Tras la operación a vida o muerte por un tumor cerebral a finales de 2019, Ray Loriga (Madrid, 1967) emprendió una novela deliciosa, Cualquier verano es un final (Alfaguara). Dos personajes, Yorick y Luiz, representan dos ángulos opuestos: la euforia de seguir vivo tras un episodio crítico y el deseo de "abrazar la muerte". El escritor, guionista y director de cine protagonizó ayer la sexta sesión de Los Martes de El Cultural, celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El director de la revista, Manuel Hidalgo, condujo una conversación sobria, aunque cuajada de anécdotas, en la que no faltaron reflexiones sobre el proceso de escritura y la propia vida.
El suicidio, en efecto, es la médula espinal de la duodécima novela del escritor, que desveló los únicos lugares en los que quitarse de en medio voluntariamente es legal: Canadá y Suiza. En una residencia de Suiza transcurren algunos de los pasajes más luminosos de esta historia honesta y humana, contada con sensibilidad, pero sin remilgos; con aspereza, pero sin regodeos, una tentación de la que no todos escapan.
Esta vez Loriga, que fue guionista de las sobrecogedoras Carne trémula (Pedro Almodóvar, 1997) o El séptimo día (Carlos Saura, 2004) y dirigió La pistola de mi hermano (1997), quería explorar la muerte voluntaria “no como solución a una agonía”, dijo, sino como una decisión que implica una libertad real cuando no está sometida a ningún condicionante.
[Ray Loriga: “Cuando los hombres escriben de sexo son bochornosos o aburridos”]
Recordó el escritor que Alain Delon, con quien hubiera compartido la estética del parche en el ojo en El gatopardo (1963) de Luchino Visconti, reveló en un comunicado su decisión de quitarse la vida cuando Loriga estaba acabando la novela. “Morir cuando se está bien”, tal y como apuntó Hidalgo, podría ser “una lección completa” según el autor de Rendición (Premio Alfaguara 2017), que tuvo a bien citar la recentísima muerte de Fernando Sánchez Dragó, a quien dedicó unas palabras cariñosas, como ejemplo de los avatares de la mortal fortuna. “No todos tenemos la suerte de morir como él”, dijo.
Por más que la perspectiva del suicidio sobrevuele la trama principal, sería injusto definir Cualquier verano es un final como un libro sombrío. En los viajes y la bebida, muy presentes ambas prácticas en el centro del relato, atisbamos también una celebración de la vida. Además, cuando el autor escribía la novela no podía hacer ni lo uno ni lo otro, por lo que la propia añoranza intensifica su relieve. Loriga apuntó, no obstante, que son los lugares que visita los que inspiran su escritura, más que el propio ejercicio de viajar. A lo largo de su obra, ha tratado de “plasmar” las “fotografías mentales” que conserva de los espacios a los que ha tenido la “fortuna” de acudir.
[Ray Loriga quita hierro a la vida en su nueva novela: dos amigos se enfrentan al suicidio]
La propia trama, una historia de amor y amistad entre dos hombres con una mujer al fondo, mantiene el equilibrio en un “alambre de sentimientos”, tal y como acertó a considerar Hidalgo. Ciertamente, el plano psicológico de esta “relación inflamada de amistad” que presenta “todos los ingredientes del amor” tiene una interpretación ambivalente. Los términos que utiliza el autor para describir los comportamientos de los personajes, el modo en que uno se dirige a otro a través de la dulzura o los celos, difuminan la verdadera naturaleza del vínculo.
Según Loriga, en la amistad debe haber siempre “un enamoramiento” que “no necesita nomenclatura”. Lo que sí lamenta es que “la masculinidad” haya limitado la fluidez de estas relaciones. A riesgo de que sus conductas no infundieran sospechas de homosexualidad, a menudo los hombres no se han expresado libremente con los hombres, vino a decir el autor, cuya novela se rebela contra esta especie de tabú. O al menos lo intenta, porque “cuando hablas de una novela, hablas de lo que has querido conseguir”, advirtió.
Preguntado por la autoficción, Loriga aseguró que “los escritores necesitan una chaqueta y, normalmente, la que tienes más a mano es la propia”, pero esta historia no se articula desde lo confesional. Concedió, eso sí, que por muy lejana que parezca, Cualquier verano es un final se nutre de múltiples reminiscencias biográficas. La editorial en la que trabaja Yorick, el narrador, es "un homenaje" al sello Debate en los tiempos de Constantino Bértolo”, primer editor de Loriga. En las ilustraciones de Alma, otra de las protagonistas, resuena el eco de su padre, cuyo oficio se repartió entre la publicidad, el diseño gráfico y el viñetismo “sin chistes”, precisó Loriga.
El autor de Héroes deslizó que otra profesión, la de su madre como actriz, podría haber estimulado su pasión por el cine. Pudo haber sido algún referente del séptimo arte (Nicholas Ray) el que inspirara su nombre artístico, pero también un boxeador (Sugar Ray Leonard), un músico (Ray Charles) o un escritor (Ray Bradbury). La realidad es que le interesaban los nombres americanos con apellidos latinos, y así quedó Ray Loriga.
Hidalgo consideró que el propio nombre, sin duda una marca de la literatura y el cine en el panorama nacional, sugiere, en cambio, “un alejamiento de la tradición literaria española” en su trayectoria como autor. Loriga aceptó la influencia determinante de la literatura anglosajona e indoeuropea, si bien defendió un arraigo de la picaresca esencialmente española en su obra. De vuelta a los ecos literarios cruzados, siempre le pareció que “El guardián entre el centeno de Salinger es como El Lazarillo de Tormes con Manhattan detrás”.