Esther Pineda (1985, Venezuela) es doctora en Ciencias Sociales, socióloga especializada en Estudios de la Mujer, investigadora de temas de género, política y discriminación racial a las personas afrodescendientes y escritora de numerosos ensayos. Entre ellos, Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra las mujeres (Ed. Prometeo), en el que desarrolla el concepto de violencia estética, que acuñó en 2012, y que da mucho que pensar.
Ella, como mujer afrovenezolana, vivió la violencia estética en sus primeros años a través del racismo por parte de compañeros, compañeras y docentes. Luego, "las niñas negras y las niñas gordas son quienes comienzan a vivir la violencia estética" a través de manifestaciones sexistas y gordofóbicas a medida que participa de lo social, "a las cuales se le suman las manifestaciones sexistas durante la adolescencia y la vida adulta". Admite que en su familia siempre reforzaron de manera positiva su imagen, pero aún así, durante toda su infancia, le acompañaron la discriminación, las burlas y la ridiculización de su imagen por "inadecuada". Un acoso que se cebó especialmente con su cabello afro, sus labios carnosos, su nariz ancha, entre otros rasgos físicos objeto de crítica que llegaban también de los medios, la publicidad, el cine, etc.. Una violencia que a día de hoy se reproduce en redes sociales.
"Todo el mundo hace comentarios sobre los cuerpos de otros, de las mujeres, da consejos gratis sobre qué debes hacer o te sugieren de qué te puedes operar para verte mejor pese a los riesgos que corres". Tras conversar con multitud de mujeres y comprobar que compartían ese malestar, esa inconformidad con sus propios cuerpos, estando algunas de ellas dispuestas a pasar por procedimientos estéticos para ganar en "belleza", Pineda se dio cuenta de que era necesario crear una nueva categoría sociológica de pensamiento crítico para cuestionar y reflexionar sobre la construcción de los estereotipos y los mandatos de belleza en sociedad.
"Es importante formarnos en estos temas", dice, en alusión a los docentes: "No solo para no reproducir esta discriminación en las aulas, sino para poder hablar de ello y problematizar, porque las escuelas suelen ser el espacio primario de la violencia estética". De esta forma, a medida que crecemos, se normaliza una demanda constante de feminidad y delgadez en todos los órdenes.
Su experiencia personal se enmarca en la sociedad venezolana, que "como en toda América Latina, hay concepciones racistas muy marcadas que presionan para que las mujeres respondan a ese canon de belleza", señala la socióloga: "Una sociedad profundamente orgullosa de haber obtenido más coronas de Miss Universo, Miss Mundo, y en la que están muy normalizados los procedimientos estéticos".
Hace muchos años que trabaja en este concepto hasta que ha podido articularlo en Bellas para morir. ¿Cómo define la violencia estética?
Ha sido una de mis grandes preocupaciones y no he dejado de trabajar en ella desde que mi primera mención al concepto en 2012. En Bellas para morir defino violencia estética como el conglomerado de reacciones, instituciones y formas de discriminación que se ejercen sobre las mujeres para presionarlas y que respondan a esos cánones de belleza. Presiones que incluyen el bombardeo mediático, social, familiar. Es la resistencia, digamos, a aceptar, a entender y respetar los cuerpos de las mujeres tal como son en todos los espacios en los que hacemos vida.
La violencia estética se refiere también a la manera en que se encauzan esas presiones, ya sea mediante la realización de procedimientos estéticos o a través de otras fórmulas, así como las consecuencias psicológicas, sociales y físicas que ejercen sobre el cuerpo de las mujeres. Lo planteo para dar cuenta de todos esos factores, de todos esos elementos que participan en la configuración de estos esquemas de expectativas y cánones de belleza sobre las mujeres.
¿Cuáles son los pilares sobre los que se erige la violencia estética?
En primer lugar, es sexista porque se ejerce principalmente sobre las mujeres: se les exige y se les demanda la belleza como un requisito ineludible, imprescindible y definitorio de la feminidad. En nuestras sociedades patriarcales, una mujer que no está preocupada por su belleza es puesta en duda y hay críticas a su figura. Hay cuestionamientos e interpelación a su sexualidad y a su preferencia sexual afectiva.
El canon de belleza, por supuesto, también es racista, porque los imaginarios que se han construido de la belleza a lo largo de la historia se han organizado siempre en torno a la blanquitud. Todas las referencias muestran a una mujer blanca, rubia, esa figura que se vincula con la ninfa o con la Virgen, que por supuesto es blanca, y que está muy presente en los países de América Latina. Entonces, quedan excluidas las mujeres no-blancas, es decir, que las mujeres racializadas, sean indígenas, sean afrodescendientes, no forman parte del canon de belleza.
Las pocas oportunidades en las que las mujeres racializadas son consideradas hermosas desde la industria de la belleza, generalmente son mujeres que han logrado blanquear su imagen: a veces blanqueando su piel o bien alisándose el cabello, utilizando lentes de contacto de ojos claros o a través de la modificación de sus facciones mediante la cirugía estética. Sobre todo, y en el caso de las mujeres negras, la nariz es un símbolo de la herencia africana. Hay un intento de ir borrando todo aquello que hace referencia a su pertenencia étnico-racial.
