Gobernar a base de ocurrencias
La fatuidad de la política contemporánea es elocuente. Hay quien se dedica más a la ocurrencia que al gobierno de los asuntos públicos, cuando no intenta organizar la vida personal de la gente con normas elaboradas como para amaestrar perros que algunos consideran una forma de progreso, cuando no es más que el lento camino al mundo feliz dirigido por el Gran Hermano.
La política no debería ser más que la gestión de la vida social para procurar la mejor forma de vida posible de los gobernados en libertad y seguridad. Hay corrientes políticas enfocadas más a complicar la vida de las personas que a facilitarla. Más que evidenciar amor por el género humano demuestran cierta tirria y ánimo de veganza hacia la humanidad que se ha organizado correctamente y vive sin la propina del que manda. La incompetencia política actual se dedica a quitarnos el dinero del bolsillo para luego devolverlo no en función de las necesidades sino de la adhesión que se demuestre a la causa.
Para ejemplo, un botón. Pedro Sánchez, en su reconocida genialidad, ha creado el Ministerio de Transición Ecológica dedicado esencialmente al automóvil eléctrico y la energía nuclear. En lo del coche, el ministerio hace la competencia a los concesionarios en su intento de convencernos de que la cosa funciona. El coche eléctrico funcionará, no tardando mucho, por la mejora sustancial que están experimentando las baterías de nueva generación, pero para que ello sea una realidad a corto plazo no hace falta la ayuda de la autoridad, a no ser que existan otros intereses impublicables, porque los fabricantes ya se están dedicando a ello desde criterios tecnológicos, científicos y empresariales, y no como conjeturas de una tertulia de ateneo.
En cuanto a la energía nuclear todavía no han dicho con qué la van a sustituir y si eso va a suponer un aumento de las emisiones de CO2, una factura energética más cara o la creación de un plan de subvenciones para los empresarios amiguetes, como la ha sido hasta ahora la energía solar, que no funciona. Lo de los huertos solares y otras inversiones de calado las pagamos todos en el recibo de la luz, donde viene regularmente detallado. Es una tecnología que funcionará en breve por los avances propios del siglo y por el descubrimiento de nuevas características de ciertos materiales, como en las baterías, pero para su implantación y desarrollo bastará con que las empresas logren sus objetivos de ahorro de costes y de productividad, es decir, exactamente lo contrario de lo que hacen, financian y animan las administraciones públicas.
Un amigo mío, gran empresario hace tiempo retirado, recibió por los años ochenta la visita de un grupo de senadores socialistas que le preguntaron por el éxito de su factoría en un momento de crisis. Mi amigo respondió: “Porque procuro hacer lo contrario de lo que recomienda el Gobierno”. El gran enigma de este inicio de siglo es por qué los políticos sin bagaje se estiman con más recursos intelectuales que las cientos de millones de personas que tienen más preparación, inteligencia y demostrada eficiencia... ¡Ah, sí! Eso es la reacción natural de un listo.
El Ministerio de Transición Ecológica ha costado un dineral crearlo -detalles, por cierto, que nunca se cuentan- y sólo sirve para poner, como la muñeca vestida de flamenca, encima del televisor de Pedro Sánchez, que lo enseñará a las visitas con legítimo orgullo.