Cinco años después de Moscas, un thriller sobre la corrupción en Mallorca, Agustín Pery (Cádiz, 1971) recupera a su personaje principal en Txalaparta (Pepitas de Calabaza), precuela ambientada en la Navarra de los años 90 del siglo pasado. Junto a Iñaki Altolaguirre, el agente de Antiterrorismo euskaldún y de mano suelta al que temen los etarras, comparecen su hijo abertzale y la sufriente esposa y madre en una obra en la que conviven el humor y la dureza en una atmósfera de opresión, violencia y amenaza.
“Leí hace muchos años -señala Pery- que los policías euskaldunes eran muy apreciados en la lucha contra la banda terrorista porque podían infiltrarse con más facilidad. Aquello lo he llevado al extremo de un sociópata que no se esconde ni se infiltra sino que disfruta de atemorizar y golpear en los interrogatorios a los asesinos y sus cómplices. De ahí el apodo de Txalaparta”. Un personaje “evidentemente ficcionado, porque sus métodos son ilegales y absolutamente discutibles”.
No obstante, “la actitud faltona, el humor negro, el cruel sarcasmo y esa seguridad exhibida y a la que todos se someten beben de algunos magníficos agentes” a los que el periodista ha conocido a lo largo de su trayectoria. “Antiterrorismo curte y moldea una forma de ser, y ejercer de policía o guardia civil en el norte en los años de plomo, mucho más”.
Como recuerda el autor, “la txalaparta es un instrumento que se toca a cuatro manos sobre unos tablones de madera en los que se golpea con lo que serían las baquetas en una batería”. Edurne, la madre y esposa, “es ese tablón donde psicológicamente la machacan un marido que la ignora cuando no la desprecia y un hijo que decide vengarse de la condición de policía de su padre y de la debilidad de su madre para enfrentarse a él convirtiéndose en un jarrai”. Una “de las mayores alegrías” que le ha dado por ahora la novela, afirma Pery, es que las mujeres que la han leído consideren que ha “logrado dotar a Edurne de una voz creíble, femenina y con la que logras empatizar: ella es la pietá de esta historia”.
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Txalaparta hace recordar a los lectores de cierta edad un paisaje con el que los españoles convivimos durante muchas décadas, repleto de siniestras referencias: kale borroka, impuesto revolucionario, santuarios en Francia…: “Esa es la atmósfera, que se convierte en un personaje también de la novela. No es una novela sobre ETA sino en los años de ETA. No hago apostolado ni pretendo convencer a nadie ni explicarles ningún cómo. Quería utilizar esos años de miedo, dolor, sufrimiento, sospechas, cobardías, miserias y coraje como elemento para construir lo que he pretendido que sea una novela negra sin redención ni triles de el asesino es el mayordomo".
La novela destaca por su ritmo y por la recreación de esa atmósfera opresiva y desapacible que se respiró durante tantos años en las zonas donde ETA tenía presencia. “Es absolutamente intencionado”, indica el escritor, “y si lo he logrado solo puedo agradecer que la gente haya sentido esa opresión, angustia y hasta asfixia al leerla. Así creo que fueron esos años y eso he pretendido desde la primera línea. Aunque es ficción pura y dura, me obsesionaba dotarla de credibilidad, que quienes la lean no digan este toca de oído, menudo sobrao”.
El autor considera que en España no debemos esquivar "lo que ha formado, desgraciadamente, parte de nuestra vida durante demasiadas décadas”
“Solo escribo los domingos por la mañana”, añade Pery, “y no me podía permitir armar una historia donde tuviera que hacer un trabajo muy exhaustivo de documentación. Llevo 30 años pasando temporadas en Navarra, estoy casado con una pamplonica y creo que ese paño y la evolución desde los años de plomo hasta la actualidad me los conozco relativamente bien”.
Director adjunto de Abc, el gaditano, “modestamente", espera "aportar algo” al entendimiento de lo que fue “el uso del terrorismo atroz por parte de ETA como escenario”. “Esta novela podría haberse ambientado en otros lugares y con otras miserias y dolores, pero me parece que en España hace falta que no esquivemos lo que ha formado, desgraciadamente, parte de nuestra vida durante demasiadas décadas”.
“Si los americanos han podido escribir sobre su guerra de Vietnam”, apunta el autor, “nosotros podemos hacerlo de esos años negros en los que unos encapuchados empuñaban la pistola y sus víctimas ponían la nuca. Patria es una obra descomunal, necesaria y primorosamente escrita. Lo mío es una novela negra en un escenario que a mí no me produce ningún pudor utilizar. Si además hay gente joven que la lee y le sirve para saber cómo fue esa época de tinieblas, dolor y muerte en nuestro país, pues feliz de contribuir a ello”.
Sobre la posibilidad de continuar con el personaje en futuras obras, Pery sentencia: “Dejemos que Txalaparta tenga la vida que los lectores quieran otorgarle. Escribo cuando me brota y ahora quiero disfrutar de las alegrías que ya me está dando Txalaparta, conocer gente, charlar con lectores, firmar libros, que la gente te cuente historias interesantes, que se produzca esa complicidad, que amigos del oficio presenten tus libros...”.
Pery estudió Ciencias de la Información y durante 23 años trabajó en el periódico El Mundo, donde ocupó diferentes puestos. En 2007 fue nombrado director de El Mundo/El Día de Baleares, desde donde, en 2013, destapó junto a su equipo varios de los escándalos de corrupción política más relevantes en la historia de Mallorca. De esas experiencias surgió Moscas, su primera novela.