Todo llega y todo pasa, decía Fito. Pero no, algunas cosas llegaron y siguen presentes. Vuelven a estar de moda los pantalones de campana, las camisetas de fútbol vintage o las máquinas de escribir. También volvieron a los escenarios Guns and Roses o Spice Girls. Miguel Ríos era un rockero de noche, o así lo dice su canción. El gerente de este establecimiento también lo fue, asistiendo a conciertos, quemando la ciudad y disfrutando de la música. Ya la deleita de otra manera, en su negocio, llevándola a sus clientes. Entre dos aguas reparte su tiempo, oficio en Málaga y familia en Antequera. Los vinilos nunca se fueron, simplemente hubo un tiempo en que tenían algún rayajo, sonaban menos. Ahora vuelven a gozar de buena salud. Desde el primero en 1887 han transcurrido muchas herramientas para oír música y él ha hecho bueno aquello de retoma lo antiguo y serás moderno.
Su afición por la música viene desde muy joven. Aunque el primer disco que compró no era para él, sino un regalo, el hombre del traje gris, de Sabina. Y qué más da, un disco de Modestia Aparte, fue el que con 12 años le encandiló.
Llegar a trabajar de lo que le gusta, aunque sea un sacrificio, no ha sido fácil. Nació en el año 1977 en Madrid y su poco empeño en los estudios le ha llevado a experimentar todo tipo de empleos. Si Prince tocabala guitarra, el bajo, el piano, los teclados, los sintetizadores, el clavinet, la batería, o el saxofón, Carlos no se queda atrás.
Empezó en una carpintería con su padre y su tío, fue socorrista algunos veranos, escaparatista en las líneas de ropa Springfield y Boston, trabajó en un Carrefour de Alcobendas haciendo inventario, en ferias de discos, en una cooperativa de Callosa de Ensarriá, Alicante, en campañas agrícolas durante cinco años. Hasta que en octubre de 2012 llega a Antequera con su mujer, y en 2015 abre la tienda.
Escondido en el centro de Málaga, rodeado de comercios, edificios y olor a orina se encuentra un mundo de música repleto de vinilos. No, la tienda no huele mal, simplemente un perro decidió hacer pis cerca de la puerta y tratar de opacar la melodía de Supertramp que suena mientras Carlos Fournier Tato completa un día más de trabajo.
El que llega en busca de música lo primero que ve es una colección de fotos en blanco y negro de muchos artistas. Jane Birkin, Oliver Tree, Flower Travellin´ Band, Pink Floyd, o The Beatles entre otros varios están mostrados a modo de exposición en el cristal de la tienda.
El letrero que anuncia su nombre está con algo de polvo. En la puerta hay carteles que anuncian conciertos, es un lugar de música, de todo tipo, de todas las esferas, desde el grupo de turno que toca en la Sala Velvet de Málaga un sábado cualquiera hasta piezas de estrellas musicales.
Mundo Vinilo es una de esas tiendas para los melómanos. Spotify, la era tecnológica de 2024 y en general la música al alcance de la mano en un santiamén no son óbice para que Carlos disfrute y haga disfrutar a sus clientes.
Una vez ya dentro el visitante se encuentra con una colección de vinilos de varias clases; Flamenco, Pop español, Jazz, Rock, Rock progresivo o Metal entre otros géneros. Aquí no encontrará Reggaetón. Le parece que ya hay demasiado como para que él ande vendiéndolo, no es su estilo.
Es uno de esos muchos autónomos que se gana las habichuelas trabajando de lunes a sábado, en su caso cerca de una frutería, la de enfrente de su tienda. El 4 de junio de 2015 emprendió una aventura que hoy parece lejos de terminar.
Cada mañana se sube a un autobús en Antequera dispuesto a llegar a la Calle Ollerías número 56 y limpiar discos, probarlos, comprarlos, venderlos, recomendarlos e ilustrar a aquel que se acerque por su lugar a descubrir el vinilo o a adquirirlo. Es un genio, cuenta Marcos, un apasionado musical argentino de 27 años que viene a solicitarle al dueño que le muestre aquello que desea. “Todo lo que preguntés te lo va a responder”, relata.
—Vengo en busca de algo de Pink Floyd—, informa Marcos.
—Aquí tengo algunos discos de él, míralos—, le incita Carlos.
—Me estás poniendo los dientes largos—, ríe el joven.
Es un seguidor del rock progresivo, se lleva el disco The Dark Side of the Moon como el que acaba de cobrar el gordo de la lotería.
