La anorexia no es no comer. Es una nada que come. La definición que otorgó el psiquiatra Jacques Lacan a este trastorno de la conducta alimentaria (TCA), quizá, no es la más larga, tampoco la más científica, pero sí es la más aproximada a lo que cuentan los supervivientes y dolientes de esta enfermedad. Ponerle palabras a lo que es capaz de causar en un ser humano es algo que muy pocos pueden hacer. Tal vez por desconocimiento, por vergüenza o porque el control que ejerce sobre una persona traspasa los límites del conocimiento.
Elisabeth Karin es una de las supervivientes. Ella tampoco es capaz de definir un TCA, pero sí de dibujarlo. Su forma, un monstruo. Su nombre, Nore, de anorexia. Su relación con este monstruo la explica como la de una pareja tóxica: "Te controla, te manipula… pero cuando estás con él te aporta seguridad y control", sentencia en su charla con EL ESPAÑOL.
En su libro, Comiendo con miedo (Astronave), esta joven narra los casi 10 años de convivencia con su 'maltratador'. Él entró en su vida como lo suelen hacer, en un momento bajo y ofreciendo promesas que camuflaban su deseo de dominio y control "Empezó cuando yo tenía 14 ó 15 años. En esa época de mi vida pasaron muchas cosas, viví muchos cambios y no supe cómo gestionarlos", recuerda.
"El caso es que yo era una chica muy delgada y, en ese momento de descontrol, mi cuerpo también empezó a cambiar y pensé: 'No, esto también no'. Así que me puse a dieta, a hacer ejercicio… Mi entorno me alababa esta actitud y me decía que lo estaba haciendo muy bien, así que yo seguí y seguí hasta que ya no supe parar".
El caso de Elisabeth es el ejemplo perfecto para ilustrar que los TCA, como la anorexia y la bulimia, no nacen necesariamente de un problema con el físico. "No son un problema con la comida, pero son un problema que se refleja en la comida", aclara la joven. Estos monstruos se apoderan de sentimientos más profundos que la idea de belleza y canalizan su poder a través de los alimentos. Son, efectivamente, la nada que te come.
"A pesar de que la obsesión con la imagen corporal y la alimentación, así como los comportamientos relacionados con ellos, son distintivos de estos trastornos, no son más que la superficie de un problema mucho más complejo", sentencia Ilyana Arbulu, psicóloga clínica en Mind Group especializada en trastornos de la conducta alimentaria. La experta ratifica el testimonio de Elisabeth, los TCA "proporcionan una sensación de control frente a una situación o emoción a la que no se sabe hacer frente".
Agravado por la pandemia
El drama de que este problema tenga unas raíces tan profundas y tan poco precisas es que su erradicación se vuelve una tarea muy complicada. Además, los últimos estudios que se han realizado sobre su prevalencia no invitan al optimismo. La pandemia ocasionada por la Covid-19 ha hecho que las cifras se vean multiplicadas, como advierte una investigación llevada a cabo por la Universidad de Cambridge y que aporta uno de los pocos datos que se tiene sobre TCA e incidencia actual. Según este estudio, estos trastornos se han incrementado un 15,3%.
Por ejemplo, el caso que vive la familia de Sara, una joven que pide anonimato para su hermana, se diagnosticó en la pandemia. Ella necesita hablar porque quiere exponer también los daños mentales que sufren aquellos que tienen que ver como la anorexia transforma a un ser querido. "Todavía recuerdo el día que ingresaron a mi hermana. Ese momento destrozó a mi familia de una manera que no puedo describir. No lo entiendes, no comprendes cómo sucede esto y qué puedes hacer para solucionarlo". Toda la familia ha tenido que ir a terapia que se aplica cuando se activa el protocolo de emergencia para estos casos. A día de hoy, siguen luchando.
