Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo
Jordi Gracia
14 diciembre, 2006 01:00Jordi Gracia
El libro tiene su origen en una tesis doctoral que se leyó en 1992 y fue editada, cuatro años más tarde, en una editorial universitaria francesa, lo que supuso que circuló fundamentalmente en el mundo académico y en el de los especialistas de la vida cultural española del primer franquismo. Los puntos de vista del autor, sin embargo, son ya conocidos de un público amplio gracias al análisis de la cultura y la vida cotidiana en la España de Franco (2001), que realizó con Ruiz Carnicer y, sobre todo, a través de La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, que obtuvo el premio Anagrama.Como Gracia es un feliz inventor de títulos, todos estos volúmenes nos ponen inmediatamente en la pista de una vida cultural española que, desde una fecha muy temprana, y a pesar del fuerte control social que ejercía la dictadura franquista, ofreció síntomas de distanciamiento y crítica contra lo que se suponía que eran los valores dominantes en el nuevo Estado.
De esa manera, unos jóvenes que sólo habían visto la guerra a través de sus ojos infantiles entraron en la veintena de sus vidas cuando España se aprestaba a la difícil tarea de sobrevivir en un escenario internacional que no la veía con afecto, dadas las estrechas relaciones que había sostenido con los regímenes totalitarios de Alemania e Italia durante el conflicto. No tardaría en comprobarse que las potencias occidentales tampoco estaban por la labor de inmiscuirse en los asuntos internos de España.
Eso no impidió que se suscitaran reacciones en el interior. Sus protagonistas fueron jóvenes ligados a la nueva situación -falangistas en la mayoría de los casos- que, desde publicaciones sostenidas por el régimen, iniciaron un discurso en el que se manifestaba comprensión hacia el bando derrotado en la guerra civil y una cierta voluntad de recuperar el esfuerzo modernizador que habría significado la II República y, muy especialmente, la dimensión social de la política adoptada en aquellos años.
El obstáculo a salvar era "la hipoteca totalitaria y dogmática de una España premoderna, fascista o nacional-católica", según indica el autor, que es también un fácil administrador de adjetivos. Los cobradores de esa hipoteca serían, como es presumible pensar, los militares y el clero, que aparece caracterizado por medio de "sotanas hipócritas, misas y crucifijos, falsos mitos y miedos auténticos". Cosas diversas que tienen más capacidad de sugerencia que de explicación histórica.
Pero ambas frases pertenecen al prólogo de esta segunda edición, mientras que el contenido principal del libro, que es una versión corregida y actualizada de la edición de 1996, sigue conteniendo un apasionante filón de informaciones sobre la vida cultural y periodística de aquel periodo en el que estuvo vigente una censura de prensa muy severa. Nada de ello impidió una vida cultural muy compleja en la que nunca faltaron personas que supieron leer más allá de lo que decía la letra impresa. Como siempre.