Alfredo Pérez Rubalcaba, exvicepresidente del Gobierno e histórico dirigente del PSOE.

Alfredo Pérez Rubalcaba, exvicepresidente del Gobierno e histórico dirigente del PSOE. PSOE

Política CINCO AÑOS DE SU MUERTE

Del "Frankenstein" a la trampa de las primarias: el testamento político de Rubalcaba 5 años después

El dirigente socialista acertó con su diagnóstico de lo que llamó "mayoría Frankenstein", pero erró instaurando el actual sistema de primarias que permite la verticalidad y la ausencia de contrapesos en la organización.

10 mayo, 2024 02:47

Aquel mes de mayo de 2019, veinticuatro horas antes de que muriera Alfredo Pérez Rubalcaba, este periódico había concertado una entrevista con Soraya Rodríguez, que había sido su mano derecha como portavoz en el Congreso. Hubo que detener la conversación en varias ocasiones. El teléfono no dejaba de sonar. El diagnóstico tras el ictus había dado un giro. Rubalcaba se estaba muriendo.

Ese día, Rodríguez contó antes de comenzar la entrevista la convulsión que suponía para el Partido Socialista el fallecimiento inesperado de quien lo había sido, literalmente, todo en la organización: ministro tropecientas veces, portavoz y vicepresidente del Gobierno, secretario general...

Su tentativa de alcanzar La Moncloa naufragó al haber encabezado el PSOE en el peor momento: justo después de la crisis económica y del hundimiento de Zapatero. De hecho, Rubalcaba obtuvo el hasta entonces peor resultado de la marca desde la Transición. Como era un político de los de antes, dejó la primera línea tras un batacazo... en las europeas, cuando ni siquiera fue él cabeza de cartel. Eran otros tiempos.

Cuando Rubalcaba sufrió el ictus, ya regía el PSOE Pedro Sánchez. Por todos era conocida la distancia que los separaba. En una entrevista con Susanna Griso, el ex secretario general reveló que Sánchez había dejado de hablarle por haber intentado disuadirle de su actual política de pactos.

Han pasado cinco años de su muerte. Este artículo no pretende elucubrar acerca de qué pensaría hoy Rubalcaba del rumbo de su partido. Es un ejercicio sin sentido, como cuando algunos partidos se enfrentaron en el Congreso por el voto de Federico García Lorca.

Pero este texto sí pretende relatar una luz y una sombra de lo que podríamos llamar el testamento político de Alfredo Pérez Rubalcaba. Dos circunstancias que de él dependieron en la última etapa de su gestión política y que determinan hoy en gran manera lo que está ocurriendo en el PSOE: la detección del Frankenstein y la instauración de las primarias que han hecho del partido una organización vertical.

La luz: el Frankenstein

"Alfredo pensaba muy rápido. Era muy fino en el análisis. Iba siempre un paso por delante de los demás", dice Soraya Rodríguez, hoy en las listas europeas de Izquierda Española, portavoz socialista en el Congreso durante el mandato de Rubalcaba.

Ocurrió en julio de 2016, tres años antes de su muerte. Rubalcaba estaba ya retirado y había vuelto a la universidad para dar clases de Química. Había estado más de treinta años de excedencia. Militaba en el PSOE desde 1974 y, ya en los ochenta, José María Maravall lo fue ascendiendo con distintos cargos en el Ministerio de Educación. Ese día participaba Rubalcaba en los cursos de verano de El Escorial y atendió a los medios antes de subirse a una mesa redonda.

El niño nacido en Cantabria pero criado en el barrio de Salamanca de Madrid, el hijo de un piloto de Iberia y nieto de un capitán republicano, pensaba tan rápido como había corrido de chaval. Su mejor marca, los cien metros lisos en 10,9 segundos.

En lo que popularmente conocemos como un canutazo –una atención informal a los medios–, Rubalcaba esbozó así la mera posibilidad de que Sánchez pactara con Podemos y los nacionalistas: "Sería una mayoría Frankenstein, y no un gobierno de izquierdas".

Había convertido la novela de Mary Shelley en un eslogan. Dijo más Rubalcaba: que esa coalición de confluencias "variopintas e independentistas" buscaría "romper España". Y que eso a Podemos no le inquietaba por estar nutrido de "anticapitalistas o confederalistas", pero que al PSOE sí. Porque el PSOE –remachó– "no puede ir con los que quieren romper España". También pidió a Pablo Iglesias que no "engañara" a la gente. Porque el PNV y CiU "no son de izquierdas".

Soraya Rodríguez, ocho años después de esa escena, explica: "Alfredo siempre nos decía... Primero, España. Después, el partido. Y lo último, nosotros".

Cuando murió Rubalcaba, Felipe González contó el "alivio" que ambos compartieron cuando la posibilidad de aquel Frankenstein se frustró. Era 2016, el comité federal apartó a Sánchez y, así, la gestora dictaminó que los diputados socialistas se abstuvieran para dejar gobernar a Rajoy. Después, Sánchez regresaría y ya no le temblaría el pulso para dar la razón a Rubalcaba.

A Rubalcaba le dolía –dejó escrito González– que el país se viera forzado a elegir entre el "Frankenstein" –Sánchez, Podemos y los independentistas– o el "Franconstein" –PP y Vox–. Él dejó la política tras orquestar una operación de Estado con los populares: la abdicación de Juan Carlos I.

