"En la experiencia de lo imaginario he encontrado la experiencia vital más apasionante". Estas palabras que Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) pronunció, al otro lado del teléfono, en una entrevista con El Cultural resumen los principios fundamentales de su obra narrativa. El escritor y académico leonés vive lo que inventa e inventa lo que vive, aunque la ficción le resulta "más interesante que la vida misma". Con casi cuarenta libros publicados, el prolífico Díez acaba de ser reconocido con el Premio Cervantes, el galardón más prestigioso de la literatura en español, a sus 81 años.
El humor, siempre en primera línea de cada uno de sus relatos desde que hace más de medio siglo publicara Memorial de hierbas, su primer libro de cuentos, le acompaña también en cada momento de su vida. Incluso durante la comparecencia del autor en la Real Academia, que se ha producido minutos después de que Miquel Iceta, ministro de Cultura, le comunicara que había ganado el Cervantes. "Cuando este señor ministro que no sé ni quién es me ha llamado, andaba yo un poco adormilado", ha dicho, lo que ha desatado sonoras carcajadas entre los presentes.
En sus libros, en cambio, el humor se inocula a través de imágenes desorbitadas y expresionistas, una propuesta que se acerca más a la literatura del absurdo y al patetismo que al surrealismo. Incluso el propio autor prefiere decir que su literatura es "irrealista". Una imaginación desbordante y una inabarcable cantidad de historias es lo que, en todo caso, nutre su escritura, que siempre ha bebido de las leyendas populares. "Provengo de un territorio donde permanecía viva la tradición de la oralidad", ha dicho en su comparecencia. Y ha añadido que "no hay nada más universal".
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A propósito, Díez modeló hace ya casi tres décadas un paisaje indeterminado con similares características sobre el que se levantó una singular trilogía, El reino de Celama. No es el único territorio imaginario reconocible para los lectores del autor. También está Provincia, que alberga las Ciudades de Sombra entre las que se encuentran Oceda, en la que se desarrolla la divertidísima El hijo de las cosas (Galacia Gutenberg, 2018), o Armenta, donde transcurre Mis delitos como animal de compañía, su última novela, publicada en 2022.
Sobre estos escenarios ficticios gravita esa atmósfera un tanto espectral que rodea su literatura. Es difícil escoger los mejores libros del nuevo Premio Cervantes, pues la narrativa española tiene, casi cada año, una cita con una de sus obras, pero estos son, con toda seguridad, algunos de los más representativos de su trayectoria.
Apócrifo del clavel y de la espina
Magisterio, 1977
La primera obra narrativa de Díez tras la publicación en 1973 de Memorial de hierbas —un año antes publicó el poemario Señales de humo— fue Apócrifo del clavel y de la espina, compilación de dos novelas cortas que se remontan a las leyendas de la tradición oral, un ingrediente crucial en su literatura posterior que no ha abandonado. Un valle perdido del noroeste de la península ibérica nos remite a épocas medievales.
La primera crónica nos habla de un terrible secreto —introduce el misterio, otro elemento imprescindible en su obra— y la segunda cuenta el último invierno de un náufrago en su casona solariega. El heroísmo, abordado siempre desde una perspectiva fatalista a lo largo de su carrera, y lo simbólico anuncian el personalísimo universo que construiría en sus títulos posteriores.
La fuente de la edad
Alfaguara, 1986
La fuente de la edad es la novela de consagración del autor. Galardonada con el Premio Nacional de Narrativa y con el Nacional de la Crítica, Díez reflejó los contrastes de la realidad española de la década de los 50. Ambientada en una ciudad de provincias olvidada, relata una noche de disparatadas aventuras en la que los personajes encuentran una mítica fuente de agua divina de la que un día bebió un sacerdote. En esta obra también están algunas de las coordenadas más importantes de su obra: la herencia cervantina y la conexión entre lo culto y lo popular, seña indeleble de su escritura.