La tienda reúne la música en forma de vinilos repartidos cronológicamente, por precio, estado y estilo en muebles de madera de color haya que no superan el metro de altura. El suelo es de color carne, muy parecido al del mobiliario, las paredes blancas, de unos cinco metros de alto.
También hay discos colocados en la pared y en cajas debajo de los muebles. Los prueba y cataloga en función de su estado. Todo aquel que vende tiene un precio concreto y unas características que el cliente debe saber antes de llevárselo. En gran parte son productos de segunda mano. No solo ofrece vinilos, también tocadiscos, alguna aguja para estos y lo que le vayan encargando.
Mientras suena Animal de Pink Floyd, Eugenio, de 65 años, cliente habitual, entra y busca un poquito de Rock y algo de Jazz. Con la voz un poco ronca destaca el precio y la variedad ofrecida. Tras cincuenta minutos rebuscando algo que llevarse se despide de Carlos y no se lleva nada. Volverá, es un habitual.
Probando discos es como Carlos comprueba los defectos que puedan tener. Limpia con una bayeta uno de los Eagles y señala una mota de polvo que lo ha dejado pillado, así de sensibles son, lo vuelve a colocar en el tocadiscos y suena alto y claro. Lo importante es mantenerlos limpios, agarrarlos por los lados y no tocarlos demasiado.
No necesita apuntar nada en el ordenador, salvo cuando vende y compra. Sabe todos los discos que tiene. Ahora es época de renovar inventario tras navidad, que ha sido una época de mucha venta.
—Buenas, ¿algo de Fito y Fitipaldis tienes por ahí?
—No, justamente ahora no tengo nada—, responde Carlos con lamento.
Belén, 35 años, primeriza en esta tienda, acude junto a su marido Ramón y su hijo de tres años. Siempre han tenido tocadiscos en casa, pero no tenían disco, le hacía especial ilusión que el primero fuese de Fito. Quizás en otra ocasión lo encuentre.
Uno de los problemas de la industria musical es el precio de determinados productos. Carlos considera que algunos que tienen ciertos discos son indecentes, que la música sea más negocio que cultura le parece triste.
El gran número de piezas que ostenta de segunda mano hace que los precios sean muy similares y más baratos que si fuesen recién salidos a la venta. Aunque también tiene vinilos nuevos, de hasta 120 euros, así lo dicta el mercado, e incluso uno firmado por Alejandro Sanz. Este último no está en venta, no me compares.
Además de su rincón, en la ciudad malagueña hay dos tiendas de vinilo nuevo y la librería Códice, que también los vende. Él fue el último en llegar, Candilejas abrió en 1978 y Sleazy Records en el 2000. Tiene relación con sus homólogos, con Enrique, de Códice ha estado en un festival musical en Torremolinos. Fue el propietario de Sleazy, Guillermo, encargado de montar este evento, Rockin´Race Jamboree, el que contactó con ellos. Con Fran, de Candilejas, tiene buen trato. A veces se ha pasado por su tienda a pedirle bolsas, se intercambian panfletos publicitarios. Recalca que hay que ayudarse mutuamente, no es una competición.
—¿Qué tal Benji?
—Aquí vengo, a esha un vihtaso—, le responde con alegría un cliente.
Benjamín de 60 años, Benji, como le llama cariñosamente Carlos, es otro de los fieles de Mundo Vinilo. Ferviente seguidor del flamenco y sobre todo de Michael Jackson. Asegura tener 54 discos del rey del pop.
—Me compra mucho de Tijeritas (cantante flamenco)—, remarca Carlos.
—Musha vese me dise, son sinco euroh, y le digo, pónmelo a uno que eht´á la cosa mu mala—, contesta Benji mientras suelta una carcajada.
Remarca el trato de Carlos, es el maestro, así lo describe. Le informa sobre aquello que le suscita interés. A los tres días volvió para llevarse Thriller de Michael Jackson en versión maxi single.
La crítica que tiene la tienda es muy positiva, de las 266 reseñas que tiene en Google, 266 son elogios o valoraciones aprobadas. Cliente habitual que entra, cliente que destaca cosas buenas, por algo son habituales. Y claro, no vas a rajar en directo. Todas las alabanzas son comunes; variedad, gran trato y buen precio.
