'El diablo de los buitres': la América profunda a la jamaicana, bajo la sombra de la negritud esclava
El escritor Marlon James, ganador del premio Man Booker en 2015, ambienta su nueva novela en un pueblo maldito del Sur norteamericano.
20 julio, 2023 02:03Marlon James (Jamaica, 1970) se convirtió en una figura de primer orden de la galaxia literaria internacional con Breve historia de siete asesinatos, premio Man Booker en 2015, novela desmedida en extensión y ambición que recuerdo haber disfrutado con un punto de desconcierto. Por eso llamó tanto mi atención la noticia del rescate de su debut, El diablo de los buitres (2005), de la mano de Libros del Kultrum y del traductor Antonio Jiménez Morato (quien toma la decisión de incorporar bastantes notas al pie que contextualizan las canciones y oraciones desperdigadas a lo largo del texto: un acierto). ¿Cómo afrontó James la construcción de su primera ficción larga, cuánto del escritor posterior podía intuirse en ella, cuáles son sus raíces?
A primera vista, El diablo de los buitres parece una clásica novela del Sur norteamericano, con un despliegue de temas, arquetipos, recursos y atmósferas que cualquier aficionado al género (de Faulkner a McCarthy pasando por O’Connor o Harry Crews) reconocerá de inmediato: predicadores enloquecidos, histeria puritana, violencia seca, tierra en los labios y en los ojos, ritornelos bíblicos, un pueblo como microcosmos maldito, misas y violencia, todo aderezado con abundante simbolismo y pinceladas sobrenaturales que quizás apunten a influencias latinoamericanas.
Dicho de otro modo, una lectura urgente nos llevará a sospechar que un alumno aventajado se impuso para su primera novela el reto de reproducir un canon muy concreto, desde luego que con éxito: ambientada en la década de los cincuenta, esta historia sobre dos hombres de Iglesia enfrentados por el control de los feligreses de un pueblo perdido funciona como un reloj, porque James dosifica los ingredientes, derrama la sangre con timings perfectos, y no se olvida de construir un tramo final con dosis satisfactorias de revelaciones, clímax y densidad trágica.
En cuanto a la técnica, la eficacia del autor impresiona con sus distintas voces, sus montajes paralelos aquí y allá, o la introducción exuberante de las lenguas que conviven en Jamaica, un efecto que se pierde un poco, pero no del todo, al verterse en castellano.
La eficacia del autor impresiona con sus distintas voces, sus montajes paralelos aquí y allá, o la introducción exuberante de las lenguas que conviven en Jamaica
Hasta aquí, El diablo de los buitres ya se ha ganado que el reseñista la recomiende, en especial si al lector le pirran este tipo de universos sureños. Sin embargo, alguien podría temer que la novela sea demasiado obediente frente a sus modelos, demasiado metódica en la aplicación de un molde previo. Para espantar el error, toca fijarse en tres aspectos sutiles.
En realidad, lo "sutil" es su pericia al manejarlos: y es que, primero, recordemos que el pueblo de Gibbeah no se alza precisamente en el Sur de Norteamérica, sino en Jamaica, un factor que James maneja sin forzar el exotismo de las culturas y creencias que allí conviven con el cristianismo, sino integrándolas con naturalidad. Igualmente, en su representación de jerarquías sociales, violencias colectivas o linchamientos ejemplares, el autor proyecta la sombra histórica de la negritud esclavizada a través de elementos implícitos, perturbadores e incómodos.
[Crítica de 'Leopardo negro, lobo rojo', de Marlon James]
Lo mismo ocurre con el acorde homosexual que recorre el libro. A estos elementos los vertebra una mirada rigurosa sobre los horrores de la represión, el fanatismo y el Poder frente a la debilidad de los individuos, quienes en estas páginas están casi siempre demasiado lejos de lograr establecer entre ellos algún vínculo de amor o lealtad capaz de sobreponerse al Mundo. A fin de cuentas, los buitres son criaturas carroñeras, y el diablo, también.