La ruina del cielo
Ollero & Ramos, 1999
Se trata de la segunda entrega de la mencionada trilogía El reino de Celama, que se inició con El espíritu del páramo. Un relato (1996) —el esbozo que representa la idea general: el ocaso de las civilizaciones rurales— y que concluye con Oscurecer. Un encuentro (1999). La ruina del cielo es el título más aclamado de la serie e incluye poemas y piezas teatrales en un acto.
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Con ecos del Pedro Páramo de Juan Rulfo, el relato sigue al doctor Ismael Cuende, protagonista de un episodio de El espíritu del páramo, que encuentra los papeles que dejó uno de sus antecesores, Ovidio Ponce de Lesco. En esta novela, cuyo subtítulo reza "Un obituario", aflora la voz de los habitantes del cementerio de Celama, lo que supone una sofisticada metáfora de la pérdida y del paso del tiempo, de la desaparición de las formas de vida ancestrales. La vida y la muerte son los pilares existenciales de esta novela profundamente humana y poética que le valió, como La fuente de la edad, el Premio Nacional de Narrativa y el Nacional de la Crítica.
Fábulas del sentimiento
Alfaguara, 2013
El escritor reunió las doce novelas cortas que antes habían visto la luz integradas en cuatro trilogías en Fábulas del sentimiento, que constituye el ciclo narrativo más ambicioso de toda su trayectoria. Publicadas a lo largo de una década (2003-2013), componen una comedia humana llena de personajes inolvidables.
Sin rastro de moraleja, porque en su literatura no hay redención posible, "el maestro en el arte de intuir la medida idónea para contar una historia consigue unas piezas redondas dentro de un género tan difícil como la novela corta gracias al exacto equilibrio entre concisión e intensidad y desarrollo argumental", escribió el crítico literario Santos Sanz Villanueva en las páginas de esta revista.
Celama (un recuento)
Alfaguara, 2020
Este volumen, también recopilatorio, está dividido en ocho secciones y presenta 38 relatos. 35 de ellos pertenecen a la citada trilogía del El Reino de Celama, mientras que “Flores del fantasma” (2000) y “El sol de la nieve o el día que desaparecieron los niños de Celama” (2008) forman parte de otras publicaciones del autor. “Hemina de Ovial” es un texto inédito que ocupa cuatro páginas donde el único signo de puntuación es la coma.
Sobre el conjunto confluyen todas las preocupaciones estéticas del autor. La decadencia de la vida campesina y la superstición en los relatos transmitidos de boca en boca y de generación en generación —la abuela que reúne en corro a sus nietos en el cuento “Los avisos”, por ejemplo— conviven bajo la recuerrente atmósfera neblinosa que aumenta, si cabe, la sensación de irrealidad propia de su literatura.
Mis delitos como animal de compañía
Galaxia Gutenberg, 2022
En su última novela, publicada hace ahora poco más de un año, Díez arma una compleja y misteriosa fábula en la que un personaje trastornado, sospechoso de ser un criminal en serie, se siente perseguido. "Las peripecias que colman la trama de gustosa afición a contar rebosan ingenio, imposibles y situaciones trágicas o patéticas. También aquí la suma de la carta blanca otorgada por la ficción y de la chifladura del personaje facilita la hipérbole o el disparate", escribió Sanz Villanueva en su reseña para El Cultural.
También referenció el crítico "trazas visionarias, pinceladas de ridículo, distorsiones valleinclanescas y ecos kafkianos". Y ponderó "el lenguaje, tan personal y admirable como siempre lo es en el autor leonés".
El limbo de los cines
Nórdica, 2023
El incorfomista Díez nos regala en su último libro publicado su faceta más divertida, un homenaje a los cines compuesto por doce relatos ilustrados por Emilio Urberuaga. ¿Qué puede pasar en una sala oscura si es el nuevo premio Cervantes quien mueve los hilos de los personajes y las tramas? Entre otras cosas, que los protagonistas de las películas cobren vida, que salten al patio de butacas, que un hombre perseguido por el clásico guarda de la porra se refugie en un cine de sesión continua, unos marcianos aterricen en el cine Cosmo de Bericia —“Los marcianos eran verdes, aunque la película era en blanco y negro”, leemos— o que acontezca un asesinato en el cine Claridades. Una imaginación inagotable.