Canalla y algo desvalido, divertido y seductor, Ray Loriga (Madrid, 1967) nos cita en la librería Pasajes Internacional, donde es cómplice habitual. Tanto que aprovecha para recoger allí un libro que había encargado, The invisible man, de Ralph Ellison, “para un amigo, bueno, es para mi hijo, ja, ja... Es que es una de esas novelas a las que vuelvo siempre, por su tono, su narrativa...”, explica.
Tres años después de una operación a vida o muerte que le dejó bastantes secuelas (perdió un ojo, un oído del todo, “aunque el otro se me ha afinado”), Loriga se encuentra muy bien (“no me puedo quejar, no”) mientras comenzamos a hablar de su última novela Cualquier verano es un final (Alfaguara), que lanza estos días.
Pregunta. La novela es un relato sobre la amistad, el amor y la muerte, ¿pero cuándo y cómo nació?
Respuesta. No lo recuerdo bien, me pasa con casi todas las novelas, pero yo funciono por sedimentación de capas, de temas, de tonos, de intereses literarios, de cosas que quieres probar, y van confluyendo en una operación de descarte. Cuando te pones a escribir, gran parte del trabajo es descubrir qué novelas no vas a escribir.
P. ¿Y está satisfecho, es el libro que quería?
R. Sí, ja, ja, como siempre me pasa es peor de lo que esperaba, pero mejor de lo que temía. Es la novela que quería, un paso a dos de dos amigos, y un paso a dos también con la muerte, una especie de vals con ella, un coqueteo divertente, como dicen los italianos.
P. ¿Qué le ha prestado de sí mismo al protagonista, Yorick, aparte de la enfermedad que ambos han superado?
R. ¿Al llorica de Yorick? Ja, ja, sin querer hacer un libro sobre el cáncer le he prestado un poco de mi enfermedad, sí. También mi experiencia profesional, porque toda la novela transcurre en el mundo editorial, que conozco bien porque llevo treinta años en este oficio, y he querido hacer algún guiño, alguna broma, sin llegar a la maldad.
P. Bueno, Yorick es editor de clásicos ilustrados y se define como “necrólogo profesional”...
R. Sí, tengo amigos editores y sé bien la ventaja de editar a autores muertos, porque unes la pasión de publicar los libros que amas sin tener que aguantar a sus creadores, lo que es un alivio, ja, ja.
“La muerte viene con un gran proceso de pérdida de dignidades, de abandono de lo que has sido”
P. Sus editores no parecen pensar lo mismo de usted, porque lleva treinta años en el mismo grupo...
R. Bueno, en realidad el grupo ha ido fagocitando editoriales en las que he trabajado: estaba en Plaza, acabé en Debate, y todas las demás han acabado en el gigantesco grupo actual, Penguin Random House. Me pasa con las traducciones también, que publico en editoriales en Alemania, en Inglaterra o Estados Unidos que acaban siendo parte del mismo conglomerado. Recuerdo que Héroes terminaba con una frase que decía: “me siento como un negocio que va cambiando de dueño”.
P. Hablando de intuiciones, en Rendición retrataba una guerra en Europa que se parece bastante a la actual de Ucrania.
R. Sí, es curioso. Cuando escribí esa novela en 2016, me imaginaba una guerra centroeuropea o por ahí, y era algo que no teníamos en el horizonte, se trataba de una distopía. Y cuando la novela salió en 2022 en Alemania, todas las referencias eran que se trataba de una novela de lo que estamos viviendo, pero siempre destacando que estaba escrita mucho antes. No lo sé, me temo que más que ser adivino, los agoreros siempre acertamos.
P. Volviendo al libro, su retrato de Yorick (“cursi por dentro y podrido por fuera, bueno para nada”) rebosa ironía. ¿Qué importancia le da al humor?
R. Mucha, mucha. Quitando poquísimas excepciones, creo que leer más de tres páginas seguidas sin un atisbo de ironía o de sentido del humor se me hace insoportable. En general los autores que me gustan tienen ironía.
P. A Yorick, Madrid, su ciudad natal, le resulta cada vez más antipática. ¿Y a usted? Porque en alguna ocasión ha explicado que tiene con ella una relación difícil, pero que se siente extranjero en cualquier otro lugar, ya sea Nueva York, Londres o Berlín.
R. Bueno, supongo que le pasa a mucha gente, haya nacido donde haya nacido, pero sí que me he dado cuenta (y perdona, porque todas las generalizaciones son estúpidas incluso esta que no lo es), que los madrileños en general nos quejamos mucho de nuestra ciudad, pero no nos gusta que se metan otros con ella. Sin embargo, reconozco que ya tengo ciertas ganas de marcharme, pero es por la edad. En general las grandes ciudades te ofrecen muchas cosas que cuando tienes cierta edad no utilizas: no sales tanto, no vas prácticamente a nada, así que, la verdad, para vivir tranquilo podría vivir en otro sitio, pero bueno, es más un sueño que un proyecto.
