1,5 grados centígrados. Esa cifra mágica ha sido la que lleva varios años sobre las mesas de negociación climática. El objetivo se basa en limitar el aumento de temperatura global a esa cifra en comparación con la era preindustrial. Con ello no se podría revertir el calentamiento terrestre, pero al menos contribuiría a mitigar los efectos devastadores del cambio climático.
La primera vez que se introdujo este límite fue en el histórico Acuerdo de París de 2015, si bien fue un propósito ideal, ya que el pacto buscaba no alcanzar bajo ninguno de los casos los 2 °C respecto a los niveles preindustriales y los 1,5 se establecieron como una aspiración.
Esta cifra, contó Corinne Le Quéré, científica climática de la Universidad de East Anglia (Reino Unido), en la cumbre climática de Glasgow de 2021, se eligió porque “es la temperatura más cálida que se puede inferir que se ha registrado el planeta en el último millón de años, aproximadamente".
Un informe publicado en 2021 por el Global Carbon Project estimó que hay un margen de 420.000 millones de toneladas de dióxido de carbono para cumplir con el objetivo. Los científicos y las Naciones Unidas afirman que se debería recortar a la mitad el número de emisiones para 2030.
Sin embargo, no estamos cumpliendo estos objetivos. En 2022, las emisiones globales de carbono volvieron a batir un récord: 40.600 millones de toneladas. A este ritmo, tal y como descubrió la calculadora desarrollada por el Servicio de Cambio Climático (C3S) del sistema satelital europeo Copernicus a finales de enero, el calentamiento global alcanzará los 1,5 °C en febrero de 2035. Casi una década antes de lo esperado.
“A cierre de 2022, calculaba que ese límite se alcanzará en febrero de 2035, mientras que con datos a 2020 lo establecía para mayo de 2045. Aunque el cálculo va cambiando mes a mes, con los datos de los últimos años lo sitúa siempre en la primera mitad de la próxima década”, advirtió Carlo Buontempo, director del C3S a la Agencia Efe.
Cómo se calcula
Una de las cuestiones menos conocidas a la hora de abordar esta problemática es la forma en la que se calcula la temperatura media de la Tierra. Según explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), se trata de una magnitud estadística y no física.
“Contrariamente a la temperatura que puede hacer en una habitación, que es una medida que se define de forma precisa en términos físicos, la temperatura media de la Tierra no corresponde a una realidad inmediata o perceptible, sino que se trata de un promedio”, señala.
Esto es, se trata de un índice que agrega muchas informaciones procedentes de fuentes diferentes de todo el mundo. Una de las más importantes son los millones de estaciones meteorológicas operadas por los diferentes servicios meteorológicos nacionales de todo el mundo.
Ahora bien, cada país tiene su propia forma de trabajar y sus propios instrumentos, que además han ido evolucionando a lo largo del tiempo, algo que complica el proceso final de cálculo.
También están las boyas o los barcos científicos o comerciales que obtienen la temperatura de la superficie del mar. Y, desde los años 80, indica Del Campo, “nos apoyamos mucho en los satélites meteorológicos”.
Todo ello da lugar a una base de datos mastodóntica procedentes de “orígenes muy distintos y cambiantes”. Para realizar el cálculo, los científicos se sirven de procesos estadísticos muy complejos y como todo procedimiento de estadística, existe una incertidumbre. El portavoz de la AEMET explica que, por ejemplo, en el periodo comprendido entre 1960 y 1991 la temperatura media fue de 14 grados, había una horquilla de 0,5 °C, por arriba o por abajo, de incertidumbre.
El procedimiento se basa en la construcción de una rejilla global de observaciones. El mapamundi se divide en puntos (dentro de la rejilla) de aproximadamente 500 x 500 kilómetros de anchura. En primer lugar, se calcula un promedio de todas las observaciones de las estaciones meteorológicas que se encuentran en cada una de las rejillas y, finalmente, un promedio conjunto de todas.
Sin embargo, a pesar de que se trata de un procedimiento estadístico, cuenta Del Campo, los datos obtenidos también se puede interpretar desde un punto de vista de la física. Así, señala que existe una ley física —la ley de Stefan-Boltzmann— que establece una relación matemática entre la temperatura y la cantidad de energía que la Tierra emite por radiación.
Con esto, se puede saber cómo se modifica el balance radiativo o cómo un incremento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera “modifica la cantidad de energía que sale de la Tierra y, por tanto, se modifica la temperatura media de nuestro planeta, que evidentemente aumenta”, aclara.
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España, zona cero
España es uno de los países más vulnerables al cambio climático y el año 2022 fue uno de los países que más sufrió el aumento de temperaturas. Según el resumen climático de la AEMET, la temperatura media de la España peninsular fue de 15,4 °C, es decir, 1,7 °C por encima de la media del periodo de referencia 1981-2020.
Tal y como publicó un comunicado de la agencia meteorológica española, las temperaturas máximas diarias quedaron en un promedio de 1,9 °C por encima del valor normal. Asimismo, en 18 estaciones principales de nuestro país se registró la temperatura máxima diaria más alta desde que existen los registros.