La conflictiva realidad actual nos somete a una prueba de fuego casi cotidiana sobre nuestra percepción en cuanto a los avances en materia de derechos humanos. De ahí la importancia de que otorguemos una especial significación a la celebración, este año, del 75 aniversario de la redacción y aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Un grupo de hombres y mujeres de distintos países, culturas, religiones —cada cual portando sus terribles recuerdos y secuelas de la II Guerra Mundial— fueron capaces de tejer un mimbre ético y moral lo suficientemente resistente para presentar, ante la Asamblea General de París de Naciones Unidas, un texto consensuado que sentaría las bases del horizonte universal de los derechos humanos.
Imaginar hoy un hito de esta magnitud, cuando nuestro mapamundi se desgarra en multitud de guerras, guerrillas, terrorismo, violencia, parecería un sueño filantrópico. Sin embargo, el panorama tras los conflictos mundiales que asolaron a la humanidad en la primera mitad del siglo XX no era mejor, sino peor que el actual y, aun así, aquellos líderes y representantes diplomáticos alcanzaron un éxito que hoy perdura como un ejemplo para las generaciones presentes y futuras.
A partir de aquella declaración alumbrada casi por unanimidad, allí donde se da un marco de libertad, ya no existe debate sobre los derechos humanos a respetar. Los derechos humanos, pese a estar conculcados en algunas partes del mundo, se han convertido en el enclave sobre el que se construyen todos los horizontes sociales de prosperidad…
Prosperidad: son importantes las palabras. La prefiero a la palabra progreso. Es un hecho que la humanidad ha progresado, pero estamos como estamos: no podemos darnos por satisfechos de cómo es nuestra realidad global, que la paz se ve golpeada en Ucrania, en Israel, en el Sahel, y en tantas otras partes del planeta, sumándose pobreza, cambio climático y toda clase de penurias.
Frente a este progreso, debemos rescatar el espíritu de la Declaración Universal y trabajar incansablemente por convertir nuestro controvertido progreso en prosperidad. De hecho, si tomamos la acción del verbo prosperar, el diccionario de la RAE nos lleva al significado de “ocasionar prosperidad”, que tiene un fuerte un sentido inclusivo y solidario.
Pese a los momentos de zozobra que nos puedan afectar globalmente, los derechos humanos mantienen el rumbo hacia un mundo más amable con nosotros mismos. Si hace 75 años se sentaron las bases del horizonte hacia el que debemos caminar, ahora disponemos de una valiosa hoja de ruta como son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Redoblemos nuestro compromiso a seguir pergeñando en la presencia y actualidad de la Declaración Universal y en la oportunidad que nos brindan los ODS, pues será el mejor homenaje a quienes nos legaron la Declaración Universal. Y siguiendo con la importancia de las palabras, seamos conscientes de que somos legatarios de la Declaración Universal. De ahí que estemos obligados a mantener y avivar la llama ética y moral que nos dejó aquella asamblea general de París de Naciones Unidas en 1948.
Con este motivo, organizamos un acto de celebración del 75 aniversario de la Declaración Universal este 12 de diciembre, fecha lo más cercana posible al Día Mundial de los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Con el apoyo del Instituto de Formación Integral en Seguridad y Emergencias de la Comunidad de Madrid (IFISE), el periódico digital El Español y su edición de Enclave ODS, así como la Academia de la Diplomacia del Reino de España, nuestro Observatorio de los Derechos Humanos de España (ODHE) y la International Police Association (IPA España) convocamos a la ciudadanía para rendir un sentido homenaje a aquellos hombres y mujeres que participaron determinantemente en la redacción y aprobación de la Declaración Universal en 1948.
Lo haremos mediante una ilustración creada expresa y singularmente para este acto. También reconoceremos a las principales instituciones españolas que, en nuestro criterio, dan amparo al marco institucional sobre el que se desarrolla nuestro ámbito de los derechos humanos.
Este marco institucional, especialmente el jurídico, es la base sobre la que se fundamenta el respeto, salvaguarda y desarrollo de los derechos humanos en cualquier país y sociedad. Conculcar este fundamento conlleva el deterioro inmediato de la principal línea de defensa de los derechos humanos, puesto que sin seguridad jurídica no se puede establecer el perímetro de los derechos humanos, ni su posterior aplicación real. De ahí la incuestionable importancia de la separación de poderes en un estado de derecho.
Del lado de la sociedad civil, afortunadamente, son muchas las entidades y personas que trabajan en aras a favorecer la cultura y los valores de los derechos humanos en nuestro país. Esperamos que una buena parte de ellas nos acompañen en esa fecha del 12 de diciembre para reconocer la labor de los redactores de la Declaración Universal y de quienes hicieron posible su aprobación.
España es un país firmemente comprometido con los derechos humanos. Es evidente que el mejor y mayor legado de nuestra Transición es la Constitución que nos ampara y que contiene un fuerte compromiso democrático e institucional con la preservación del marco de los derechos humanos y que impulsa a hacer de España un abanderado internacional del derecho humanitario.
Queda camino por recorrer y muchos ámbitos que atender con más eficacia y mayores recursos, pero disponemos de un punto de apoyo que nos permite aplicar la fuerza de palanca necesaria: la sociedad española y su tejido asociativo civil nos sentimos legatarios de aquella Declaración Universal de París.
***Mario Rigau Oliveras es presidente del Observatorio de los Derechos Humanos en España