo que hay que tener un orden de prioridades para que el cuidado de uno mismo esté en equilibrio con el cuidado de los otros.
Hay que ser honesta contigo misma, no perderte de vista nunca, no perderte en los demás, pero al mismo tiempo ser capaz de encontrar ese equilibrio, entre tu bienestar interior y tu compromiso con el entorno.
No somos nadie sin nosotros mismos, pero tampoco somos nadie sin los demás.
Se trata de intentar encontrar ese equilibrio personal y al mismo tiempo estar abierto al afecto y al cuidado de lo que te rodea, de las personas que te rodean y también como ciudadana, comprometerse con el cuidado del lugar en el que vives, del entorno, del planeta en el que vives. Englobaría todo esto.