Éxodo rural y maltrato en la precipitada maternidad de 'La Reina maga del temprano ombligo'
Fueron varias fuerzas las que confluyeron para ponerme en bandeja el título de mi libro, La Reina maga del temprano ombligo.
11 marzo, 2023 01:31Noticias relacionadas
Año 1954. Una menuda mujer, que calzaba un 34 de pie, queda embarazada del señor de la casa donde diariamente limpia y hace la colada. El aire que se respira en aquel entonces en aquella pequeña localidad de Badajoz no es sano para una madre soltera. Mi abuela se despide de su pueblo para iniciar una vida. Madrid la espera en una cocina grasienta de un bar.
Aquí empieza la historia de mi madre, su gestación improvisada, desgraciada, inoportuna, el internado donde se criará… Una historia que a muchos les resultará familiar, ya que lamentablemente estas situaciones eran muy frecuentes en aquella época.
Mi madre crece. Apenas conoce su cuerpo. Cuando llega la menstruación es una extraña, es sangre que se derrama y no se comprende. No hay una madre que explique lo que sucede. La figura materna es un ejército de religiosas. Los castigos velando a los muertos y viendo cómo se mueve el manto de la Virgen, o comiendo tocino lleno de pelos en un caldo que intenta parecer una sopa. Los castigos son golpes.
Como he dicho, mi madre apenas conoce su cuerpo. ¿Cómo pensar que un bebé saldría por la vagina? Los niños nacen por el ombligo. De esta certeza absoluta nace la figura de mi madre, “el ombligo, el temprano ombligo”, la precoz y precipitada maternidad de mi madre. La Reina Maga. ¿Por qué? No solo vivimos una vida. Vivimos muchas a lo largo de nuestro viaje. No dejamos de transformarnos. Cuando echamos la vista atrás y vemos quiénes hemos sido, a veces, no nos reconocemos. Esa capacidad del ser humano de transformación, de superación, de reinventarse, fue lo que me empujó a escribir la historia de mi madre.
Pero también, cuando miro al pasado, me asombra la capacidad de aceptación, de normalizar la infelicidad, de engullir el maltrato como algo que nos merecemos. Es lo que hay. Es lo que tenemos. Los recuerdos de mi infancia junto a mis cuatro hermanos, los duros momentos que tuvimos que afrontar y que sin duda han dejado huella en cada uno de nosotros, forman parte de mí y se han convertido en un libro.
Al leer la novela Me llamo Lucy Burton, de Elizabeth Strouth, me topo con el mismo desasosiego y ternura que me invade leyendo La Reina Maga del temprano ombligo. Elizabeth Strouth nos ofrece ese ambiente triste, raro, tóxico, de una manera muy sutil, en una conversación ordinaria, donde las barbaridades asoman sin que se lo espere el lector, como quien habla de la lluvia o del mal tiempo.
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Algo parecido sucede cuando nos sumergimos en el relato de la Reina Maga en un escenario donde los símbolos infantiles (ombligo, delantal, corbata, bigote, playmobil) desfilan en un aparente cuento de hadas. Los cinco playmobil nos hacen partícipes del desasosiego y despiertan nuestra ternura a la vez que ven pasar la vida esperando su salvación.
“La llamada”. Estaba a punto de coger el tren de cercanías en Atocha cuando sonó mi móvil. Un día le dije a un amigo: “He escrito la vida de mi madre. Lo he presentado a un premio literario”. Tenía la sensación de haberme vaciado por dentro de la mejor manera posible. Pero otro día, mientras fregaba la vajilla en mi cocina, pensé: “Qué tontería he hecho, lo que he escrito no vale nada”. Al día siguiente recibí la llamada. Había sido galardonada con un Premio Nacional. Tenía que contarle a mi familia que había escrito nuestra historia.
En La Reina Maga del temprano ombligo no existen los nombres, los apellidos, los rostros. Hay un absoluto respeto hacia todos los personajes. Solamente aparecerá en la historia el nombre de la Reina Maga, que irá intuyéndose a lo largo del relato, jugando con la perspicacia del lector, ofreciéndole la posibilidad de descubrirlo por sí solo.
La historia la protagonizan un delantal, una corbata, un bigote, un ombligo y cinco playmobil.
Los cinco playmobil recuerdan a Los autómatas de E.T.A Hoffmann, moviéndose en un ambiente lleno de desasosiego e incertidumbre, infantiles y adolescentes robots que flotan en una atmósfera contaminada y que aceptan una realidad que les ha tocado vivir sin haberla elegido.
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El libro es una novela completamente poemada donde encontraremos una fusión entre el reciclaje de los residuos y la capacidad del ser humano de transformarse. A medida que el lector vaya entrando en la historia comprenderá la importancia de “la basura” en la vida de la Reina Maga. “Nos devolvió la basura la sonrisa”, dice uno de los capítulos.
Es acogedor, confortable y claramente surrealista mi encuentro en una parte del libro con el ministro japonés Junichiro Kuizumi con su “regla de las tres erres” en la cumbre del G-8. Es una regla que me apetecía aplicarle a mi madre y a todas las reinas magas. “Reducir, reutilizar, reciclar”. Este sueño con Junichiro es un descanso para el lector, un universo onírico que nos permite escapar un momento de la realidad de los cinco playmobil y su madre.
Este libro, como digo, es un homenaje a todas las mujeres que han conseguido salir del maltrato, una esperanza a las que lo están sufriendo, a los hijos que están agazapados luchando entre crecer o seguir siendo niños por el miedo, para todos ellos nace esta historia sobre el papel.
Y para aprender a abrazar a la poesía, que se funde con la novela en La Reina Maga del temprano ombligo. Estoy convencida de que hay en el mundo muchas reinas magas, “capaces de convertir en estuco los escombros”, y a todas ellas les dedico nuestra historia.