La escultora y pintora Olga Andrino: “Las multitudes nos amparan, pero nos deshumanizan también”
La pintora y escultora afincada en Madrid nos habla de sus multitudes y de una de sus últimas obras, un enorme conjunto escultórico que representa el ODS 10 en un parque en Qatar.
12 enero, 2023 02:33Se tiene la sensación mientras se camina por el jardín de Olga Andrino (Burgohondo, Ávila, 1959), hasta llegar por un sendero circular a su estudio detrás de su casa en las afueras de Madrid, de que esta pintora y escultora, conocida por sus “multitudes” y “muchedumbres”, disfruta especialmente de la soledad o de la pequeña reunión.
[Amanda W. Dotseth, directora del Museo Meadows: un pequeño 'Prado' en Dallas]
El jardín, ciertamente original y diseñado por ella misma, se compone de círculos que crean diferentes ambientes, zonas redondeadas en las que no caben de hecho tantas personas simultáneamente: como si lo hubiera dibujado circunscribiendo tramas de potenciales encuentros.
Se escucha ópera cuando empuja el portalón del estudio, María Callas y Puccini, concretamente. Algo indica que ella suele trabajar de noche en ese espacio, lo que confirma después. Quizá los espacios que se viven en la madrugada mantienen algo de su libertad nocturna siempre. Se acumulan lienzos, maquetas, esculturas, libros y recortes, alrededor de una silla de director y un sillón.
Por el camino, saluda a magasIN su marido, el conocido José Manuel Lorenzo, que sale de la casa con unas gafas azules. En cierto modo, la creatividad de Andrino es ecléctica (a lo largo de la conversación mencionará muchas inspiraciones), pero remite en su producción a un mismo asunto: el ser humano y sus agrupaciones, y las implicaciones formales y filosóficas de esa idea de grupo.
“En realidad, siempre soy escultora”, explica, “porque me encanta el volumen, mi escultura es pictórica y mi pintura es escultórica. Hay una parte de este cuadro, ¿lo ves?, que es escultura, es como bajorrelieve”. Y en esa acción de crear volúmenes, hay momentos, según ella misma explica, en los que pierde la noción de su propia mano, “es como si Dios te la llevara, recorriendo un rostro o un brazo, por explicarlo de algún modo”.
Su nombre significa etimológicamente “sublime”, pero alude a una historia personal: “como no nos podían bautizar con nombres que no tuvieran María delante, entonces mi madre tuvo que pelear con todo el mundo para que yo me llamase Olga, porque era un nombre demasiado moderno para la época; el cura que me quiso bautizar, lo hizo finalmente con el nombre María Olga, de hecho en mi partida de bautismo pone María Olvita, porque el que lo escribió no debió de verlo bien”.
En una conferencia reciente, el artista Miquel Barceló explicaba cómo a menudo no se reconoce el esfuerzo físico que representa el trabajo de artista. Cuando está en su estudio de Galicia, o de Ibiza, otros dos lugares en los que trabaja, suele hacerlo a la intemperie, y a veces se olvida el paso del tiempo, y lo hace bajo la lluvia, las tormentas o el fuerte viento. En Madrid, algunas noches, Andrino explica cómo, cuando ya no puede más, y le duele el cuerpo de trabajar tantas horas seguidas, no va directamente a acostarse. Se da un baño de sales, que tiene o al menos le sugiere, “un efecto antiinflamatorio”.
No cree en el sistema del arte español, pero tiene cada vez mayor reconocimiento internacional: una de sus obras se ha instalado en una exposición reciente para UNESCO en París, un enorme conjunto escultórico acaba de inaugurarse representando el ODS 10 en un parque en Qatar, y los coleccionistas se interesan cada vez más por sus trabajos.
“Mi primer recuerdo artístico sería mi emoción por los árboles”, explica. “Con diecisiete años me fui a Londres a trabajar y aprender inglés y llevé mi caja de óleos y unos cartones para pintar árboles y empecé a pintarlos allí porque me lo permitían en la casa: el óleo al ser con aceite mancha mucho y mi madre no me dejaba usarlo. A mí me encantaba dibujar desde pequeña, no tenía un gran mundo de imágenes pero reproducía las que me gustaban, me interesaba reproducir el dibujo exacto, demostrar que sabía dibujar”.
Luego describe sus “experiencias estéticas”. Relata tres, o cuatro, “la primera con la obra de Goya, con el colegio, El Perro semihundido para mí roza lo sublime, además es un trozo de pared traspuesta a lienzo, pero no es un cuadro. En Goya descubrí los retratos y cómo como lo dejaba inacabados, eran muy modernos, en un momento dado ya no pinta más: era un genio y se anticipó mucho al arte moderno. Con él se descubre una forma de pintar, para mí Goya es una inspiración absoluta”.