“Conozco a Carlos desde que abrió la tienda, los amantes del vinilo tenemos la suerte de tenerla”, comenta Javier, de 33 años. Se lleva dos discos, uno de Gong y otro de Camel. Mucho cliente en busca de rock progresivo. Javier explica sus gustos musicales, su afán por los vinilos y sus inicios como oyente, desde que tenía 10 años ya escuchaba música en un tocadiscos. A su vez, un tipo calvo, de unos 60 años, que porta una chupa de cuero, con gafas de sol negras Ray Ban, entra en la tienda mordiendo una manzana verde.
—Buenos días, ¿De Jazz qué tienes?
—Pues aquí, en este lugar de aquí (señala con la mano derecha uno de los muebles) tengo la parte de Jazz.
—Gracias, voy a ver.
El tipo no quiere hacer ninguna declaración, alude razones de prisa. Curiosa forma de estar apresurado pasar en la tienda 106 minutos, desde las 11:36 hasta las 13:22. En fin, cada uno tiene bulla de una forma distinta. Sin mostrar atisbo alguno de urgencia temporal se lleva un disco de Gerald Albright y otro de Thelma Houston.
La mañana transcurre sin sobresaltos, y detrás de la sonrisa que el dueño muestra a sus clientes hay una rutina llena de sacrificios y esfuerzos. Trabajar de lunes a viernes mañana y tarde y los sábados por la mañana le genera una poca inversión de tiempo en su mujer y sus dos hijos que le duele. Por el momento no contempla acabar con su rol de solista. Contratar a alguien más para repartir el tiempo en Málaga tiene un alto coste, es el principal impedimento. En un futuro sí plantea esta opción ya que desea mayor tiempo libre. En cuanto al local, que en estos momentos alquila, ya ha tanteado la posibilidad de comprarlo e incluso optar por marcharse a otro sitio.
Es de esos dependientes que no se entromete cuando ve a alguien entrar. Saluda, y los deja que tranquilamente observen lo que les plazca. No le gusta dar explicaciones que no le han pedido, ya interviene cuando le preguntan. Hay veces que alguien ve un disco, lo coge, merodea la tienda y si no lo compra lo deja en otro lugar distinto al que estaba, con lo cual ya ha generado un desorden, eso le disgusta.
Gente joven comienza a llegar. Miriam y David, una pareja de 19 años, entran a visualizar el panorama. Por las caras de uno y otro no sería descabellado jurar que ella está encantada de observar lo que hay en la tienda y él preferiría estar haciendo otra cosa.
—Oye, el otro día escuché Born in the U.S.A y sonaba genial...
—Sí, tiene ya sus años, pero suena bien—, replica una voz masculina.
Ana y Sebastián, pareja de 26 y 25 años respectivamente, comentan la calidad de audición del séptimo álbum de Bruce Springsteen publicado en 1984. Un disco de segunda mano que adquirieron hace algún tiempo. Vienen una vez al mes y les gusta el Rock, la música alternativa y el Pop. Sebastián se aficionó hace tres años, y tras conocerla, contagió ese afán a Ana. Ella ya tenía muchos discos de CD, pero ninguno de vinilo. Carlos apostilla que las ventas de estos pueden superar a las de CD actualmente en el mundo.
Tan cierto es que el vinilo vuelve a ganar terreno, como que los clientes consultados siguen escuchando música en Spotify o en distintas plataformas por encima de otras opciones. La comodidad vence al romanticismo. Cuando uno marcha por la calle, está en el metro, en el autobús o en cualquier otro lugar fuera del hogar lo asequible es tirar de tecnología y aprovechar sus facilidades. El jamón de pata negra no se saca a la calle, el vinilo se disfruta en casa.
Los últimos clientes se van, y la hora que llega. Son las 14:30 y toca echar el cierre. Así como Marcos deseaba algo de Pink Floyd, Belén algo de Fito y Benji algo de Michael Jackson, Carlos quiere acabar su jornada laboral e ir con su música a otra parte. Lo que otro día hubiese supuesto caminar hasta la parada de autobús de La Rosaleda e ir dirección Antequera, hoy es actividad familiar en Málaga, donde apenas sale de su templo.
El mundo de los vinilos descansa para poder seguir sonando. Cierra la puerta y se marcha. Quedan los discos y los tocadiscos, los dos mejores instrumentos de su sagrada banda, la música, y esta no se toca que diría Sanz. Bueno sí, el lunes, que es cuando Carlos volverá a dar caña, porque los viejos rockeros nunca mueren.
Felipe Rodríguez es estudiante de la facultad de Periodismo en la Universidad de Málaga y participa en la sección La cantera periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a los jóvenes talentos.
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