"Armas de destrucción matemática". Por fin, una definición comprensible de los algoritmos. La ofrece Roberto Saviano en El Mundo. Asegura que "Internet lo ha destruido todo" y que si "hoy Kafka publicara en las redes sociales, sus libros habrían caído en el olvido por falta de likes". Va a tener razón Kenneth Branagh cuando alerta en el mismo periódico de que "vivimos en un mundo cada vez más tribal en el que el insulto ha sustituido a la comunicación".
Igual por eso Virginia Feito prefiere usar las redes "para mirar". "Es lo típico de 'yo controlo' y 'paro cuando quiera'", confiesa en Telva. "No me expongo. Miro desde la oscuridad y me asomo lo justo". Por haber ganado el Planeta han llamado a Eva García Sáenz de Urturi "golfa, tipeja, inmadura y ama de casa". No lo ha dejado pasar y ha contestado en Zenda. Es de las que cree, explica en XL Semanal, que "ahora se educa en silenciar y en no responder, es eso de 'no alimentes al trol'. Me gustó dar una respuesta, no autocensurarme y contestar: 'Señores, vamos a argumentar todos estos insultos'".
A ver si va a tener razón Luis Landero cuando le dice a Manuel Llorente (El Mundo) que en "España el atacar a los demás, el reírse, el burlarse produce placer. En Twitter por ejemplo. Esa mala leche que no sé si es del español o del hombre (…) algo hay en nosotros de cainitas, de afán destructivo…".
"¿Qué más dan las pompas de cualquier ayuntamiento analfabeto y ridículo? ¿Acaso ennoblecen al muerto?
Más reacciones tras la muerte de Almudena Grandes. Javier Marías (El País) opina que "tan irrespetuosos han sido sus detractores como sus partidarios (bueno, mucho más los primeros). Lo que no han hecho unos ni otros ha sido dejarla en paz, ni abstenerse de blandirla como arma arrojadiza". No le entusiasman los honores póstumos. "¿Qué más dan las pompas de cualquier Ayuntamiento analfabeto y ridículo? ¿Acaso ennoblecen al muerto? Desde mi punto de vista son más bien un escarnio".
Las disputas intelectuales desempolvan el término rancio. Ha sido a raíz del libro de Begoña Gómez Urzaiz Neorrancios: sobre los peligros de la nostalgia (Península). Así lo relata Juan Soto Ivars (El Confidencial): "Estos días prolifera la coletilla 'neorrancio' en artículos […] que tachan la nostalgia de reaccionaria y componen listas negras de sospechosos rojipardos".
"¿Neorrancio? No me insulte: Rancio a secas", contesta Ignacio Peyró en La Lectura. "Uno puede querer ser absolutamente moderno sin darse cuenta de que se ha convertido en el rancio de alguien". ¿Cómo acabarán estas disputas?: "Se hace difícil pensar que las guerras culturales vayan a tener un vencedor claro en un país donde los maoístas se despertaron neocons y la izquierda nació al calor del brasero democristiano".
Igual el problema es España. Las cosas han cambiado, según opina Eduardo Jordá en Jot Down. "España era un país muy poco 'español' en los años 80 y 90. Todo eso de la bandera y la tradición nos importaba un pimiento, por fortuna. Pero en cuanto empezó la tabarra de la explosión nacionalista periférica (…) hubo una reacción centrípeta…".
"En España el atacar a los demás, el reírse, el burlarse de los demás produce placer"
También en Francia preocupan los debates del presente. Anne-Elisabeth Moutet escribe en UnHerd un artículo de título significativo: La muerte del intelectual francés. "¿Dónde están los sucesores de Sartre y Aron?", se pregunta. "Vergonzosas y cada vez más irrelevantes, las estrellas [intelectuales] de Francia nunca han sido más tenues", concluye.
Y de Francia llega la opinión de Sophie Marceau (Vanity Fair) sobre otro debate incandescente: la carne. "Imagine que llegara un ángel a la tierra y cayera en mitad de un matadero y viera esa masacre. ¡No es normal! Algo no funciona ahí. Parad ese sufrimiento".
Sería imperdonable olvidar este febrero el Ulises de Joyce. Cuenta La Razón que Joaquín Sabina tiene un ejemplar "muy caro" de "la edición princeps, la que realizó la Shakespeare & Company". Lo compró como inversión en la crisis de 2008. "Temiendo perder algún dinero que tenía en el banco […] decidí hacerme un regalo".
P. S. Andrés Trapiello replica a David Toscana en Letras Libres. A propósito de la presunta "ñoñez" de traducir "afeminado" por "desmayado" en su Quijote, explica al novelista mexicano, Covarrubias en ristre, que, pese a tener hoy "un significado únicamente peyorativo […], en el siglo XVI se usa afeminado por 'suave', 'delicado', 'dulce', matices propios de la idealización petrarquista de la mujer".