Corría el año 1923. El gobierno dirigido por el dictador Primo de Rivera planteó la construcción de un ferrocarril que uniera las minas de Riotinto con el mar. Cuando en marzo comenzaron las obras de dragado en la ría de Huelva, las máquinas desenterraron un enorme misterio. Las revueltas aguas onubenses no dejaban de escupir armas.
Entre las más de 400 piezas metálicas que se localizaron había espadas, lanzas, cascos, fíbulas y adornos datados entre los siglos XI y IX a.C. Las explicaciones sobre el origen de este alijo son muchas, desde un posible uso ritual funerario hasta la carga de una embarcación que por motivos desconocidos terminó naufragando. Una gran parte de la historia de la Península Ibérica de este periodo sigue oculta en las tinieblas de la historia, especialmente en lo relativo a las primeras colonizaciones y al ignoto mundo tartésico.
Esta zona sur peninsular sería muy apreciada por su posición estratégica. Más allá de las columnas de Hércules, Melkart para los fenicios, confluyen las aguas del Atlántico y el Mediterráneo así como el comercio de metales procedentes de las minas de Riotinto, Aznalcóllar y las regiones interiores del Guadiana. Entre los siglos VIII y VI a.C. se documenta un cambio cultural tremendo. Aparecen santuarios dedicados a nuevas deidades como Astarté; las murallas de los asentamientos costeros comienzan a construirse siguiendo tipologías orientales y las casas circulares dan paso a las de tipología rectangular, tal como se pueden apreciar en Tiro y la franja sirio palestina. Estaba claro que los fenicios habían llegado a Iberia.
Caza de esclavos
Estos comerciantes semitas establecieron sus emporios en una inmensa franja de la costa levantina y suratlántica peninsular con notable éxito y se mostraron muy interesados en la plata, el cobre, el oro y el resto de metales. Para satisfacer esta demanda de recursos, su explotación aumentó, aunque no se introdujeron mejoras técnicas. Todo apunta a que se tuvo que incrementar la mano de obra bajo la atenta mirada de los colonos de la costa. Estos podrían haber basado su prosperidad en el monopolio comercial de los recursos importantes en colaboración, o no, con una élite indígena orientalizada.
"Su dinámica se basó en la destrucción de los recursos indígenas y la posterior ocupación de su territorio, de donde fueron expulsados o esclavizados los nativos", explica Francisco Moreno Arrastio, investigador del departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense, en su artículo titulado En el corazón de las tinieblas. Forma y dinámica en la colonización fenicia de Occidente.
La guerra y la violencia no son en ajenas a Iberia, la región que los fenicios conocieron como Ispanya, traducido como "costa de los metales". En estos momentos del Bronce final e inicios de la Edad del Hierro se inserta otra serie de restos arqueológicos de complicada explicación. En el suroeste, rodeando la región minera de Huelva, se encuentran una serie de estelas decoradas. En una gran mayoría de ellas se representa, de manera muy esquemática, una serie de hombres armados.
Estas estelas podrían haber sido hitos que marcan una frontera o las rutas de paso entre diferentes comunidades. Otras interpretaciones hablan de monumentos funerarios erigidos para honrar a jefes guerreros. Siguen siendo gran motivo de debate y no están en absoluto claras. Arrastio ve en ellas el signo de una sociedad violenta dedicada a la caza de humanos y su venta como esclavos.
Como símbolo de estatus, se representan con elementos orientales, por lo que estarían en relación con el mundo tartésico o fenicio. Con las minas de metal bajo su poder, estos últimos les entregarían armas a cambio de esta mano de obra forzada en un proceso similar al de la colonización europea de África. Estas espadas y armas contienen una potente carga simbólica que, gracias al cine y las leyendas, se han ido romantizando y descafeinando.
No hay que olvidar que están destinadas y creadas para atravesar armaduras, carne y huesos de otro ser humano. Esa y no otra es el motivo de ser de las armas. Arrastio explica el violento cariz de las relaciones entre estas misteriosas jefaturas y los colonos: de la misma manera que "las armas mortíferas en manos del pato Donald hacen olvidar para qué están hechas (...) la entrega de armas por parte de un rey (...) hacen olvidar el trato de sumisión que le sucede y se da por entendido. Armas a cambio de sumisión."
["Peligrosa y degradante": así era la vida de las prostitutas en el Imperio romano]
La esclavitud fue una realidad histórica durante milenios y eran un producto más dentro de los pujantes y ricos mercados mediterráneos que no solo traficaban con cerámicas de lujo y materias primas. Cuando el azote de la esclavitud sacudió el continente africano desde la Edad Media hasta la Edad Contemporánea, surgieron grupos colaboracionistas que, a cambio de herramientas, armas y prestigio se internaban en el corazón del continente a la caza del hombre, en El corazón de las tinieblas del que hablaba el escritor Joseph Conrad.
Volviendo a Ispanya y el misterio de su colonización, este comercio de esclavos es una actividad difícil de rastrear en el registro arqueológico y por el momento sólo se sitúa en el terreno de la hipótesis. No hay que olvidar que estos siglos se mueven en un terreno sumamente resbaladizo que no deja indiferente a los arqueólogos aunque el comercio fenicio de esclavos se conoce en el mediterráneo oriental.
Para Arrastio, estas estelas "documentan los intentos de extensión del monopolio [colonial] desde el suroeste hacia el interior de la Penínusla Ibérica (...) El territorio del suroeste carente de estelas decoradas -que corresponde con el entorno de Huelva- significa en este modelo la primera fase de ocupación oriental entre el Tinto y el Odiel. Un espacio de control absoluto en torno a un emporio rígidamente controlado, quizás la Tarsis bíblica".