Desde que Sánchez selló la coalición con Podemos, el término Frankenstein cobró vida como en la novela de Shelley y comenzó a ser utilizado, casi diariamente, por veteranos socialistas y dirigentes de la derecha. El eslogan de Rubalcaba, como decía Manuel Machado, se hizo copla: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor".

Como se trató de una declaración improvisada, improvisado pareció también el lema, pero Soraya Rodríguez explica: "Definió como nadie lo que muchos teníamos en la cabeza. Expuso la socialdemocracia como contrapeso natural al nacionalismo. Eso del Frankenstein, que pareció casual, fue seguro el fruto de una gran reflexión. Rubalcaba era terriblemente trabajador".

Cuando Rubalcaba estaba en activo, solía tener en el despacho una chaquetita de punto, como de viejo profesor de los sesenta. Al acabar el día, colgaba la americana en la percha, se ponía la chaqueta de punto y comenzaba la "reflexión". Lo cuentan algunos compañeros de entonces en charla con este diario.

Virgilio Zapatero fue el ministro de la Presidencia inmediatamente anterior a Rubalcaba: "Cuando le cedí el testigo, mantuvo a todo mi equipo. No hizo cambios. Era una persona muy preparada, con mucho talento para negociar y alcanzar acuerdos". Al suceder a Zapatero, Rubalcaba se enfrentó a las preguntas sobre los GAL y los distintos escándalos de corrupción que asolaron al felipismo.

"Es curioso y es cierto eso que dices de la copla. Porque lo del Frankenstein yo lo escuché por primera vez en la calle, y no en boca de Rubalcaba. Recogía lo que pensábamos los que habíamos formado parte de aquel socialismo. Alfredo tenía una gran capacidad para lograr titulares", cuenta Virgilio Zapatero.

Pero Rubalcaba, al que se le atribuye con el Frankenstein capacidad de "visionario", tampoco previó lo que iba a ocurrir. Él describió cómo apodaría eso en caso de suceder, pero en ese momento no lo imaginó. Murió en mayo de 2019. No le dio tiempo a ver cómo su expresión se hacía realidad: Sánchez firmó la coalición con Pablo Iglesias en noviembre de ese año.

En la entrevista mencionada a Susanna Griso, añadió: "Gobernar España es muy complicado y exige apoyos parlamentarios sólidos. Eso, si quieres hacer un buen gobierno. Hombre, si quieres chapucear...".

La sombra: las primarias

Hay otra frase de Rubalcaba que suele citarse mucho: "En España se entierra muy bien". Tan bien se entierra en España que las fuentes utilizadas para construir esta segunda parte del artículo han preferido hablar de manera anónima. Sienten que apuntar este aspecto supone, en cierto modo, enturbiar la memoria de Rubalcaba. Pero ocurrió.

En la República y hasta la Guerra Civil, ya era tradición que el PSOE eligiera por primarias entre sus militantes a los candidatos a las distintas elecciones. Aquel método desapareció, pero regresó en 1997.

No fueron siempre buenos los resultados. El partido se partió en dos cuando Borrell salió elegido candidato por primarias en detrimento de Almunia, que era el secretario general. Después de una batalla interna, Borrell se apartó y concurrió Almunia a las urnas.

"Fue Alfredo el que lideró ese proceso y... así estamos", relata un importante dirigente socialista que compartió ejecutiva con Rubalcaba. Era el momento de organizar su sucesión. Sonaba Eduardo Madina, que pidió unas primarias "un militante, un voto".

El PSOE –recuerda otro dirigente amigo de Rubalcaba– estaba muy presionado aquel 2014 por el auge de Podemos, que se aparecía ante la sociedad como una organización "más democrática" que las bipartidistas.

En el PSOE, cobró fuerza una corriente que quería caminar en esa supuesta dirección democratizadora. Quienes empujaban en ese sentido tenían mucha más fuerza mediática que los que se oponían. El partido estaba hundido electoralmente y lo que sonaba a cambio se abría paso con la fuerza de un tifón.

"La demanda de primarias era muy fuerte, pero me consta de primera mano que Alfredo tuvo muchísimas dudas. Sabía que se podía romper el sistema de contrapesos y que podía instaurarse un sistema cesarista en el partido", cuenta una de las fuentes consultadas.

Pero Rubalcaba estaba de salida y, por falta de convencimiento o por no querer protagonizar una marcha traumática, dijo "sí", amparó el proceso de primarias y... "así estamos".

Un exmiembro de la ejecutiva federal explica la diferencia entre el sistema actual traído por Rubalcaba y el anterior: "Antes, se elegía a la vez al secretario general y al comité federal. Por tanto, el candidato a secretario general estaba obligado a buscar apoyos entre las distintas facciones para imponerse. Eso generaba ejecutivas más plurales y ciertos contrapesos. Ahora, primero se elige al secretario general y, semanas después, al comité. El nuevo secretario, ordeno y mando, acaba imponiendo su voluntad".

"Yo no sé si Alfredo tuvo o no esas dudas, pero sí sé que no se opuso. El PSOE funciona hoy de esta manera por la instauración de ese modelo de primarias. Rubalcaba dejó muchas cosas buenas, pero alguna no tan buena; como las primarias", concluye otro veterano socialista.