Sobre un despoblado de suaves colinas y cerros entre los actuales municipios gaditanos de Bornos y Espera, hace más de 2.000 años se ubicaba un olvidado y pujante municipio romano, Carissia Aurelia. Desde el siglo XVI solo se sabía de ella por algunas inscripciones, además de intuirse que el cortijo de Larija derivaría del nombre de la vieja ciudad sobre la que se construyó. De ellas solo se pueden apreciar algunos restos de murallas y dos necrópolis saqueadas que debían ser protegidas por mudas estatuas de leones labrados en roca caliza.
"Las fases de ocupación más importantes son la turdetana y, sobre todo, la romana, en que desarrolla su máxima expansión; en ese momento el asentamiento se encuentra delimitado por una muralla que abarca un área aproximada de entre 18 y 20 hectáreas, lo que denota un núcleo urbano de gran potencia y con una previsible complejidad urbanística", explica José Beltrán Fortes, catedrático de Arqueología de la Universidad de Sevilla y autor principal del artículo sobre el municipio romano publicado en el volumen Ciudades de Hispania II.
En 2019 Beltrán Fortes realizaba un viaje a Múnich donde visitó la Gliptoteca de la capital bávara. Allí una escultura romana de mármol le resultó familiar. Su rostro resultó ser el de Antonia la Menor, sobrina de Augusto y madre del emperador Claudio y además, había sido robada nueve años atrás en el Castillo Palacio de los Ribera, en Bornos. Allí se guardaban también esculturas de ninfas talladas en el siglo XVI y que pretendían ser romanas. El revuelo levantado por el robo y su devolución motivaron una nueva investigación arqueológica sobre aquel yacimiento injustamente olvidado.
Entre esfinges y leones
Enclavada en importantes cruces de calzadas pronto fue promocionada a municipio en tiempos del emperador Augusto. Quedó prácticamente abandonada en la tardoantigüedad, sobre el siglo VI d.C., cuando los bárbaros cruzaron el limes y saquearon Roma. La siguiente campaña arqueológica arrancará a mediados de septiembre. Parte sobre las bases de unas prospecciones geofísicas realizadas en 2021 que pretendían comprobar los mejores métodos para estudiar el centro de la ciudad.
Las pruebas con mediciones de resistencia eléctrica se encontraron con el silencio. El suelo, tras años de sequía persistente, no permitía conducir la electricidad y ofrecer resultados de estructuras enterradas. La prospección geomagnética otorgó unos resultados generales en los que se identificó el foro, algunos edificios y varias calles, adaptadas a la difícil orografía del lugar.
En la investigación les llamó la atención la ladera sur del cerro donde se acumulan los hallazgos de marmoras (grandes piedras pulidas) y restos de edificios en forma semicircular: los posibles restos de un teatro. La próxima intervención pretende explorar el foro, corazón político y administrativo de la ciudad, un edificio doméstico y varias calles del norte en una serie de sondeos arqueológicos apoyados por métodos no invasivos.
Hasta el momento, solo se habían estudiado los restos de sus dos necrópolis, frecuentadas durante siglos por ladrones de tumbas. En sus cámaras excavadas en la roca se encontraron enigmáticas esculturas de leones y figuras zoomorficas datadas a finales del siglo I a.C., elaboradas en piedras locales y luego estucadas y pintadas.
Entre ellas destaca una esfinge sepulcral labrada en piedra caliza. Esta, "responde a una tradición iconográfica prerromana que se asume con bastante naturalidad en el mundo romano", explica Beltrán Fortes en una conferencia sobre la ciudad celebrada en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.
Debían velar por las cenizas, los huesos y las almas de los difuntos de las ricas familias allí enterradas, posiblemente miembros de la élite decurial que se reunía en el foro, dirigía la ciudad y financiaba los edificios públicos. En sus tumbas, excavadas en la segunda mitad del siglo XX, "en ocasiones se han vinculado a influencias púnicas o, en todo caso norteafricanas", explica Beltrán Fortes. ¿De dónde viene esta relación oriental?
Guerreros númidas
Se sabe que aquel lugar estuvo habitado desde finales del Neolítico, tal como demuestran una serie de silos. El geógrafo griego Ptolomeo menciona la ciudad como oppidum de los íberos turdetanos que dominaba un amplio territorio en el valle del río Guadalete, antes de que Roma se hiciese con el control de Hispania. Su apellido, Aurelia, indicaría que la ciudad podría haber entrado en la órbita de la Urbs en época de Julio César por lo tanto por lo tanto derivaría de su cognomen materno.
En aquellos momentos del siglo I a.C., la ciudad basaba su prosperidad en la agricultura y la ganadería. Realizó muchas acuñaciones de monedas de bronce muy influenciadas por el mundo púnico de la cercana Gadir. En el anverso una cabeza masculina laureada podría ser la representación de Roma, aunque quizás podría ser Hércules, aquel héroe al que los fenicios llamaban Melkart y cuyo gran santuario gaditano era conocido en todo el mundo Antiguo.
En el reverso, un jinete empuña un escudo muy característico de los númidas del norte de África que recibieron tierras en el sur de Hispania y que cabalgaron como aliados con Cartago en la segunda guerra púnica en olvidados y polvorientos caminos. Los que conducían a Carissia y a la cercana mansio de Esperilla, antigua Cappa, también serán objetivo de estudio en la próxima campaña.
Esta estará formada por un equipo multidisciplinar e internacional dirigido por los investigadores Diego Romero Vera, de la Universidad de Sevilla, Michael Heinzelmann de la Universidad de Colonia, Janine Lehmann de la Universidad de Kiel y Tymon de Haas de la Universidad de Groninga.
En la misma también desembarcarán una veintena de estudiantes de Historia y Arqueología de las cuatro universidades participantes y que quizá desvelen nuevos datos sobre aquellos olvidados ciudadanos romanos de Carissia Aurelia que confiaron la protección de sus almas a leones y esfinges de piedra.