Los rituales de belleza japonesa se encuentran en tendencia en todo el mundo occidental. Y no solo por sus increíbles productos como cremas y lociones, que cada vez son más fáciles de encontrar en todo tipo de comercios destinados a la venta de artículos de belleza, sino por cómo deben ser aplicados sobre las distintas partes del cuerpo, especialmente en la zona del rostro.
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Para encontrar su origen hay que remontarse a la época de los Samuráis en Japón. Antes de cada batalla, se les realizaba un masaje para ayudarles a equilibrar su energía y mantenerse enfocados en la pelea. Otras fuentes apuntan a que también les ayudaba a tener un aspecto terso en la piel del rostro, luciendo una apariencia más ruda ante sus contrincantes.
Otras voces expertas apuntan a que sus raíces se encuentran inspiradas en la realeza japonesa, en especial a la emperatriz y su corte, a quienes se les realizaba como un tratamiento facial embellecedor. Lo que es evidente es que se trata de una arraigada tradición de la medicina oriental, que llega hasta nuestros días y que se ha convertido en una conocida terapia de carácter holístico.
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¿En qué consiste?
El masaje facial japonés o kobido se trata de un ritual de belleza imprescindible. Gracias a su popularidad es posible encontrar guías que orientan sobre cómo hacer la aplicación de productos paso a paso. Este tipo de terapia facial busca relajar los músculos del rostro a través de pequeños toques, masajes y digitopresiones. Es tarea del terapeuta en hacerlo adaptando la intensidad y las técnicas que precisan cada tipo de piel.
Los beneficios que aporta esta técnica no solo están enfocados a cuestiones meramente estéticas, sino que también ayudan a reducir los niveles de estrés, contribuyendo a la armonía entre la mente, el cuerpo y el espíritu gracias a la estimulación de puntos energéticos de la acupuntura y meridianos.
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¿Qué aporta?
Desde un punto de vista estético, también promueve la mejora de la circulación, ayudando a una mejor oxigenación celular, dando un aspecto rejuvenecedor y luminoso a la piel. Además, promueve el rejuvenecimiento facial, pues disminuye la flacidez y a contornear el rostro. En este sentido, ayuda a la producción de colágeno, lo que permite la reducción de arrugas y líneas de expresión.
A todo esto cabe sumarse la estimulación del sistema linfático, lo que ayuda a la eliminación de toxinas o a reducir la hinchazón, especialmente en aquellas zonas conflictivas como las bolsas en los ojos. Asimismo, también refuerza el sistema inmunológico a causa de la mejora en la circulación y la reducción del estrés.
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Gracias a todos estos numerosos beneficios se recomienda especialmente a aquellas personas con visibles signos de envejecimiento, con piel estresada o fatigada, así como aquellas que presentan trastornos en la piel como el acné o la rosácea (siempre bajo supervisión médica). Además, es apto tanto para hombres como para mujeres.