El cambio de la Derecha para no ser casta
La identificación del PP con la denominada casta es cada vez más intensa debido a los numerosos casos de corrupción y la ofensiva política-cultural de la izquierda.
La identificación de Derecha y corrupción es una de las armas más potentes de la propaganda izquierdista, a pesar que sea perfectamente conocido que son innumerables los casos de corrupción empresarial asociados a un partido de izquierdas como el PSOE, o que los empresarios de la casta hayan vivido en la gloria con Felipe González y su partido. La izquierda tiene el recurso perfecto para quitarse culpas ante la corrupción, y es que cuando hay un partido de izquierdas asociado con corrupción o empresarios corruptos, es que realmente no eran de izquierdas. Con esa respuesta se quedan tranquilos. El pensamiento es muy simple: “Si eres malo eres de derechas y no puedes ser de izquierdas, porque ser de izquierdas es ser bueno”.
Lo peor de lo anterior es que enfrente, en la Derecha, no solo se abandonan principios y lucha por las ideas que siempre caracterizaron a la misma, sino que compran los estereotipos que la izquierda les asigna, incluido el estereotipo “Torrente”. Se acomplejan, se esconden y tratan de pasar desapercibidos en el ambiente cultural progresista imperante.
Una Derecha plural
No es una cuestión de rigidez ideológica, ni mucho menos de puritanismo confesional. España necesita una Derecha plural. Se trata de dar soluciones concretas desde principios sencillos, no de rarezas exóticas. Hasta Alain de Benoist, ideólogo de la nueva derecha francesa, ha dicho varias veces que actualmente los partidos políticos constituyen un ámbito particularmente poco propicio para el desarrollo y la actuación de ideas. Pero una juventud que quiera heredar el legado de la Derecha –y sin él no hay PP ni nada que valgan, véase si no la situación agónica según en qué región de este partido- no puede evitar la lealtad a la comunidad nacional española, el respeto por la fe histórica de nuestro pueblo y la defensa de los intereses inviolables de la persona.
Comentando el libro de Tomislav Sunic sobre la que hace décadas se llamó Nueva Derecha Europea, De Benoist explicó que la oposición activa y no meramente mercantil al marxismo y sus derivados no tiene por qué pasar necesariamente por "el fundamentalismo religioso, el atlantismo occidental, la defensa del capitalismo y el apoyo a la ideología de mercado", ni por "una mezcla de nacionalismo y xenofobia", ni por la "ideología de la igualdad", ni por el universalismo, ni por el progresismo, ni por la simple democracia formal. El hecho que no todos ven, pero que todos padecemos, es que "el mundo que ha prevalecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha terminado... Estamos asistiendo al fin de un gran ciclo histórico de la modernidad. Hemos entrado en la era de la postmodernidad". Una era de cambios que hay que saber afrontar. Si no queremos que casta y derecha se identifiquen (una vez en declive el PSOE), no puede dejarse que frente a las ideologías de la izquierda haya sólo la rutina, la propaganda del miedo, los negocios, los dedazos y la imposición como modelo del Homo oeconomicus.
No basta la pretendida eficacia cortoplacista: si no hay reflexión, y reflexión con enjundia, lejos de papeletas y de pavores, no hay nada que hacer, sea cual sea la sigla PP, o no, que se proponga a la España que está cansada.
¿Es Podemos el modelo? En muchas cosas puede que sí. Antes de un Stalin hace falta un Lenin, antes de un Lenin un Marx, antes de un Marx un Hegel, y en medio todo un Antonio Gramsci que lo entienda todo, lo sistematice y le dé forma. La izquierda lo hace. Si la derecha española se niega a hacerlo, será aplastada o, peor aún, vivirá sólo su carcasa institucional vacía de contenido… dispuesta, contra su propia raíz, a ser aumentadora de impuestos, progresista, materialista, cortoplacista, economicista. Sería a la vez un error, una derrota y dar la razón al simbólico profe trostkista, Pablo Iglesias, que los mismos medios del Gobierno han querido elevar y manipular.