Como una inagotable mina de viajes al pasado más cotidiano de la Antigua Roma, Pompeya está continuamente desvelando nuevas sorpresas. Este mes de agosto se anunció el extraordinario descubrimiento en la Casa del Larario, en la zona Regio V, de una serie de estancias humildes con sus muebles llenos de objetos. Los arqueólogos documentaron una cama muy sencilla, una mesa auxiliar redonda de tres patas, un baúl con una preciosa lucerna con dos bocas, siete tablillas de madera dobles o un armario del mismo material y de unos dos metros de altura con al menos cinco baldas hundidas.
Cuando se comunicaron estos resultados, las excavaciones todavía seguían en marcha. Ahora, ya se conoce, por ejemplo, lo que escondía la parte inferior de este estante, que quedó en parte carbonizado y sepultado por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Tras retirar las pequeñas ánforas, contendores y platos de vidrio de las lejas superiores han salido a la luz cuencos de cerámica de mesa de terra sigillata y varias botellitas de vidrio fragmentadas. "Es un verdadero tesoro no por su valor material, sino por la imagen que proporciona de la vida cotidiana en la antigua Pompeya", ha señalado Gabriel Zuchtriegel, el director del parque arqueológico.
No obstante, las novedades no han terminado ahí. Los equipos de investigación de Pompeya han informado esta semana del hallazgo de otras dos pequeñas estancias, pertenecientes a otro edificio, detrás de la Casa del Larario, al norte. Gracias a la técnica de los calcos de yeso, que consiste en rellenar con escayola el hueco que deja la materia orgánica al descomponerse, se ha podido recuperar la totalidad del mobiliario de una de estas habitaciones, el llamado Ambiente 16, así como parte del derrumbe del falso techo.
Los moldes han revelado que la sala, de unos trece metros cuadrados y que servía como dormitorio, contaba con dos grandes camas con cabeceros decorados. La primera, de unas dimensiones aproximadas de 2,20 x 1,20 metros —más grandes que las identificadas el año pasado en la "habitación de los esclavos" de la villa suburbana de Civita Giuliana—, conservaba vestigios de tela, probablemente del colchón, y una manta arrollada de forma desordenada, a toda prisa. Como detalle curioso, debajo de uno de los pies del lecho se había colocado una pequeña cuña de madera para nivelarlo ante la irregularidad del suelo de tierra prensada.
"¿Sabes lo que hacía la gente de la antigua Pompeya cuando la cama se movía? Lo mismo que hacemos nosotros ahora: ¡ponían una cuña debajo de la pata!", ha comentado Gabriel Zuchtriegel sobre este curioso hallazgo.
Sobre la otra cama, de un tamaño similar, ha aparecido parte del falso techo de madera que cubría la estancia y que se derrumbó durante el suceso volcánico. Precisamente por eso los investigadores no han podido reconstruir al completo su estructura. Sin embargo, sí han sido capaces de documentar la decoración de su cabecero de madera, mucho más elaborada con la presencia de finas placas de hueso. Son siete formas milimétricas que van desde simples franjas lineales hasta elementos en forma de capitel jónico o de hoja lanceolada.
A los pies de uno de los catres se han documentado los vestigios del fondo de un cesto de mimbre de algo más de 30 centímetros de diámetro, así como un pequeño mueble contenedor cuadrangular de aproximadamente 50 x 45 cm. Son los últimos testimonios que descubre la infinita Pompeya. No tardarán mucho en aparecer los siguientes.