Santuario del odio
Antonio Enrique
14 diciembre, 2006 01:00Antonio Enrique. Foto: Archivo
La obra literaria de Antonio Enrique (Granada, 1953) ofrece siempre una garantía de calidad, tanto en la densidad conceptual de su pensamiento como en la cuidadosa elaboración formal de sus textos, a menudo caracterizados por la exuberancia estilística. Sus narraciones adoptan el modelo de la novela histórica con el fin de investigar lo sucedido en el pasado, comprender lo que de verdad sucedió entonces. Estas cualidades perduran en su última novela, Santuario del odio, si bien con más contención en la lengua empleada, por lo cual su estilo alcanza mayor eficacia narrativa.Santuario del odio es una novela que tiene como marco la guerra civil española. Pero dista mucho de ofrecer otro relato más de aquella contienda fratricida. Antes bien, esta novela pretende indagar en la incertidumbre y el destino de quienes llegaron a no saber cuál de los dos bandos enfrentados era merecedor de apoyo, perdidos en el odio y el fanatismo de unos y otros. El protagonista es el comandante Díez Arellano, a quien la guerra sorprende inspeccionando cuarteles en la provincia de Granada, por lo cual recibe la orden de incorporarse a su regimiento en la capital. Pero este militar regresa dando un rodeo para salvar vidas humanas en varios pueblos. Hasta que su comitiva, con militares y civiles, mujeres y niños, llega a Granada, donde la incomprensión y recelo por su tardanza dejan paso a la rehabilitación del comandante. El protagonista es enviado como instructor con nueva identidad para infiltrase en el Madrid rojo y pasar información a los sublevados. Finalmente, tras haber visto la represión fascista en Granada y el terror de las checas de Madrid, el protagonista marcha en dirección a Levante, sin saber ya quiénes son los suyos.
El trazado de este recorrido descubre una clara simetría en la com-posición de la novela en cuatro partes, itinerantes la primera y la cuarta, de ambientación urbana la segunda y la tercera (Granada y Madrid). En su combinación de dos ciudades y varios pueblos de Andalucía, Madrid y Levante se fundamenta la capacidad simbólica de este viaje exterior e interior a la vez. Proliferan las tropelías cometidas en la España urbana y la rural, en las zonas ocupadas por los sublevados y por el ejército leal a la República, pues en todas partes unos y otros han sacado lo mejor y lo peor de sí mismos y no hay heroísmo posible en una guerra entre hermanos que se matan porque otros así lo mandan, con el resultado de que pierden siempre los mismos. Por ejemplo, la familia de este indeciso comandante que pudo conocer la barbarie en diferentes lugares y, cansado de huir, aun podrá ser acusado de traidor por ambos bandos y por las mismas causas. Así la novela se nos presenta como una indagación en nuestro pasado más trágico, en situaciones de grave perversión moral, y como una representación de la incertidumbre y el extravío existencial encarnado en unos seres desgarrados por el viento de la historia y la oscura maldición de la que sólo parece poder salirse por la muerte o la locura, como es el caso de la esposa del protagonista y de su amante cuñada.