Es un lugar común admitir, desde que Max Weber introdujera la expresión en la primera década del siglo XX, que el capitalismo entra en escena como un espíritu. Digámoslo de otro modo: no solo como ese engranaje mecánico económico que se limita a corroer toda solidez tradicional. “Espíritu” quiere decir aquí: un extraño vitalismo que debe comprenderse antes que juzgarse moralmente. La pregunta es: si los algoritmos y bots pueden soñar con identidades emocionales, ¿cómo cartografiar desde la escala de lo humano todas estas abstracciones?
No es extraño que una figura tan singular en el panorama cultural español como Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) se haya interesado en este ensayo por comprender los procesos de construcción de nuestra identidad digital tardocapitalista. La forma de la multitud, galardonado con el premio de ensayo Eugenio Trías, es fruto de un proyecto ambicioso que solo podía ser escrito por alguien familiarizado con el conocimiento científico y que ha explorado con audacia imaginativa las difusas fronteras entre la realidad y la ficción; un autor acostumbrado a diluir fronteras disciplinares y conectar las preocupaciones de la física con el lenguaje poético.
Es justo esta perspectiva metodológica, que se despliega con brillantez en este ensayo, la que también genera algunas dudas al lector: ¿puede el aparato categorial de las ciencias de los sistemas complejos, combinado con la antropología lacaniana y las ya clásicas lecturas sobre el advenimiento de la sociedad de masas y su modulación posmoderna, realizar un diagnóstico complejo de las sociedades capitalistas del siglo XXI? ¿Puede decirse hoy que la democracia se reduce a una “especialización de las sentimentalidades”?
Fernández Mallo define como “emocapitalismo” el modo en que la lógica de mercado ya no solo se limita a trabajar con bienes materiales sino con flujos de información y emociones. El poder del capital, por decirlo con la conocida fórmula de Deleuze inspirada en Foucault, ya no solo encierra, vigila y castiga, sino que “controla” a las poblaciones mediante un dispositivo bajo el cual rige un modelo mediático estructuralmente movilizado al ritmo seductor del márquetin.
La nueva multitud es una empresa con alma que ya no distingue el tiempo de trabajo del de ocio y donde lo peor que puede pasar es la pérdida de conexión de nuestros avatares. “Nada otorga tanto poder como la estricta posibilidad de provocar que las cosas ocurran por sí solas, pero no hacerlo”.
Fernández Mallo prefiere diseccionar toda esta aceleración medicada y realizar el diagnóstico desde una distancia serenamente crítica
De ahí que la realidad política de la multitud actual sea la de la “masa”, una masa posmoderna, “infinitesimal”, distinta de la analizada por Elias Canetti en el siglo pasado. No solo debemos ser cronistas de la desaparición de toda esfera pública; bajo el “emocapitalismo” de la gestión empresarial de los afectos impera la “mascotización” del mundo.
Dicho esto, es difícil no angustiarse ante las inquietantes formas de esta nueva multitud, pero Fernández Mallo prefiere diseccionar toda esta aceleración medicada y realizar el diagnóstico desde una distancia serenamente crítica. Pese a todo, el ser humano es un ser cultural y socialmente complejo y marcado por una falta constitutiva.
[Agustín Fernández Mallo gana el I Premio de Ensayo Eugenio Trías]
Es aquí donde este “capitalismo antropológico” no habría sido comprendido ni por el cristianismo, el comunismo y la economía de libre mercado. Pero la pregunta una vez más se impone: ante la descripción de esta estructura creadora de “masa”, ¿dónde radica antropológicamente la libertad y su materialidad concreta, dónde encontrar la negatividad y la resistencia en este aparente paisaje unidimensional “emocapitalista”?