El tercer pilar de la violencia estética es la gordofobia, porque todos los modelos de belleza que tenemos y que se han construido en esta sociedad son delgados. Hay una presión social muy fuerte y que ha estado presente en todas las etapas. Por mucho que haya cambiado el canon de belleza, cada vez la exigencia de delgadez es mayor.
Y también la violencia estética se sostiene en la gerontofobia: el miedo irracional, exacerbado, a que sus cuerpos muestren ese proceso de envejecimiento. Esto ocurre porque en nuestras sociedades se privilegia la imagen de la juventud, los rostros y cuerpos juveniles, que se asocian a la salud, la vida, la frescura, mientras que la vejez se asocia a la enfermedad, la decadencia y, sobre todo, a la muerte. Por eso hay toda una industria que se sostiene vendiendo infinidad de productos, servicios y recomendaciones orientadas a ocultar y retrasar el envejecimiento...
Los pilares de la violencia estética nos hablan del cuerpo como fenómeno social y cultural.
Muchas de las categorías vinculadas a la corporalidad han sido despolitizadas o desprovistas de su carácter crítico al haberlas subordinado a un pensamiento de autoayuda o, incluso, un pensamiento mágico. Como si repitiendo enunciados bastase para cambiar la realidad.
Entender o debatir sobre la violencia estética no la hace desaparecer, pero sí nos hace tomar conciencia de los agentes de socialización -la escuela, la familia, los medios, etc.- que están ahí bombardeando con estos estereotipos y mandatos de belleza. También están las industrias que participan: la cosmética, la quirúrgica, la farmacológica, que nos necesitan inconformes y con malestar para que podamos consumir sus productos. Porque si nos sintiéramos perfectamente bien con nuestros cuerpos y con nuestra imagen, todo sería muy distinto.
Entonces, comprender la violencia estética nos ayuda a mejorar nuestra relación con nuestro propio cuerpo, la forma en que nos relacionamos con otros, minimizando esos juicios y expectativas ajenas. Y, por supuesto, cambia la forma en la que consumimos productos audiovisuales y publicitarios, entre otros.
¿Cuál es el canon de belleza imperante?
Desde los inicios del siglo XX la idea de la delgadez se impone como referencia de la belleza femenina, y a partir de ahí no desaparece. Es el canon estadounidense. Sin embargo, esta extrema delgadez, que evoca a las modelos y las misses ha convivido con la figura de la chica pin-up o la chica del calendario, que tiene grandes proporciones y un cuerpo hipersexualizado, como viene a representar la conejita de Playboy.
Esa convivencia la vemos, por ejemplo, en las mismas hermanas Kardashian, donde una Kim Kardashian representaba hasta hace poco la figura de la chica del calendario, junto a una hermana como Kendall Jenner, que representa esa figura de la extrema delgadez. Kim Kardashian ha transformado su imagen hacia este mismo canon.
Las industrias de la moda, la cosmética y farmacológica están incorporando mujeres racializadas y cuerpos no normativos en sus campañas comerciales ¿Cómo lo analiza?
Esta incorporación de la diversidad no es casual. No es por buena intención de las marcas o porque ya no exista en la industria concepciones sexistas, racistas, gerontofóbicas y gordofóbicas. Esto guarda relación, en primer lugar, con los intentos de apropiación del discurso de la diversidad corporal por parte de las grandes corporaciones de la industria de la belleza.
En segundo lugar, con ello se busca evitar las críticas y los señalamientos contra las marcas por la ausencia de diversidad. Por último, se trata de atraer como consumidoras de sus productos y servicios a esas mujeres tradicionalmente obviadas, ignoradas y desestimadas por la industria, hacia quienes nunca dirigieron sus productos y servicios, pero que ahora son vistas como consumidoras reales y potenciales.
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¿Qué papel juega la belleza en la presencia y representación de las mujeres en los espacios públicos y de toma de decisiones?
La belleza es un elemento distractor y disuasorio para la participación de la mujer en los espacios de producción de conocimiento, de poder y toma de decisión. Una mujer preocupada por la belleza, que invierte su tiempo y recursos económicos en satisfacer la expectativa que se tiene sobre su imagen, es una mujer con menos tiempo para participar en los espacios de construcción de lo social: distracción de las mujeres que los hombres, como grupo social, aprovechan para mantener el monopolio del conocimiento, el poder y los recursos.
Además de ello, se ha instalado en el imaginario social la idea de que si una mujer es bella no necesita conocimiento, poder o recursos económicos porque le bastará su belleza y la explotación de esta para obtener todo lo que necesite. Esta es una narrativa que, por supuesto, contribuye a estereotipar y estigmatizar a las mujeres que responden al canon de belleza, pero sobre todo, contribuye a desmovilizar la participación de las mujeres en los espacios de decisión en aras a privilegiar y priorizar la persecución de la belleza.
¿Todos participamos de la violencia estética?
