La novela A través de un bosque de magnolios (SD EDICIONS) la tenía en borrador desde tiempo atrás. Algo más de doscientas páginas de las que era consciente que estaban por trabajar, personaje a personaje, más a fondo. Pero se cruzó en mi ordenador una biografía publicada el 2018… y este “bosque” siguió durmiendo en el cajón.
Una reflexión sobre la maternidad y la libertad
Cuando me enfrenté de nuevo al relato, sus protagonistas reclamaban más atención, y más visibilidad. Mi primera pretensión, era, esencialmente, hablar sobre la evolución de la mujer, la incertidumbre, la fragilidad y el valor con el que debía luchar hasta encontrar su lugar en una nueva sociedad, para dejar atrás definitivamente el sometimiento al que sus antepasadas habían sido reducidas.
También quería tratar la maternidad y mucho y sobre todo contestar (me) a una cuestión que, pese a mi carácter esencialmente independiente, nunca he resuelto bien: la libertad.
En el primer borrador había sólo dos protagonistas muy claros: Charlotte “Charlie” y su hijo Mateo. Con ellos estaba construido el relato de una burguesa parisina que huye de su confortable hogar para seguir el destino de Daniel, un músico hijo de un matrimonio republicano que, al poco de estallar la Guerra Civil, se había exiliado a París.
La joven pareja se instala en un pequeño pueblo en el sur de Francia, donde, unos meses después, nace Mateo, su único hijo. Y este nacimiento, lejos de ser un nexo aún más fuerte entre ellos, se convierte en un obstáculo y una carga económica que los distancia. Todo estalla cuando Charlie encuentra a su marido abrazado a otra mujer.
Matrimonio concertado
Hace las maletas y se va a Cannes donde vive Claire, su abuela materna. Es a partir de este momento cuando me encontré con que este personaje no quiso que pasara por alto su propia historia: un matrimonio concertado por los padres (celebrado en 1926), pese al deseo de ella de proseguir sus estudios. Un año después se celebra la ceremonia; a cambio, ella, durante unos meses, asistirá como oyente a la universidad donde conocerá otras gentes y un mundo inesperado.
El matrimonio, aunque se profesa afecto, no funciona no sólo porque ella nunca ha estado enamorada sino porque él es homosexual. Pese a ello, la pareja concibe un hijo. Pero son años en que la homosexualidad estaba duramente penalizada por lo que al novio le conviene este matrimonio, y ella resiste por temor a un escándalo que también puede afectar a su familia.
Así transcurren nueve años en un París de entreguerras; es el París de los años locos en los que Claire languidece en lugar de enloquecer. Hace de madre y lleva una aristocrática vida social con la firme decisión de conformarse con este destino. Todo cambiará el día que conoce a Ber Henik, hijo de un matrimonio judío amigo de sus suegros.
Ber va a Varsovia con el resuelto, aunque infructuoso propósito de convencer a sus padres para que dejen Europa y se instalen con él en Nueva York. Un tiempo después Claire se reúne con él. Ahí vivirán los enamorados, siguiendo llenos de angustia los avances de Hitler en Europa hasta el final de la guerra. En este punto, Claire comprende que debe regresar por su hijo y también por sus padres.
No es libre
De nuevo no es libre y lo acepta. Vuelve a París donde es recibida por toda la familia con alivio y alegría. Sin embargo, su hijo ya es un joven de dieciocho años que repudia a su madre, a la que apenas verá a lo largo de los años.
Una vez muertos sus padres, Claire se instala en Cannes donde decide que vivirá sola los últimos años de su vida, hasta que, inesperadamente, aparece Charlie quien, también alejada de sus padres, encuentra en su abuela un refugio lleno de afecto, pero también un talante exigente que la ayuda a madurar. Ocho años después, muere Claire dejando a su nieta una considerable parte de su gran fortuna.
Tras diez años de matrimonio y estrecheces económicas, a Charlie le cuesta asumir que el patrimonio recibido también conlleva responsabilidades que coartan su deseo de ser la mujer comprometida con una profesión para la que se necesita independencia. Pero, roto definitivamente su matrimonio, da el primer paso dejando el pequeño pueblo donde ha vivido esos años y se instala nuevamente en París.
Para su hijo Mateo este cambio supone dejar su particular paraíso, una infancia que siempre rememorará como idílica. Además, se siente muy solo, ya que ni conoce a nadie ni puede rondar a su aire entre vecinos como antes. Una soledad de la que lo rescatan sus abuelos paternos, el matrimonio republicano que -tras una difícil huida desde Barcelona- subsistió como pudo en Francia, escondiendo asimismo a Elías, un niño judío, durante toda la ocupación.
Una historia que atraviesa tres guerras y coincide con una nueva contienda
La paz llega a Europa, pero España sigue bajo el férreo mandato de Franco, lo que les impide regresar como tanto han deseado. Un regreso que aspiran ver realizado una vez muerto el Caudillo. Pero cuando esto sucede, pendientes del matrimonio de su hijo con Charlie, posponen su plan; más aún cuando ésta y Mateo se instalan en París. Tampoco ellos son libres. Ni lo será nunca Charlie, que acaba sus días como fotorreportera en la Guerra de los Balcanes.
Esta compleja historia que es una reflexión sobre el crecimiento y búsqueda de uno mismo, el amor y el desamor, sobre el matrimonio, las diferencias sociales; sobre las relaciones familiares, la lucha de la mujer, la esencia del hombre, la pasión, la amistad, la traición, la vejez y la muerte, es también un canto a la naturaleza, la cultura y la poesía y da fe asimismo de un adiós nostálgico y definitivo al “mundo de ayer”.
Lo que no ha impedido que en la última corrección contemplara con tristeza que muchas de mis páginas, que atraviesan tres guerras, coincidiera con una nueva y cruel contienda en el corazón de Europa con imágenes idénticas a las que plasma la narración. ¿Cambiará el mundo algún día?