Los premios de poesía privados más prestigiosos y trascendentes de España, el Loewe y el Hiperión, han cambiado la suerte de infinidad de poetas a lo largo de su historia, de Juan Luis Panero y Jaime Siles a Vicente Valero, de Elena Medel a Ben Clark. Respaldados por público y crítica, son esperados y leídos por los amantes de la mejor poesía, pero los de este año se encuentran casi perdidos, en tierra de nadie.
Y eso que al menos los de los ganadores de los Loewe 2019, Las gavieras, de Aurora Luque, y Aunque los mapas, de Raquel Vázquez, comenzaron a distribuirse tímidamente días antes de que se decretase la alarma. Ahora han vuelto a a las librerías, pero la entrega de los galardones se retrasará hasta otoño y las presentaciones en Madrid, Barcelona, Oviedo, Málaga, etc. tendrán también que esperar.
La odisea del Premio Hiperión
Peor es el caso del más reciente Premio Hiperión, Hijos de la bonanza, de Rocío Acebal, que hace dos semanas carecía de fecha de salida y del que ahora se aventura que podría publicarse ahora a principios de junio. Claro que su misma concesión fue una odisea: el pasado 20 de marzo –Día Mundial de la Poesía y 250 aniversario de Hölderlin–, un jurado formado por Ben Clark, Francisco Castaño, Ariadna G. García, Jesús Munárriz y Benjamín Prado no pudo reunirse físicamente por culpa del estado de alarma, pero tampoco recurrió, por problemas técnicos, a una videoconferencia, y a través de teléfonos y correos electrónicos acabó concediendo el galardón por unanimidad al libro de Acebal. Durante dos meses Munárriz, propietario y editor de Hiperión, no pudo imprimir ni distribuir nada, y ahora que ya está maquetado ignora cuándo podrá lanzarlo. "Depende de la marcha de las librerías. Siempre lo sacábamos para la Feria del Libro, a finales de mayo, pero como se ha retrasado…". Eso sí, Acebal está ya revisando las pruebas de imprenta…
"La impotencia, la soledad, la extrañeza de estos días terminará por filtrarse de una forma u otra en mis poemas". Rocío Acebal
Mientras, las autoras esperan y reivindican sus libros. Así, Aurora Luque (Almería, 1962) explica que Las gavieras “llevaba años gestándose. Ya dediqué a la palabra gaviera un poema en Personal & político, mi libro anterior”. En el premiado –subraya– “está presente la conciencia de vivir en una época que cuestiona nuestra existencia como una identidad fija y adscrita a un estado y a una lengua inamovibles. Por ello me detengo en mitos que inspiran posibilidades de re-construcción de la identidad (especialmente la femenina)”. Mitos dinámicos, fluidos, “como la gaviera, la flâneuse, la espigadora, “a mujer que narra su 'descensus ad inferos' (siempre lo contaban ellos: Odiseo, Eneas)”. Se presentó al Loewe a modo de freno, porque “los premios son una ocasión para no alargar eternamente el trabajo final de corrección y pulido de un libro”. Además, subraya, no es solo que el mecenazgo de Loewe le resulte admirable, sino que cree que “este país abunda en apoyos a celebraciones, festivales y eventos, pero protege mal o nada a los poetas en sus procesos creativos. No hay becas de creación, no hay residencias para escritores (tan abundantes en otros países). El azar de un premio ocupa el lugar de esas ayudas inexistentes: sirve para comprar tiempo libre y seguir escribiendo”.
Por su parte, Rocío Acebal (Oviedo, 1997), que se define como poco metódica y que confiesa que escribe y revisa “en los huecos de la vida (en el autobús, en una cola…)”, recuerda ahora que hace un año comprendió que estaba creando poemas con un tono y una visión común, “así que corregí, organicé y descarté con mimo para formar una historia coherente: Hijos de la bonanza”. Después decidió presentarse al Hiperión porque es un premio con una trayectoria sólida “con el que han sido premiados autores a quienes admiro” y además “da un respaldo y una oportunidad de difusión mayores para la obra”.
"Me he aferrado a la lectura como tabla de salvación, porque estos no son momentos propicios para la creación". Raquel Vázquez
En cambio, Raquel Vázquez (Lugo, 1990), Premio Loewe a la Creación Joven, recuerda que tras terminar su anterior poemario, Lenguaje ensamblador, tenía claro qué libro querría escribir: “Sí, sería algo más luminoso, menos críptico, que no excluyera cuestiones sociales, y que tuviera como eje el espacio, en lugar del tiempo, que es lo que sucedía mayoritariamente en mis otros poemarios. Me presenté al Loewe, al igual que dice el título de Ángel González, ‘sin esperanza, con convencimiento’. Lo normal es no ganar, pero siempre creo que el mayor fracaso es no haberlo intentado”.
Poemas postpandemia
Tras tantas semanas confinadas y en espera de buenas noticias sobre sus libros, las tres confiesan su desasosiego. La más afectada parece ser Acebal que, aunque ha creado nuevas rutinas, siente que “hay algo que no encaja en ellas, un runrún que señala lo que pasa más allá de mi ventana y me empuja a mirar constantemente el móvil en busca de la última noticia. Me resulta difícil concentrarme, así que leo poco y escribo aún menos”.
Más serena, Luque reconoce que “la cercanía tan rotunda y feroz de la muerte nos ha enfrentado a lo verdaderamente importante: la fragilidad y la belleza de la vida”. Y de eso va precisamente la poesía que le importa, “de la capacidad de las palabras para retener lo vivo, lo único. Decía Manuel Vilas que durante el confinamiento no podíamos practicar el carpe diem; cierto, pero qué reforzado va a salir el consejo horaciano: tras la pandemia habrá una invitación a tomar la vida con fruición poética. Seguramente nos parecerán inservibles muchas convenciones, hipocresías y polémicas anteriores al virus. Toca reinventar muchas cosas: las relaciones, el empleo del tiempo, el respeto a la naturaleza, el consumismo atroz… Una oportunidad creativa, pienso”.
“Tras la pandemia habrá una invitación a tomar la vida con fruición poética. Muchas convenciones nos parecerán inservibles". Aurora Luque
Incapaz de escribir, Raquel Vázquez se ha aferrado a la lectura como “tabla de salvación”, quizá porque siempre le ha producido “una sensación de serenidad, de vuelta a la cordura. Tal vez este momento no sea el más propicio para la creación. Sí para repensar el mundo, preservar los vínculos y comenzar la (re)construcción de una normalidad no prescriptiva, desde quiénes somos y quiénes queremos ser”.
Sin embargo, las tres saben que, tarde o temprano, todo lo vivido se plasmará en sus futuras obras. Así, Luque admite que inevitablemente “algo de esta experiencia traumática e inconcebible se acabará filtrando en la escritura de la época. Cine, teatro y novela darán cuenta pronto de esta crisis, pero el sedimento será más sutil e impredecible en la poesía”. Acebal lo confirma porque, aunque escribe ficciones, lo hace asentada en la realidad "y la de estas semanas está marcada hoy por la impotencia, la soledad, la extrañeza. De una forma u otra, eso terminará por filtrarse a mis poemas". Es lo mismo que se plantea Vázquez, a la que estos meses le ha preocupado “que esta distopía se mantenga en el tiempo con mecanismos de control” y sabe que todo acabará en un nuevo libro. Con permiso de futuras pandemias, claro está.