Virginia Feito (Madrid, 1988) descuelga el teléfono todavía escabulléndose de la cama. Son las diez de la mañana. "Para mí madrugar es levantarme antes de esta hora, soy así de princesa", arranca con un desparpajo desconcertante, primer indicio de una personalidad espontánea y arrolladora, tan divertida que colisiona con una confesión que pronuncia unos minutos después: "Soy una escritora perversa, me gusta escribir cosas macabras, asquerosas, violentas, incómodas, porque me interesa ese tipo de literatura y de cine que te dejan una sensación de ansiedad, que te marcan".
¿Pero quién es Virginia Feito? Respuesta retorcida: una publicista reconvertida en novelista de thriller y cuya ópera prima ha gozado de gran éxito, quizá por simple fortuna o porque se ha sabido vender muy bien, en el mundo anglosajón, especialmente en Estados Unidos. Esa semblanza es injusta. En realidad, la madrileña cuenta en su biografía con estudios de Literatura Inglesa y Arte Dramático en la Queen Mary University de Londres. Lo de la publicidad vino después que las letras: un máster en Miami en busca de "un trabajo más realista" que, paradójicamente, avivó el deseo y la necesidad de escribir.
Lo primero que quizá llame la atención de la sorprendente e incisiva La señora March, publicada ahora en español por Lumen, sea precisamente que el manuscrito se redactó en inglés. ¿Por qué? "Ojalá fuese una respuesta obvia, siéntate", dice Feito al periodista entre carcajadas, y empieza a hablar: "Me llamo Virginia por el estado de EEUU, donde vivía mi familia. Mi casa siempre ha estado llena de cultura americana, de cómics, libros o VHS en inglés, hasta los especiales de Navidad de El Grinch. Era una niña bastante pedante que leía a Dickens y a las Brontë, y todos al empezar a escribir emulamos a los autores que admiramos, que en mi caso había leído a todos en inglés".
Pura comodidad, en definitiva: el hábitat lingüístico de Feito para zambullirse en las cuestiones que la inquietan es la legua de Shakespeare. Una explicación a la que no cabe buscarle ningún tipo de estrategia de análisis del universo editorial. "No tenía ni idea de la industria cuando envié el manuscrito a varios agentes literarios de Londres, básicamente por proximidad. Es una ignorancia que ahora me alarma", asegura, aunque sí reconoce que los editores británicos y estadounidenses se están abriendo cada vez más a obras traducidas, extranjeras. "Ya no les da tanto miedo leer un cuento sobre una cultura que no conocen".
La inesperada acogida de La señora March, un thriller psicológico de terror con ciertos ingredientes de sátira insospechada, le ha valido el título de "la Patricia Highsmith española". "Esperaba que quizá con suerte alguien me publicara la novela, aunque lo más realista hubiera sido que se quedase en un cajón. Esa comparación me hace una ilusión que me muero, pero lo más importante es que todas esas críticas positivas en los medios me las tomo a risa cuando me paso por Amazon y leo todas las malas. ¡Te meas! Nadie es exactamente nadie: yo tengo muchas inspiraciones bastante distintas que he mezclado haciendo un popurrí, pero es un lujo que te comparen con tus referencias".
Malas pécoras
El libro tiene como protagonista a una mujer que vive en el Upper East Side de Nueva York y está casada con un escritor de cierto reconocimiento. Camufla bajo su piel a un ser egoísta, envidioso y paranoico que emerge cuando descubre, a través de la dependienta de una pastelería, que el personaje central de la última novela de su marido, una prostituta patética a la que nadie desea, se inspira en ella.
"Quería crear un personaje desagradable femenino, que son los que me gustan, como en Succession, y hacer un estudio psicológico", explica Feito. "Hay mucha literatura sobre mujeres aparentemente imperfectas porque beben o se van volviendo cada vez más locas porque las tortura un hombre. Yo quería darle una vuelta a eso: no siempre tiene que haber un hombre detrás de todo, a veces nos volvemos locas nosotras solas y somos malas pécoras". En La señora March, cuyo embrión se emplaza en un momento de imaginación con El cascanueces de fondo y en una escena de Meryl Streep en Las horas, también figura una sátira a la sociedad privilegiada o a lo absurdo de aparentar la perfección, sobre todo por la presión que este comportamiento ejerce sobre las mujeres.
Aunque se lo propusieron, Feito rechazó traducir su novela. "No me sentía con el talento para escribir en castellano, sigo sin entender normas gramaticales, como lo de los guiones en los diálogos, no leo en español, por lo que mi vocabulario será más limitado, y hay traductores tan buenos...", dice. A ella le tocó Gemma Rovira, que precisamente había traducido su libro favorito, El secreto, de Donna Tartt, o varias entregas de la saga de Harry Potter. "Una traducción no es solo cambiar una palabra a la más parecida. Tienes que entender un espíritu y dos culturas distintas", añade la autora, que se queja de que en España "no usáis", hablando como si ella no lo fuese, las cursivas para mostrar inflexión en la intención de determinadas palabras.
Virginia Feito se asoma ahora al vértigo del éxito. Embarcada ya en su próximo proyecto literario, más macabro aún, reconoce sentir mucha presión. "La señora March lo escribió el miedo a fracasar en un sueño que tenía desde muy pequeña, y eso me ayudó mucho porque soy muy vaga. Ahora estoy escribiendo con un miedo distinto, más jodido: a decepcionar (a mi madre, a mis agentes o a los lectores que no tenía), y eso no es que te motive mucho", apunta.
El éxito de su debut lo evidencia también el interés que ha suscitado en el mundo del cine. Elisabeth Moss, la protagonista de El cuento de la criada, ha comprado los derechos del libro para adaptarlo a la gran pantalla. "Solo pido seguir viviendo lo más posible de la literatura... y un Oscar al Mejor guion adaptado", bromea Feito, que se encargará también de la escritura del texto cinematográfico. "Leo muchos guiones desde pequeña, mi hermano era muy cinéfilo y tenía los de Pulp Fiction o Seven. Además, mi madre no me dejaba ver películas de mayores y tenía que conformarme con leer los guiones, como con American Beauty. Como dije antes, era una niña muy pedante, terriblemente especial".