El último barco
Domingo Villar
29 marzo, 2019 00:00Domingo Villar. Foto: Elena Palacios
Con tres novelas publicadas la trayectoria literaria de Domingo Villar (Vigo, 1971) ha llegado a su plena madurez. Adelanto que El último barco me parece una novela negra excelente, concebida, estructurada y escrita con sello genuino del autor, en la estirpe de las mejores invenciones policíacas de Vázquez Montalbán y de Andrea Camilleri.Su construcción narrativa actualiza la tradición clásica de la novela policíaca y la asimila al territorio galaico de las obras del autor, ambientadas en lugares de la costa gallega documentados con amoroso detalle, igual que las pistas, indicios, hipótesis, casualidades, conjeturas y refutaciones que se van sucediendo en la minuciosa investigación que no abandona ninguna posibilidad de resolver el caso hasta que se impone otra mejor, todas entretejidas en una intriga con suspensión creciente hasta el final.
Todo comienza con uno de tantos temporales que producen destrozos en la costa gallega, aquí centrada en la ría de Vigo, con la ciudad olívica en una orilla y la península del Morrazo enfrente. En la comisaría viguesa entra el eminente cirujano Víctor Andrade para denunciar la desaparición de su hija Mónica, que vivía en una casita de Tirán, entre Cangas y Moaña, y cruzaba la ría para trabajar como profesora de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios. El inspector Leo Caldas comienza la investigación acompañado por su ayudante Rafael Estévez y vigilado por el comisario Soto, cuya esposa fue operada por el doctor Andrade, ahora obsesionado con un muchacho vecino de la desaparecida Mónica, un joven incapaz de comunicarse pero que tiene un talento especial que le permite hacer de memoria dibujos magistrales que él firma con una espiral.
El reflexivo inspector Caldas, de singular carácter galaico, en contraste con la fortaleza y arrojo de su ayudante aragonés, cruza la ría para examinar la casa de Mónica y otros lugares de la zona, así como las aulas de la escuela en busca de datos que completa con el interrogatorio de vecinos del Morrazo y de profesores de Artes y Oficios, sobre todo ceramistas y luthiers, a quienes el autor rinde homenaje por su maestría en la creación de piezas artísticas e instrumentos musicales antiguos.
En una trama policíaca bien documentada en todos sus niveles se van desarrollando historias reales cruzadas con otras mágicas y legendarias, al tiempo que van apareciendo personajes curiosos, que pueden ser sospechosos o no, como el biólogo marino inglés Walter Cope, amigo de Mónica en Tirán, Camilo Cruz, el chico de los dibujos magistrales, su madre Rosalía, Andrés el Vaporoso, extraño pescador y zahorí que se quedó junto a la piedra de los cormoranes para estar cerca de una sirena, por citar a los más genuinos residentes en el Morrazo; y el ceramista Miguel Vázquez, el luthier Ramón Casal, algunos compañeros en la comisaría de Caldas y el mendigo Napoleón, filósofo de la vida que se gana el pan traduciendo sus latines a quien le paga con monedas, todos estos en la ciudad de Vigo; además del padre de Leo, que hace su vino cerca de la frontera con Portugal, y el inspector lusitano Vasconcelos, entregado a la investigación de varios niños asesinados en Portugal por el Caimán, así llamado porque abandona a sus víctimas en lugares pantanosos.'El último barco' es una novela excelente, concebida y escrita con sello genuino del autor, en la estirpe del mejor Vázquez Montalbán
Las investigaciones siguen todas las pistas hasta dar con la verdadera, relacionando y atando cabos a ambos lados de la ría de Vigo y de la frontera portuguesa, dejando constancia de la crisis económica en estos días, de lugares llenos de interés en playas, casas, calles, iglesias, restaurantes, bares y otros rincones del paisaje gallego en los que transcurre la vida diaria de sus habitantes, completando con ello una gran novela policíaca en hábil composición de hueso, músculo, nervio y carne, y escrita en una prosa de factura clásica, con aprovechamiento de tecnicismosdel mundo marinero y del campo de la cerámica, así como del oficio de luthier, y con diálogos de admirable fluidez, ingenio, ironía y humor. Como ocurre con los mejores vinos gran reserva, ha valido la pena esperar diez años.