Durante la primavera de 1908, las excavaciones dirigidas por el arqueólogo suizo Otto Hausser en el abrigo inferior de Le Moustier, un yacimiento situado en una cresta caliza que discurre entre dos valles en el Périgord, en el suroeste de Francia, descubrieron los huesos del adolescente neandertal más completo que se conoce, un chico de entre 11 y 15 años. Tras los intentos de reconstrucción del cráneo frente al café del pueblo mientras los niños miraban, los restos fueron guardados en un armario y se enviaron, mediante una lucrativa venta, al Museo Etnográfico de Berlín.
El esqueleto permaneció expuesto hasta el estallido de la II Guerra Mundial, cuando se escondió en un enorme búnker de la torre Flak del zoo, que además de refugio antiaéreo sirvió de almacén de valiosos bienes culturales. El sitio fue bombardeado y posteriormente saqueado por los soldados soviéticos, que se llevaron consigo el cráneo de Le Moustier 1. No obstante, la calavera regresaría a Berlín en la década de 1960. Al término de la Guerra Fría, se volvió a unir con los segmentos poscraniales que milagrosamente habían logrado sobrevivir a las bombas de los aliados que destruyeron el citado museo.
Durante sus excavaciones del año anterior en el abrigo superior del yacimiento, ubicado en el departamento de Dordoña, Hausser encontró una serie de artefactos de piedra que dan nombre al Musteriense, una industria lítica desarrollada por los neandertales en el Paleolítico Medio, entre hace 120.000 y 40.000 años. La colección de herramientas acabó también en la citada institución alemana, hoy conocida con el nombre de Museo de Prehistoria e Historia Temprana de Berlín, pero fue adquirida más tarde, en 1963, y desde entonces las piezas han permanecido intactas y protegidas de forma individual.
Ahora, el estudio de estos artefactos líticos ha ofrecido unos resultados que contribuyen a consolidar la complejidad cognitiva y cultural del Homo neanderthalensis: los individuos de esta especie que habitaron en Le Moustier hace unos 45.000 años fabricaron herramientas de piedra a las que le añadieron un adhesivo de múltiples componentes que utilizaron como mango. Según los resultados de una investigación publicada este miércoles en la revista Science Advances, se trata del pegamento compuesto más antiguo de Europa y revelan un conocimiento tecnológico que se creía exclusivo del Homo sapiens.
Un equipo de investigadores de las universidades de Nueva York y Tubinga y de los Museos Estatales de Berlín descubrió el rastro de una mezcla de ocre y bitumen en varias piezas líticas, como raspadores, lascas y hojas, con una antigüedad de unos 40.000 años. El primero es un pigmento terrestre natural consistente en óxido de hierro hidratado mientras que el segundo es un asfalto natural que se pega al momento y puede producirse a partir del petróleo crudo, pero que también se encuentra naturalmente en el suelo.
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"Nos sorprendió que el contenido de ocre fuera superior al 50%", explica el arqueólogo Patrick Schmidt, uno de los coautores del artículo. "Esto se debe a que el bitumen secado al aire se puede utilizar inalterado como adhesivo, pero pierde sus propiedades adhesivas cuando se añaden proporciones tan grandes de ocre".
Un pensamiento similar
Para definir la verdadera finalidad de estos materiales se llevaron a cabo pruebas con las que determinar la resistencia del mejunje. "La situación fue diferente cuando utilizamos bitumen líquido, que no es muy adecuado para pegar. Pero si se añade un 55% de ocre, se forma una masa maleable", señala el investigador. Esta mezcla resultó lo suficientemente pegajosa como para adherirse a las herramientas de piedra, pero sin pegarse a la mano. Es decir, el propio potingue pegajoso fue directamente utilizado como empuñadura, según han confirmado los análisis microscópicos de las piezas.
"Las herramientas mostraron dos tipos de desgaste: uno es el típico pulido de los bordes afilados que generalmente se produce al trabajar otros materiales; el otro es un esmalte brillante distribuido por toda la zona que se supone que se sostiene con la mano, pero no en la otra, lo que interpretamos con el resultado de la abrasión del ocre debido al movimiento de la pieza dentro del mango", detalla la antropóloga Radu Iovita, otra de las autoras de la investigación.
Como recoge la arqueóloga Rebecca Wragg Sykes en su obra sobre los Neandertales (GeoPlaneta), los individuos de esta especie fueron los primeros en fabricar herramientas compuestas que proporcionaban mayor control, más absorción de impacto y ahorraban tiempo y energías. Algunos utilizaron mangos sencillos con forma de cuña, pero en otros casos las huellas de uso denotan ensambladuras, probablemente con nervios y tendones o incluso fibras vegetales.
En yacimientos de Siria y Rumanía se han conservado evidencias de uso de bitumen de hace 50.000 años. En otros sitios arqueológicos de Países Bajos e Italia se han encontrado objetos con alquitrán de abedul —derivado de la cocción de la corteza en condiciones de poco oxígeno— elaborado por neandertales. Unas lascas halladas en otra cueva italiana presentaban residuos de resina de pino u otra conífera que se mezcló con cera de abeja. Todas estas eran evidencias que mostraban una complejidad cognitiva equivalente a las fórmulas de enmangue con goma vegetal y minerales documentadas en los yacimientos de los primeros sapiens de África.
Pero hasta ahora no se sabía que los neandertales también manejaron el ocre para sus adhesivos. Los individuos de la región de Le Moustier lo obtuvieron además de localizaciones distantes, lo que les debió de suponer un esfuerzo importante, planificación y un objetivos específico, según los investigadores. "Lo que nuestro estudio muestra es que los primeros Homo sapiens en África y los neandertales en Europa tenían patrones de pensamiento similares", resume Schmidt. "Sus tecnologías adhesivas tienen la misma importancia para nuestra comprensión de la evolución humana".