“El nacionalismo es un monstruo con dos cabezas, pero no entiendo que la defensa de lo propio lleve a conflicto”
P. Hablando de Madrid, ¿qué le parece el problema del nacionalismo?
R. No quiero meterme en harina política muy gruesa pero me parece que es un monstruo con dos cabezas. Para empezar, podría decir que siempre que suele haber una respuesta es por algo, no es solo la enfermedad de uno, pero a mí personalmente me gustaría sentirme ciudadano del mundo. Mi padre, cuando veíamos las olimpiadas siendo yo niño, siempre me decía que por qué tenía que ir con el español si el chino corría más, ja, ja.
P. ¿También en lo literario?
R. Sí, la literatura que me gusta es universal. Por supuesto que le tienes un apego esencial a tu lengua, porque es tu herramienta, lo que incluye a la literatura española y a la hispanoamericana, pero en lo que escribes también está la literatura rusa, la francesa, la centroeuropea y toda la que tú quieras leer. ¡Ojalá pudiera leer más y saber más de la literatura árabe, de la asiática! Antes había unos sueños panhumanos, no sé. La verdad es que no entiendo bien que la defensa de lo propio lleve a conflicto.
P. ¿Qué ha pasado con el impulso social del 15M para que se haya disipado como un sueño?
R. No soy sociólogo ni politólogo, pero veo lo que hay a mi alrededor, pienso... y lo que pienso me lo guardo, algo que más gente debería hacer, sobre todo en política, ja, ja. Me da la sensación de que cuando se producen situaciones tan duras como la pandemia, la crisis económica, una guerra, cunde la sensación de “virgencita, que me quede como estoy”, así que creo que ha calado el miedo a empeorar.
P. Pero, más allá de ideologías, ¿tenemos la clase política que nos merecemos?
R. Espero que no, pero puede ser que sí, ja, ja.
P. Por ejemplo, ¿qué le parece la polémica ley del “solo sí es sí”?
R. No soy jurista, pero aquí el problema parece que no es la intención de la ley, sino su interpretación. Es un problema técnico. Y si es verdad que tiene fallas, hay que corregirlas y mejorar la ley, no me parece tan complicado.
"Mi generación ha puesto el mundo en peligro, pero los jóvenes son más fuertes que nosotros"
P. ¿Le preocupa el mundo que estamos dejando a las nuevas generaciones?
R. Me imagino que pasará como en todas las generaciones. Es verdad que a esta generación, con nuestra visión apocalíptica del fin del mundo, les estamos dando una amargura terrible, no por decir que el mundo está en peligro sino por haberlo puesto en peligro, pero me da la sensación de que son más fuertes que nosotros. Si fuéramos a una guerra contra ellos, nos ganarían, como nos derrotarán en las ideas y en lo que hay que hacer. No digo que solucionen siglos y siglos de errores, pero algo conseguirán.
P. ¿Cree que el Loriga de Lo peor de todo o de Héroes se reconocería en el narrador que hoy es?
R. Pues no lo sé. A mí me gusta el que era, yo ya me he cogido un poquito de cariño, no te digo que algo brutal, ja, ja. Lo que sí tenía claro cuando empecé es que quería vivir toda mi vida escribiendo y que no quería hacer otra cosa, y también supe en ese momento que siempre iba ser el mismo, pero que iba a evolucionar, porque nunca le vi mucho interés a escribir en una sola nota.
P. En sus libros jamás hay sexo explícito. Tampoco en esta novela, donde sólo se alude sutilmente al tercer vértice de un triángulo amoroso, Alma: ¿no vivimos en una sociedad obsesionada con él?
R. He de decir que el sexo produce en general bastante mala literatura. Hay pocos que escriban bien del tema, como Henry Miller o Anaïs Nin. Las mujeres suelen escribir mejor sobre sexo, esa es mi intuición, de una manera que se aleja mucho más del cliché y lo convierte en una experiencia narrable. En general los hombres a los que he leído escribir de sexo, o me han parecido bochornosos, o me han parecido repugnantes o lo peor de todo, aburridos.
“Buscarse un amor platónico es una bonita excusa para no tener que fracasar ni cometer errores”
P. Ahora que menciona a Alma, su relación con Yorick me recuerda una frase de Woody Allen sobre que el único amor eterno es el no correspondido, porque ese no te abandona nunca. ¿Se equivoca?
R. En la novela es un poco así, pero yo creo que en la vida no, al menos en la mía el amor es algo real, aunque es verdad que buscarse un amor platónico es una bonita excusa para no tener que fracasar: lo puedes tener siempre contigo, como un sueño recurrente, y tener la sensación hermosa del amor sin cometer ningún error, mientras que el amor de verdad conlleva errores y torpezas…
P. No quiero hacer spoiler, pero en Cualquier verano es un final uno de los personajes se plantea recurrir a la eutanasia por puro hastío. Tras la pandemia se ha normalizado hablar de la salud mental, pero el suicidio sigue siendo tabú. ¿Tanto miedo da mirar de frente a la muerte?
