La larga cadena del ancla. La hora presente
Yves Bonnefoy. Edición de Enrique Moreno Castillo
23 septiembre, 2016 02:00Yves Bonnefoy. Foto: Círculo de Poesía
Aficionado a las matemáticas, ensayista crítico, Yves Bonnefoy (Tours, 1923 - París, 2016) ha sido el poeta francés de mayor prestigio en las últimas décadas. Su adolescencia está marcada por la guerra y por la muerte del padre. Vive en una casa destruida durante un bombardeo. Ciudadano parisino a sus veinte años, mantiene una relación tangencial con el surrealismo. Logra la fama con sus traducciones de Petrarca, Shakespeare, Blake, Keats, Leopardi, Yeats, Seferis. Obtiene un puesto de profesor de literatura y arte en el influyente Colegio de Francia. A partir de los años setenta, las editoriales españolas Lumen, Hiperión, Pre-Textos y Visor publican sus versos.La larga cadena del ancla y La hora presente, dos libros unidos en un volumen, pertenecen a la última etapa creativa de Bonnefoy. Han sido editados por separado en Francia. El poeta Enrique Moreno Castillo los analiza en una introducción minuciosa. Observa las similitudes y diferencias con respecto a las obras anteriores del escritor. Yves Bonnefoy es al principio un visionario que soslaya las imágenes llamativas. Fascinado por las páginas de Rimbaud y Baudelaire, y el pensamiento de Kierkegaard, su literatura elige "una profundidad de tonos apagados". Paulatinamente introduce la vida cotidiana entre sus símbolos y acentúa el despojamiento formal. Demuestra un gran dominio técnico en los poemas en prosa. Y utiliza una expresión más radical en sus tres poemarios postreros.
La larga cadena del ancla se inicia con una composición extensa: "El desorden". Varias frases nos hacen intuir que estamos ante un texto próximo a la pieza teatral. La escritura nítida menciona elementos sencillos: papel carbonizado, fragmentos de canciones, cortinas, un cántaro, una máscara roja. Sin embargo, el enigma se impone. El poeta evoca un canto que se llena de muerte. Una mujer mira "el gran rostro que se alza / ante aquellos que no son sino su dolor". Con frecuencia sobresale una de las características del arte de Bonnefoy: la ambigüedad creada a fuerza de transparencias. El poema "América", dividido en tres partes, confirma la calidad de una prosa sugerente. Sorprendido, el autor describe un cortejo de niños que sostienen globos cerca de un campo de mostaza o que suben por pendientes escarpadas. Busca la frontera entre la realidad y el deseo. Y, emocionado, recupera la infancia con una frase: "Te oigo tropezar en el fondo pedregoso de los libros que leo". Más adelante, las voces infantiles y femeninas se filtran entre los árboles; llegan unos músicos; mientras nieva, un pintor se inclina frente a su lienzo. Bonnefoy medita sobre el error de nombrar lo divino, el esbozo de una estatua, las reflexiones de un estudiante.
El adverbio del título de la sección "Casi diecinueve sonetos" está justificado. Los poemas constan de dos cuartetos y dos tercetos, pero carecen de rima y su métrica es irregular. Yves Bonnefoy recuerda a artistas (Wordsworth, Mahler, Poussin, Mallarmé, etc.) y acierta al aludir a un árbol roto.
La hora presente reúne treinta y siete composiciones. Aquí están nuestros vestigios y sombras en las fotografías. También un pianista que martillea la nada. O dos hombres que se hieren desde ventanas distantes. Amor y Psique conviven con Hamlet y un animal asustado. Adán y Eva pasan ante un espejo. Y, sobre todo, destaca el poema largo que da título a la obra. En él una sucesión de preguntas desesperadas buscan en vano la respuesta. El grito contiene hombres estremecidos, figuras mitológicas, un perro envenenado, un relámpago, un agua negra. Se evaporan los animales, caen las personas. Pero se salvan dos convicciones del poeta. Una: "La más pequeña palabra / en su profundidad tiene música". La segunda: "de esa nada quieren hacer colinas".
La edición bilingüe de La larga cadena del ancla / La hora presente ha sido cuidada por Jordi Doce. El esmero incluye la tapa dura y la sobrecubierta con ilustración del siglo XIII. Enrique Moreno Castillo traduce con calidad unos textos memorables.
@FJIrazoki
UN DIOS
Aquí yace un dios que no habrá comprendidomejor que nosotros. Que no habrá amado
como puede hacerlo un niño. Que era torpe,
que fue violento, falto de las palabras que clarifican.
Y que murió sin haber hecho uso
de sus poderes, igual a nosotros en esto.
Uno que no dejó de asombrarse de ser
como lo hacemos nosotros, en nuestros últimos días.
¿Fue un hijo? Sí, pero rebelde,
un hijo que insultó a su padre y decidió
morir, por desorden de su orgullo.
Pero que habría querido, al menos una hora, vivir,
tomando de la mano al niño que él no pudo
ser, aunque tantas veces con las mismas lágrimas.