La batalla es una constante. Las recaídas, otra. "En mi caso fueron años de terapia. Me ingresaron tres veces y tuve muchas recaídas", confiesa Elisabeth. Ilyana Arbulu explica que, para conseguir un tratamiento eficaz, hay que evaluar primero al paciente, regularizar la alimentación e ir normalizando su relación con la comida. Por último, señala lo vital del mantenimiento de logros y la prevención de recaídas, "ya que son trastornos de una gran complejidad y que tienden a cronificarse cuando no se tratan adecuadamente".
Además, la experta incide en la importancia del trabajo en paralelo con los problemas psicológicos que acompañan a las TCA: ansiedad, depresión, ideas de suicido…La anorexia, de hecho, tiene una de las tasas de mortalidad más altas de todos los trastornos mentales. Según detalla este ensayo de The Lancet Psychiatry hay cuatro veces más de probabilidades de suicido si se padece anorexia que si sólo se tiene depresión.
Por estos problemas, trabajar en más estudios epidemiológicos es algo que reclama la comunidad científica. Los TCA necesitan de más investigación. Su propia historia demuestra todos los vaivenes que se han ido dando sobre ella: ascetismo, histeria, rebeldía, idealización de la delgadez… Este último factor es el que predomina en nuestros tiempos. Craso error. "He visto a gente lamer un lavabo de hospital sucio con la esperanza de contraer una infección viral que suprima el apetito, fingir un diagnóstico de cáncer de ovario durante dos años para ocultar un hábito de laxantes, gente que ha tragado accidentalmente cucharas y otros objetos para inducir el vómito… Que se piense que hacen todo eso por un mero gesto de vanidad es insultante".
Ese testimonio pertenece a Emma Bryant, que no sólo es investigadora en la Facultad de Medicina y Salud de la Universidad de Sydney (Australia) y la firmante del ensayo de The Lancet antes citado, también es una superviviente de anorexia. La médico decidió especializarse en trastornos de la conducta alimentaria tras vivir años de infierno con ella. Denuncia que, dentro de sanidad, a los dolientes de estas enfermedades se les llega a definir como "los leprosos de la psiquiatría", porque son casos tan complicados de tratar que muchos profesionales "no los quieren tocar".
Culpabilizar a la víctima
Si para los propios profesionales hay, digamos, cierta incomprensión, de cara a la sociedad esto se ve multiplicado por mil. Arbulu es algo que ve en sus consultas: "Se tiende a culpabilizar en muchas ocasiones al paciente o pensar que el problema es su falta de voluntad, que es algo que podrían controlar si se esforzasen, pero nada más lejos de la realidad. La persona no escoge realizar esos comportamientos, sino que ha aprendido a manejar sus emociones y a lidiar con sus problemas de autoestima de esa manera".
Elisabeth, en cambio, lo vive en sus propias carnes: "Me decían 'si es tan fácil como que te pongas a comer'". También confiesa que las cosas no han cambiado mucho respecto a la incomprensión de los TCA: "A día de hoy me siguen llevando comentarios relacionados con mi físico", sentencia. No obstante, son los menos. Los que abundan son los de felicitación y agradecimiento por visibilizar esta enfermedad.
Esto es especialmente importante. La anorexia, bulimia y los TCA, en general, están plagados de mitos y temas que parece que dan vergüenza verbalizar. Lo primero, no, no son sólo cosa de mujeres ni de adolescentes. Como confirma Arbulu, se da en todas las edades y sexos. Un ejemplo público es el de Toni Mejías, de Los Chikos del Maíz.
Lo segundo, no son algo crónico. Se pueden superar, pero necesitan de mucho trabajo y es algo muy complicado. "Hay veces que la paciencia y las ganas de luchar desaparecen, pero nunca hay que perder la esperanza de que algún día se curen", reconoce Sara, que se agarra a ese pensamiento día tras día, deseando que por fin llegue la curación de su hermana.
Elisabeth es el ejemplo de que se puede matar al monstruo. "Se trata de agarrarte a la vida, de querer salir con tus amigos, poder trabajar, estudiar y tener una vida normal, porque con un TCA no se puede. Fue un camino muy largo y mucho de mirarme a mí y pensar en quién quiero ser y, en esa idea que buscaba de mí, este monstruo no estaba".