R. Sí, hay un personaje que piensa en la muerte de una manera amable, pero creo que lo hace porque quiere dejar la vida como la recuerda, no como va avanzando. En el mundo occidental, quitando asesinatos y accidentes, la muerte viene con un gran proceso de degeneración, de dolor, de pérdida de dignidades, de abandono de lo que has sido en el fondo. Envejecer es prolongar esa degeneración hasta el límite en condiciones muy precarias, mentales, físicas, de dignidades básicas. Esa es la parte que a mi personaje le aterra más que la muerte.
P. Creo que fue Rosa Montero quien en El peligro de estar cuerda contaba que cuando usted despertó tras ser operado del tumor cerebral, su principal preocupación era si podría volver a escribir: ¿más que la muerte o que las secuelas del cáncer?
R. Sí, eso lo hablé con Rosa, que aparte de una escritora prodigiosa es una prodigiosa amiga a quien quiero mucho… Le conté que la pregunta que me hacía a mí mismo era si iba a volver a escribir, si podría volver a construir una historia de algo, si la cabeza seguía funcionando más o menos igual de mal. En el fondo es tu trabajo, tu vida, y me angustiaba no saber si seguiría funcionando. Preferiría estar en una silla de ruedas y escribiendo que andando y no ser capaz de escribir, por decirlo crudamente.
P. ¿Quizás porque comparte con su protagonista el habitar un mundo sin cuestiones mágicas ni trágicas (“hay quien ha conseguido de Dios ayuda y consuelo, yo no he conseguido ni que se aprenda mi nombre”, escribe)?.
R. Sí, ja, ja, es verdad y mira que lo he intentado. Me acordaba de las películas de Bergman, y pensaba que yo decía su nombre pero él no se sabe el mío.
“He escrito el guion de un corto en el Metaverso, pero cuanto más me lo explican menos lo entiendo”
P. Ha sido guionista de una docena de películas, pero lo último que ha escrito es el guion de un corto en el Metaverso: ¿cómo le ha ido en ese mundo virtual aún tan extraño?
R. Estoy tan perdido como tú porque cuanto más me lo explican menos lo entiendo, pero me llamaron de esta escuela tan interesante de branded Madrid Content School, y unos chicos más jóvenes, estupendos, empezaron a explicarme esto del Metaverso porque querían una base narrativa para un experimento. Y les he escrito un guion, que está evolucionando y se va a hacer en breve, porque es complicadísimo…
>>Las plataformas también son varias, cambian todo el tiempo, evoluciona. Empiezas con un formato y acabas con otro. Pero ya han hecho un casting para elegir el reparto entre aquellos candidatos que han creado y enviado su avatar. Supongo que en el Metaverso tampoco sabemos quiénes somos ni adónde vamos, y que en el fondo es una estupidez alternativa a la estupidez real. Pero era una aventura tan disparatada que cómo iba a negarme.
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P. Desde que dirigió Teresa. El cuerpo de Cristo (2007) y el corto Vernon Walks (2016) no ha vuelto a ponerse tras la cámara...
R. Dirigir lo veo difícil porque el rodaje exige una capacidad física muy grande que no sé si ya tengo, pero escribir sí, sigo escribiendo guiones.
P. ¿Y ha colaborado en el guion de Rendición?
R. Una productora española ha comprado los derechos y lo están desarrollando, pero yo he preferido no tener que ver con el desarrollo, porque no me apetece hacer dos veces la misma cosa. Solo estoy un poco en supervisión, y me preguntan más por cortesía que por otra cosa.
P. ¿Al cine va mucho, o es más de plataformas?
R. Bueno, me gusta el cine en el cine, pero debo reconocer que cada día me cuesta más salir de casa, prefiero estar con mis libros, mis cosas, y entonces acabas recurriendo a plataformas como Filmin, que para mí es un regalo. Para nosotros, que nacimos con un solo canal en la tele, la oferta actual supera nuestras expectativas. Ja, ja, si a mí ya cuando salió lo del vídeo me pareció una locura tener en mi casa una película que me había gustado.
“La España de Pedro Almodóvar o de Albert Serra es la misma que la de Carla Simón, solo cambia la mirada”
P. ¿Y qué le parece el cine español actual, le interesan las películas de Carla Simón, Rodrigo Sorogoyen, Alauda Ruiz de Azúa, Fernando León de Aranoa o Albert Serra?
R. Pues muy interesante. No es que antes no hubiera directoras, como Isabel Coixet o Gracia Querejeta, luchando prácticamente solas en un ambiente inhóspito pero ahora, afortunadamente, la presencia de mujeres se ha normalizado. Está bien, me parece muy saludable para el cine español, para la cultura española, esta explosión.
P. ¿Con el retrato de qué España se identifica más, con el de esta nueva hornada de cineastas o con la de Almodóvar o Fernando León?
R. Me imagino que son todo ángulos del mismo objeto, España, y que lo que son diferentes son las miradas. Es lo mismo que ocurre en arte, en literatura, lo importante es la mirada.
P. Creo que está trabajando en la versión teatral de su penúltima novela, Sábado, domingo: ¿qué nos puede adelantar del proyecto?
R. Bueno, me llamó un productor al que le parecía que la novela era interesante para una obra de teatro. Como es muy dialogada y tiene muy pocas situaciones, en realidad solo son dos, me pareció un proyecto muy bonito y se estrenará.