Sí, yo creo que está tan presente en nuestra vida cotidiana que constantemente estamos expuestas a la violencia estética. No sólo por comentarios explícitamente discriminatorios por responder o no al canon de belleza o porque hay mujeres que se ponen en riesgo durante la realización de un procedimiento quirúrgico. También estamos constantemente consumiendo productos y servicios que se imponen cada vez más.
Por ejemplo, toda esa industria del skin care. Nadie está cuestionando la realización de los autocuidados, pero cuando estas rutinas involucran diez productos... Yo creo que hay que comenzar por lo menos a cuestionarse, ¿no? El punto es cuando los mandatos de belleza están tan interiorizados que hay mujeres que temen salir sin maquillaje a comprar el pan o el periódico, por ejemplo, por cómo van a reaccionar las personas que las van a ver. Por sentir que están feas, que no están arregladas porque no están maquilladas.
Entonces, el maquillaje funciona de alguna forma como una máscara que te pones siempre que tienes que presentarte en sociedad. Y, por supuesto, esto crea situaciones de aislamiento social: "Si no luzco de tal forma estoy impresentable". Así que no sólo tiene consecuencias psicológicas, sino también sociales porque restringe y aísla a la persona de las posibilidades de interacción, de disfrute, de compartir, de intercambio.
Hay ciertos servicios y productos especialmente invasivos o agresivos.
Otro ejemplo son los productos del alisado del cabello. Se ha identificado en los últimos años que pueden generar problemas renales y cáncer. O también las lámparas de ultravioleta para hacer manicuras pueden generar cáncer. Ni hablar de los cada vez más extendidos: el ácido hialurónico y otras técnicas para modificar temporalmente las facciones, como las rinomodelaciones, o las maxibocas a través del relleno de los labios.
Por supuesto, tanta aplicación de rellenos en el rostro va a generar en algún momento la migración de esta sustancia a otras zonas, además de la modificación de la fisonomía del rostro. Y ni hablar de procedimientos más invasivos, como la cirugía estética. Se están viendo cada vez más casos del síndrome de ASIA entre mujeres que están entre los 35 y los 45 años, que se realizaron hace una o dos décadas los implantes mamarios y comienzan a explantarse.
Otro procedimiento quirúrgico extremadamente invasivo es la lipotransferencia, conocida como el lifting brasileño, y que tiene uno de los mayores índices de mortalidad. También hay muchas mujeres que viven con las consecuencias de haberse realizado procedimientos estéticos no legales bajo engaño, como la aplicación de biopolímeros.
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O sea, que las mujeres son criticadas por no ajustarse al canon de belleza, pero si se realizan un procedimiento estético también son culpabilizadas.
Sí. Hay una tendencia a culpabilizar, a revictimizar a estas mujeres que ya son víctimas de estos procedimientos. Pero cuando una mujer que se realiza un procedimiento de estos muere o se queda con graves afectaciones de salud, toda la sociedad tiene responsabilidad, empezando por unos medios que la bombardean constantemente con una expectativa de belleza. Tienen responsabilidad las personas que hacían comentarios discriminatorios sobre su cuerpo y su figura.
Otras famosas han estado en el punto de mira por haberse realizado procedimientos estéticos.
Madonna en los premios Grammy es un ejemplo de ello. Se viralizó su imagen. Todos los medios estaban reseñando cómo su rostro estaba había cambiado drásticamente sin hablar de la industria que le demanda modificar su imagen para mantenerse joven y seguir vigente.
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¿Qué se supone que obtienen las mujeres al modificar sus cuerpos de acuerdo con lo normativo?
El mensaje es que si somos bellas y respondemos a ese canon de belleza vamos a tener mayor aceptación social, vamos a ser más queridas, más aceptadas, más validadas por nuestro grupo familiar, por amistades y, sobre todo, por la pareja. Porque una de las ideas está muy presente es que la belleza es un habilitador del amor.
Pero también se nos insiste en la idea de que si somos bellas y respondemos al canon de belleza, si nos aproximamos a él mediante la realización de procedimientos estéticos, también vamos a tener mayor éxito laboral y personal, es decir, vamos a ser más reconocidas, vamos a obtener mayor visibilidad y posiciones en nuestro trabajo. Es decir, se insiste y se vende a las mujeres como un mecanismo de obtención del éxito, la validación, la aceptación y el amor en sociedad.
¿Se puede revertir la violencia estética?
Podemos aprender a relacionarnos de otro modo que no sea discriminador, que no sea agresivo. Y para lograrlo, esto implica información, sensibilizar a nivel escolar, a nivel mediático, y también hablarlo. Porque muchas personas hablan de esta violencia en un espacio cerrado, o en terapia si acaso, pero en la medida que comenzamos a hablarlo con otras personas, empezamos a no sentirnos tan solas.
Hay quienes han crecido creyendo que el problema son sus cuerpos por no responder al canon de belleza y sintiendo que solamente ellas lo han vivido. Nos damos cuenta de que a la mayoría le ha pasado, sea por su peso, por su edad, por el color de su piel, por no responder a uno de esos dos cánones de belleza. A medida que socializamos la experiencia y reflexionamos sobre ello nos damos cuenta que podemos cambiar la forma que nos relacionamos con el otro.