Donación de órganos: otra grandeza del español sin premio
Los españoles, entre otras grandezas, demostramos cada año desde hace mucho tiempo una generosidad incontestable en la donación de órganos. Quienes ceden su organismo para beneficio y salud de otros cumplen con largueza la definición de amor como darse a los demás o al otro sin esperar sinceramente nada a cambio. No piensan en recompensas, ni económicas ni la sentimental de un agradecimiento. Nunca conocerán a sus beneficiarios. Se dan sin condiciones, sin pensar si será el vecino del quinto, que tan mal les cae, el que se aproveche de su cuerpo. Para uno, que esto tiene que ver bastante con la fe cristiana que nos conforma cultural, racial y socialmente, y nos reconforta desde hace casi 2.000 años a los españoles.
Los donantes de órganos deberían recibir un premio, no de la oficialidad. Los premios gubernamentales siempre tienen una intención en quien lo da y un precio para el que lo recibe. Se trata de un reconocimiento social consistente en sentir legítimo orgullo por nosotros mismos. Quienes donan órganos nos hacen mejores a todos y eso debe servirnos para recordar nuestra grandeza en tantas cosas mientras el entorno y muchos, muchísimos desde el interior pretenden acomplejarnos.
Las declaraciones de buenas intenciones suelen provocar excelente impresión e incluso emoción en quien las escucha, mientras que la donación de órganos, además de la expresión de un deseo, es el hecho material de darse en cuerpo y alma por el beneficio que genera en sí mismo y la altura, largueza y profundidad que revela del donante, sólo agradecida por unos titulares de prensa elogiosos y alguna declaración política tendente a insinuar que de la buena gestión del dirigente deriva la generosidad de los demás.
Se otorgan distinciones, sorprendentemente, a quienes hacen alguna cosa con dinero público en forma de ayuda o subvenciones. Es decir, se premia por hacer el producto que se espera de lo que se ha pagado, sin embargo se pasa de puntillas ante actos de solidaridad absoluta, quizá porque en el caso de la donación de órganos es una gesto de caridad, de afecto al género humano y eso suele tener una conexión directa con la religiosidad, católica en el caso español y, por lo tanto, de libertad, que tanto molesta y es tan intolerable para la oligarquía política contemporánea.