Cuando hablamos de retoques estéticos, seguro que a la mayoría nos suena como algo moderno y actual. Sin embargo, el origen de este tipo de cirugía se puede rastrear hasta la Antigüedad. El Susruta Samhita, una colección de tratados médicos datada entre los años 800 y 400 a.C., recoge ya algunas de las primeras intervenciones quirúrgicas realizadas, como la rinoplastia.
Los primeros registros de procedimientos quirúrgicos con fines estéticos se remontan a la antigua India y Egipto en el año 600 antes de Cristo. El origen de estas cirugías tiene una estrecha relación con las alteraciones producidas por las amputaciones, uno de los castigos más habituales en las civilizaciones antiguas. Por ejemplo, la rinoplastia tenía especial relevancia en la cultura hindú, ya que el adulterio era castigado con la amputación de la nariz.
Los egipcios se encargaron de dejar testimonios en papiros y jeroglíficos en monumentos en los que se describen diversas intervenciones para reconstruir la nariz o las orejas, ya que eran frecuentemente mutiladas. Asimismo, en la época romana se valoraba enormemente la labor del cirujano que era capaz de disimular las cicatrices "F y K", marcas que se grababan con un hierro candente sobre esclavos, fugitivos o calumniadores.
Todos los progresos conseguidos en los primeros siglos se paralizaron a causa de la tajante prohibición de la cirugía por orden de la Iglesia. Fue durante el Renacimiento, cuando hubo un resurgimiento del interés por la anatomía y la cirugía. Sin embargo, en esta época era principalmente reparadora, como las reconstrucciones faciales por amputaciones y heridas de guerra.
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La cirugía estética empezó a desarrollarse más en el siglo XIX, aunque aún carecía de las técnicas y la comprensión médica que tenemos hoy en día. Fue en el siglo XX cuando comenzó a coger forma con avances en anestesia, antisepsia y técnicas quirúrgicas, lo que favoreció las operaciones, digamos por estética. Los procedimientos se volvieron más seguros y accesibles.
A medida que avanzaba el siglo XX, las intervenciones estéticas se popularizaron aún más. El impulso definitivo para esta rama de la cirugía llegó tras la Primera Guerra Mundial en la que Harold Gillies, un nova zelandés que estudió en Cambridge, fue el encargado de reparar los rostros desfigurados por los proyectiles.
Aunque no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que este tipo de operaciones alcanzaron reconocimiento mundial como rama independiente. Además, se amplió el campo de la cirugía plástica, que se había limitado tradicionalmente a las reconstrucciones maxilofaciales, los injertos y las quemaduras. Fue entonces cuando surgió la técnica de la liposucción y el aumento de pecho. Además, se constituyó la Sociedad Española de Cirugía Plástica, antecedente de la actual.