El aparato de propaganda se convirtió a principios de 1947 en una de las grandes debilidades del Partido Comunista de España en el interior. Los números de Mundo Obrero salían a destiempo y con bastantes deficiencias políticas y técnicas. Según Santiago García Madrigal, alias "Medina", a quien le había sido encomendada la tarea de reconstruir la dirección del organismo clandestino, la culpa era sobre todo del tipógrafo. Estaban muy descontentos con él porque actuaba por su cuenta, cortando y poniendo lo que le daba la gana. También insistía sospechosamente en reunir a todos los responsables de sector para aclarar las dudas y enmendar los errores sobre el contenido del periódico.
El dubitativo y chapucero tipógrafo era en realidad un topo, un agente de la Brigada Político-Social, la policía secreta de Franco: Roberto Conesa. Ese supuesto "buen camarada" había logrado infiltrarse en las tripas del PCE después de sortear una nota en su expediente a raíz de una denuncia de malos tratos en los interrogatorios y un fallido intento de traslado a Mahón. Era el más implacable enemigo del partido y la operación iba a propiciar un golpe demoledor a la resistencia antifranquista.
Los comunistas, para recuperar presencia social, preparaban dos números especiales de Mundo Obrero de 5.000 ejemplares cada uno para conmemorar el 14 de abril y el 1 de mayo. Incluso llegaron a fantasear con la convocatoria de una huelga general. Sin embargo, como describe el historiador Fernando Hernández Sánchez en Falsos camaradas (Crítica), lo que se desencadenó fue una catástrofe.
"Al acabar 1947, la situación del PCE era calamitosa. La organización estaba arrasada y solo quedaban algunos grupos aislados, sin ninguna conexión entre ellos y dirigidos por militantes sin experiencia", resume el doctor en Historia y gran experto en los entresijos del PCE. En esos meses se realizaron más de 2.000 detenciones, se ejecutaron 46 penas de muerte y se impusieron penas de cárcel por un montante de 1.744 años. "Cayeron todas las imprentas, multicopistas y medios de propaganda. Los pocos cuadros que pudieron escapar a las batidas estaban desaparecidos y era totalmente imposible localizar a ninguno que pudiese formar una nueva dirección solvente".
El golpe a la estructura no se explica tan solo por el papel del 'superagente' Roberto Conesa. Dos de los cuatro miembros más prominentes de la troika del interior habían resultado ser infiltrados y llegaron a lo más alto con el aval de la dirección en Francia —Santiago Carrillo estaba muy satisfecho con la nueva hornada de jóvenes dirigentes y tomó la decisión de que la única estafeta segura para la recepción de la correspondencia fuese "la de los chavales"—. Luis González Sánchez, "el Rubio", y José Tomás Planas, "el Peque", confesaron todo lo que había estado en sus manos: información sobre el partido, juventudes, mujeres antifascistas e intelectuales.
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El primero de ellos presentaba la biografía prototípica de un cuadro medio del estalinismo maduro: todos sus carnés tenían fecha posterior al estallido de la Guerra Civil y su entrega a la causa, celebrada por sus instructores, era total. Por su parte, "el Peque", secretario del Comité Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas, ingresó entre los pioneros de 1932, con once años, ascendió con diecisiete al partido, pasó a Francia en la marea de la retirada y participó en operaciones de la Resistencia.
"A los falsos camaradas se debe que, a finales de la década de 1940, la militancia comunista estuviese reducida a las cárceles, replegada en el exilio, asilada en los montes o enterrada en los cementerios", resume Hernández Sánchez. En las reuniones de célula y de cárcel se señaló a ambos como los responsables de la "gran caída". A raíz de las delaciones de "el Rubio", la organización de las JSU se esfumó. La policía utilizó la estrategia de acompañarle en paseos por Madrid para detener a sus contactos. En las semanas siguientes, "el Peque" también fue entregando a todos los que conocía "con la cadencia de un reloj". ¿Pero desde cuándo colaboraban con los cazarojos? No hay documentos para dar respuesta a esta pregunta...
Vida secreta
Fue "la más vasta operación llevada a cabo contra el PCE en el interior de España bajo el primer franquismo", asegura el investigador. Y eso que en los años posteriores a 1939 todos los intentos de reconstrucción de una dirección del PCE en el interior habían sido "fulminados". El escenario que se encontró "Medina" a mediados de 1946 era realmente precario a raíz de la caída de la delegación anterior liderada por Agustín Zoroa y Lucas Nuño —fueron fusilados—, precisamente provocada también por otra traición interna.
El nuevo ensayo de Hernández Sánchez, autor de numerosas y relevantes investigaciones sobre el movimiento comunista en España, se articula en una suerte de crónica histórica negra. No es un libro académico, sino la reconstrucción de un singular episodio de la guerra antipartisana de la guardia pretoriana del franquismo y su contexto. Un éxito registrado en un momento en el que el régimen empezaba a ser visto con menos asco por Occidente y en el que el PCE seguía priorizando el asalto frontal de los guerrilleros para acabar con un enemigo que consideraba en estado de descomposición —se estima que en ese proceso murieron unos 15.000 maquis, militantes, enlaces, colaboradores y simpatizantes—.
Fue una de las operaciones más brillantes del oscuro currículum de Conesa, que había participado con anterioridad en el arresto de las Trece Rosas o en la falsa reconstrucción del Socorro Rojo con militantes de las JSU. Conocido como el "tío Carlos" por sus compañeros, acabaría siendo comisario general de Información, la nueva denominación de la extinta BPS. Fue un auténtico tormento para la dirección del PCE: "Yo siempre tengo comparado al partido con una culebra. Doy el golpe en la cabeza y la cola la dejo que siga, que no tiene importancia", presumió en una ocasión.
No se sabe, al contrario, el destino de los falsos camaradas: de "el Rubio" se perdió la pista por completo, aunque algunos dijeron que había ingresado en la Policía; de "el Peque" aseguró Sixto Agudo, "Blanco", uno de los comunistas que vino a España a darle caza, que había sido enviado a América a principios de la década de 1950. "Puede que sí. O no", cierra el historiador. "Seguro que querrían que sus potenciales perseguidores creyeran que habían puesto tierra y mar de por medio, mientras en realidad seguían cotizando su miseria moral en el rubro del fondo de reptiles".