También reconoce el impacto que le causaron El Jardín de las Delicias de El Bosco en el Prado, y el artista “con el que yo me he encontrado, que cuenta lo que yo contaría, es Anselm Kiefer. A veces me relacionan con Juan Muñoz, es verdad que cuando vi aquella exposición que le hicieron en el Retiro me dejó impresionada, pero no lo considero una inspiración directa. Sí que lo es Kiefer con sus almacenes de estrellas, sus soledades… por decirlo así, es un artista que tiene un mundo interior similar al mío o al menos en el que yo me reconozco”.
“De todas maneras”, continúa, “yo siento que a mí no me inspira la forma de pintar de alguien sino una pieza en sí. De repente, mira el caso de Goya, con una diagonal y una pequeña cabecita puedes conseguir algo así... luego no se trata de imitar el trazo, porque es imposible, sino de entender que cuando hagas un retrato lo puedes resolver con una mancha o con una línea, y que resulte más expresivo. La pintura se encuentra muchas veces, no siempre se puede buscar”.
La razón del color
Le interesan muchas cosas del arte, ¿qué no le interesa?
La falta de factura en el arte, cuando encuentro piezas que están resueltas demasiado rápido y a las que les falta proceso de trabajo. No es que rechace el arte conceptual, a veces me gusta mucho [explica cómo conquistó Yoko Ono a John Lennon, “plantando árboles por Nueva York”].
¿A cuál se refiere entonces?
Hay otro arte, por ejemplo, que consiste en acumular montañas de papel en una feria, pero que no es histórico, es anecdótico, cuando el arte se convierte en anécdota no me gusta. Algunos artistas incluso se toman el arte de una manera jocosa, y el vale todo al final se convierte en no vale nada. Una pieza tiene que respirar misterio pero también factura.
¿Qué opina del sistema del arte español?
Hoy en día muchos galeristas no apoyan a los artistas españoles, sino que trabajan por su prestigio personal, no son como los Leo Castelli, que descubría a los artistas y los apoyaba. Las galerías a veces necesitan cierto caché, que lo da estar en ferias de arte, y entonces se dotan de artistas extranjeros con gran nombre. El talento local a menudo no tiene sitio.
Y sin embargo, los artistas encuentran la manera de trabajar…
Yo no tengo ninguna estrategia. El asunto de Qatar, por ejemplo viene de una pieza que hice en París en la UNESCO, una muchedumbre que intenta entrar en una escuela y la escuela está en ruinas. A partir de ahí, me solicitaron una pieza para Qatar, encargaron obra pública con los diecisiete ODS y a mí me asignaron el objetivo número 10, que es el de reducir las desigualdades.
¿Cómo fue el proceso?
El trabajo lo tuve que hacer veinte días. Ahora me siento exhausta y también con mucha responsabilidad, preferí hacerlo en mi estudio de Galicia y salió muy bien, ha sido complicado el transporte, y siempre lo es, porque son piezas muy pesadas. Para mí es un gran paso como escultura de obra pública, eso de resolver la intemperie…
¿Es el rojo su color preferido?
Es un color que me lleva, el rojo, en la escultura y en la pintura y no sé explicarlo. El rojo cadmio o rojo Ferrari cómo se llama ahora en los colores actuales. Cuando expuse en Nueva York en el Cervantes, un amigo dramaturgo que tiene el taller en Queens me dedicó un poema de Lorca, el de la sangre, de “Poeta en Nueva York” sobre la sangre y las multitudes. Él vio el rojo como la sangre y siempre me recuerda ese poema… puede ser. En el de los refugiados y en las piezas que he montado en Qatar no puede tratarse de otro color. Son personas que vienen caminando y tendrán heridas, ¿sangre? Es muy posible, es un rojo que se justifica.
¿De dónde cree que viene esa fascinación por las multitudes?
De las lecturas de Kapuściński, de la tesis de Azaña, de sus textos sobre las multitudes, según los cuales el hombre cuando se sale de su individualidad ya puede hacer cualquier locura. Muchas cosas que hacemos no seríamos capaces de hacerlas solos, las multitudes amparan pero nos convierten a veces en algo que no queremos, nos deshumanizan.
¿Por qué la atrae trabajar siempre con tanta densidad de personas?
Tiene más trabajo, pero lo dramático aumenta también, es más angustioso, pero todo eso me viene de ese amor a la tercera dimensión. Ahora en las once piezas de Qatar… la escultura tiene que tener grandiosidad, dramatismo.
La conversación termina con Andrino recordando una cuarta inspiración que no recordaba, pero que le encanta, son Los Burgueses de Calais de Rodin. Y concluye con una reflexión, quizá existan dos caminos para conseguir la deseada universalidad de la pieza artística figurativa, “reducirlo todo a una síntesis, o crear una muchedumbre, un conjunto de personas”.