Faltan planes para frenar la contaminación si los niveles se disparan: sólo 15 ciudades tendrían protocolos eficaces
El plazo para actualizar las medidas venció el pasado 9 de enero y el último Real Decreto aprobado tampoco establece un nuevo límite de aplicación.
28 enero, 2023 02:25El fantasma de las multas europeas por la calidad del aire sigue sobrevolando España. Aún después de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) condenara a Madrid y Barcelona el pasado mes de diciembre por superar entre los años 2010 y 2018 los límites máximos de dióxido de nitrógeno (NO2) establecidos en la normativa europea. Y aunque se han puesto medidas para mejorar el aire que respiramos en estas ciudades, lo cierto es que aún queda trabajo por hacer
Importantes localidades como Alicante, Bilbao, Cartagena, Córdoba, Elche, Granada, Málaga, Palma, Las Palmas, Pamplona, Santa Cruz, Vigo o Vitoria siguen sin poner en marcha protocolos actualizados para hacer frente a episodios de alta contaminación. Como denuncia Ecologistas en Acción, los planes con los que cuentan están obsoletos y no se adecúan a lo establecido por el último Plan Marco de Acción aprobado en julio de 2021.
El documento de la Conferencia Sectorial de Medio Ambiente ponía sobre la mesa la necesidad de establecer valores y actuaciones de respuesta y anticipación homogéneas a los altos episodios de contaminación para todas las administraciones. Así, las administraciones que ya contaran con estos planes de acción, tendrían un período de 18 meses para adaptarlos al Plan Marco. Sin embargo, la mayoría de localidades de más de 100.000 habitantes de nuestro país seguían sin acatar lo dispuesto a día de 9 de enero de 2023 –la fecha límite de aplicación–.
Hasta la fecha, solo una quincena de áreas urbanas se ha dotado de protocolos de actuación frente a episodios de mala calidad del aire: Avilés, Gijón y Oviedo (con un protocolo autonómico); los ayuntamientos de A Coruña, Barcelona, Gijón, León, Madrid, Murcia, Sevilla, València, Valladolid y Zaragoza y las principales localidades de las áreas metropolitanas de Barcelona y Madrid (con protocolos autonómicos).
Miguel Ángel Ceballos, responsable de calidad del aire de Ecologistas, comenta que incluso en las ciudades que tienen planes “no están resultando eficaces”. Apunta que, en algunos casos, no se llega a aplicar prácticamente nunca porque los umbrales de contaminantes establecidos “son demasiado laxos” y, en otros, las medidas “no son exigentes en cuanto a reducción de tráfico” o bien, “cuando se pone en marcha, el episodio de contaminación ya lo tenemos encima”.
Para el experto, la ciudad de Valladolid podría ser un ejemplo de un buen control de calidad del aire porque es el que más contaminantes incluye en el plan de acción que aprobó en el año 2017 y el que fija unos umbrales más exigentes alineados con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto a la presencia del dióxido de nitrógeno (NO2), de partículas en suspensión inferiores a 10 micras (PM10) o inferiores a 2,5 micras (PM2,5) y el ozono.
Lo de incluir una lista más amplia de contaminantes es algo que se ha vuelto a exigir en el último Real Decreto del Gobierno aprobado esta misma semana, que incide de nuevo en establecer un marco de actuación común para las diferentes administraciones públicas en caso de episodios de alta contaminación.
Como ha informado el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), lo que se busca es, en definitiva, conseguir un mejor control de la contaminación atmosférica reduciendo la concentración de partículas y dióxido de nitrógeno especialmente en las grandes ciudades, los lugares donde la calidad del aire está particularmente deteriorada.
Ceballos apunta que la ley del año 2007 ahora se concreta mucho más en los ayuntamientos de 100.000 habitantes en los que haya riesgo de superar los umbrales de alerta. No obstante, critica que, a pesar de ser “una iniciativa positiva”, este Real Decreto “no dice el plazo de aplicación”, salvo para la adaptación de los protocolos vigentes o en elaboración al Plan Marco de Acción estatal, que deberían abordar las administraciones responsables de los mismos en este mes de enero.
Además, aunque aparecen por primera vez umbrales de alerta para los contaminantes más peligrosos, como son las partículas, aún son superiores a los fijados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que “son insuficientes”, apuntan desde Ecologistas.
Dado que la mayor parte de la contaminación en las áreas urbanas procede del tráfico, y mayoritariamente de los coches, en opinión de Ecologistas en Acción buena parte de las medidas para reducir las puntas de contaminación deben ir encaminadas a limitar la utilización del automóvil con antelación suficiente.
Esto se puede compensar mediante acciones que puedan reducir a la vez la velocidad y el uso del coche, y que canalicen la necesidad de movilidad hacia el transporte público y los modos de transporte no motorizados, como la bicicleta.
Asimismo, se hace necesario tener en cuenta la variable de la temperatura. Más si cabe en un escenario de cambio climático. Como explica Ceballos, en momentos de temperaturas extremas, pueden producirse los mayores picos de contaminación. Cuando hace frío, el contaminante que más aumenta es el nitrógeno; cuando hace calor, el ozono.
De acuerdo con la AEMA, durante períodos prolongados de altas presiones en los meses de invierno, la radiación solar llega hasta el suelo y lo calienta. De noche, la falta de cobertura nubosa implica la rápida pérdida de calor en el suelo, y que el aire en contacto con el suelo se enfríe.
De esta manera, el aire caliente se eleva y actúa como una tapadera, reteniendo el aire frío cerca del suelo. La contaminación, incluida la del tráfico rodado, también queda retenida, así que la capa de aire más cercana al suelo está cada vez más contaminada. Este ciclo continúa hasta que cambian las condiciones meteorológicas predominantes.
La salud nos va en ello
La literatura científica acerca de cómo nos afecta la contaminación del aire a nuestra salud sigue sumando datos que subrayan la urgencia de tomar medidas al respecto. Solo el dióxido de nitrógeno y el ozono pueden causar dificultades respiratorias e incluso provocar ataques de asma cuando se encuentran en altas concentraciones. Según cálculos de la Agencia Europea de Medioambiente (AEMA), estos contaminantes causan unas 1.800 y 6.800 muertes respectivamente cada año en España.
[La contaminación mató a 9 millones de personas en 2019, cuatro veces más que la Covid en 2020]
Además de los fallecimientos, la mala calidad del aire tiene otros impactos sobre nuestra salud y, muy especialmente, sobre la de los más vulnerables. Lo último que ha dado a conocer un informe preocupante del Hospital Sant Joan de Déu y el Instituto de Salud Global de Barcelona.
El trabajo alerta de la vulnerabilidad de los menores y destaca que la exposición a la contaminación atmosférica tiene relación con un mayor riesgo de bajo peso al nacer, prematuridad y problemas en el neurodesarrollo. Pero es que, además, también eleva la probabilidad de sufrir dolencias dermatológicas, asma u otras alteraciones respiratorias a largo plazo.
Son cifras que muestran un auténtico problema de salud pública y que, en ocasiones, acaba traduciéndose en ingresos hospitalarios. Según un estudio publicado por el Instituto de Salud Carlos III, junto a otras universidades e instituciones nacionales, en los centros madrileños se han producido un total de 8.246 ingresos por causa natural atribuibles solamente al dióxido de nitrógeno (NO2) entre 2013 y 2018 (el período de estudio), con un coste estimado de cerca de 120 millones de euros.