Las exitosas hermanas Loro de Sorzano (La Rioja): “Somos hijas de bar, de familia hostelera de toda la vida"
María José, Mónica e Isabella son las tres hermanas Loro, hosteleras de Logroño desde que nacieron, que se han tenido que reinventar una y otra vez.
24 noviembre, 2023 13:06En Sorzano, un pueblo con menos de trescientos habitantes en las faldas del Moncalvillo, a 17 km de Logroño, viven las hermanas Loro. “Somos hijas de bar, una familia hostelera de las de toda la vida”, explica María José Loro, una de las tres hermanas que residen en el mismo edificio en el que se encuentra su restaurante. “Mi hermana Mónica es la cocinera. Yo estoy más en sala, y la pequeña Isabella en ambos sitios. Este es un pueblo de campo, estamos abajo en el valle, a diez minutos de Logroño y muchas veces quien viene al pueblo es porque viene a visitarnos al restaurante”, añade.
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Para explicar su proyecto, le gusta empezar por el principio. “Somos tres chicas. Nos conocen más por 'las Hermanas Loro' y empezamos a trabajar aquí en el bar que montaron mis padres en el pueblo. Dos nacimos en San Sebastián en los años setenta, menos la pequeña que nació ya aquí. Nos tuvimos que venir y abrimos un bar en el pueblo porque mi padre se cayó de un tejado de un cuarto piso y se rompió la pierna por veintitantos sitios. Teníamos seis, cuatro y dos años, así que llegamos a vivir a Sorzano y mis padres montaron un bar debajo de casa”.
En el piso bajo se abrió un bar, que fue de hecho durante años el bar del pueblo. “El nombre El Arriero se lo puso mi madre, por los arrieros que eran los transportistas de la época. De hecho el cartel lo hizo un artesano de Navarrete a mano, es un burro cargado de cántaros con un señor descansando. Mi abuelo tenía una finca por la que pasaba un camino de arrieros, y era el único sitio por el que se veía gente diferente, algo llamativo, y por eso le pusieron ese nombre”.
“Desde el principio estamos las tres, siempre”, recuerda con orgullo. “Nos llevamos apenas dos años cada una, y con catorce ya estábamos poniendo cafés. Yo hacía los deberes en una mesa del bar, y los señores mayores de la partida me enseñaron a contar con las cartas. Después de años, el bar se cerró durante un tiempo”.
Una nueva etapa
“Cuando decidimos volver a abrirlo nosotras”, continúa, “fue porque estaba cerrado por mis padres. Mi hermana era jefa de cocina en otro sitio, las otras dos teníamos una empresa de decoración, y nos unimos para volver a hacer un proyecto nuevo y diferente y lo hemos ido modelando a las circunstancias, algo que cualquier emprendedor sabe que es imprescindible”.
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Un restaurante familiar y pequeño volvió a la vida. “Vivimos encima del restaurante. Hay seis mesas, mi hermana está en la cocina con otra señora, yo estoy en sala y los fines de semana somos otra persona más. Normalmente tenemos las ideas muy claras, somos tres personas con una forma de pensar diferente, claro, las tres somos muy emprendedoras y muy inquietas, pero nos llevamos bien”.
“La idea era hacer una hostelería muy nuestra, y como justo hicieron un campo de golf al lado, así que abrimos algo más como restaurante, con menú del día”, describe. “Vino la crisis y, de dar 80 menús, de repente pasamos a 20 y de repente a ninguno. Así que nos tuvimos que poner las pilas: nos presentamos al campeonato de pinchos de La Rioja cuando estábamos a punto de cerrar, lo hicimos porque nos llegó una carta para el último día de presentarse”.
“No teníamos mucho tiempo para pensar”, continúa relatando, “así que decidimos hacerlo cocinando rabo de toro, ‘le damos una vuelta’, dijimos, así que hicimos un capuccino de rabo de toro y ganamos. Estábamos en el campeonato, y uno que estaba un poco picado nos dio la idea de ir al nacional… nos apuntamos y nos llamaron, pensábamos que llamaban a todo el mundo, y luego nos dijeron que estábamos sólo cuarenta y cinco seleccionados de entre más de dos mil. Y resulta que durante doce años desde entonces en el campeonato nacional hemos estado finalistas o premiadas. Hemos sido la barra más premiada de La Rioja”.
“A continuación”, añade, “después de esa etapa de barra y pinchos, hicimos un comedor para avanzar gastronómicamente”. Se refiere a la mantequilla ecológica con hierbas frescas, o al corte de cardo y almendras… “No tenemos carta, hacemos una cocina de mercado y temporada. No queríamos tener una carta normal, para lo mismo, nadie se desplazaría al pueblo, teníamos que ofrecer algo diferente. Una cocina de mercado, de temporada, con nuestra presentación”.
“Cuando le dijimos eso a mi madre”, explica, “que no íbamos a tener carta, nos dijo ‘¿qué estáis, locas?, ¿que la gente va a comer lo que vosotras queráis?’. Pero ha funcionado muy bien finalmente, hacemos un menú de mercado que cambia cada mes y medio o dos meses. Ahora empezamos después de El Pilar con el menú de otoño, que tiene ocho pases y sale por 48 euros, con setas, claro, y platos de cuchara. Sólo abrimos los fines de semana”.
Sobre este menú de degustación estacional, han ajustado los espacios porque “teníamos cuatro al año, pero perdíamos mucho producto de La Rioja, si tengo el espárrago, las alcachofas o guisantes, ¿por qué no definir temporadas más cortas? Decidimos hacerlo así y ahora hacemos seis al año”. Para ellas, su cocina “tiene un toque femenino, porque sí que es verdad que eso para mí se nota. Mi hermana es la primera mujer finalista en el Bocuse. Yo veo en ella su delicadeza para emplatar”.
Otros proyectos
Su madre, una auténtica inspiración, tiene 75 años. “Ella nos dice ‘no paráis’ y tiene razón, pero también ha trabajado mucho. Nos gusta evolucionar y pensar cosas nuevas”. De hecho, nuevas cosas llegaron. “Ahora tenemos el restaurante, un catering (que sirve a rodajes y eventos por la zona), un bar y una escuela de cocina con una tienda de productos gourmet, y también un obrador para un negocio online de croquetas”, explica. “Necesitas adrenalina, buscar cosas nuevas y ponerte retos”.
“Decidimos montar un bar en la zona de la Laurel, y como los bares que más funcionan son los especializados en una tapa, las bravas o el champiñón, llegó el momento de hacer un pincho estrella del bar así que decidimos hacer croquetas, que las personas las pedían pero de sabores”. Esta idea derivó también en un negocio online, Divina croqueta, ha tenido un éxito inaudito.
En paralelo, las hermanas Loro han creado en su pueblo “un atelier para impartir cursos de gastronomía. Hacemos masterclasses de cocina, desde una hora a cursos completos de diferentes tipos. Tememos un club de entusiastas de la gastronomía, con los que dos meses al mes cocinamos y cenamos juntos desde hace años. Para nosotras, la cocina es compartir. ¿Por qué no te voy a decir el truco de un plato? Si te gusta cocinar y lo harás después, lo compartiremos. Disfrutamos mucho de nuestro trabajo. Nos quitamos muchas horas, pero disfrutamos del trabajo bien hecho”.