Charles Simic, en una foto de archivo.

Charles Simic, en una foto de archivo.

Letras

Muere Charles Simic, uno de los poetas más influyentes de la actualidad, a los 84 años

Ganador del Premio Pulitzer de poesía, su obra combinó la crítica a las sociedades totalitarias y una defensa del humanismo con altas dosis de ironía.

10 enero, 2023 11:38

Charles Simic, una de las voces más influyentes de la poesía actual, ha muerto este lunes a los 84 años de edad como consecuencia de una demencia, según ha anunciado su amigo y editor Daniel Halpern. Galardonado con el Premio Pulitzer de Poesía en 1990 por El mundo no se acaba, fue autor de una treintena de poemarios, ensayos sobre literatura y cine, traducciones y libros de memorias en los que volcó su mirada ácida y perpleja ante los horrores del mundo. Su obra combinó una sensibilidad melancólica del viejo mundo con una ingeniosa aproximación a la vida moderna.

Los poemas sencillos, claros e irónicos de Simic, nacido en Belgrado en 1938, constituyen una crítica a las sociedades totalitarias y una defensa del humanismo. A lo largo de más de cuatro décadas de creación literaria recibió algunas de las más altas distinciones en Estados Unidos, como el citado Pulitzer, del que ya había sido finalista en 1986, o la elección como Poeta Laureado por el Congreso. "Estoy especialmente conmovido y honrado porque soy un niño inmigrante que no habló inglés hasta los 15 años", dijo entonces.

Su poesía, a pesar de la ironía, estuvo marcada por el pesimismo y su infancia en medio de la destrucción de la II Guerra Mundial, la invasión nazi de los Balcanes y los bombardeos aliados. "Cualquiera que haya vivido 82 años y haya sido testigo de tantísima violencia, injusticia y miseria como yo, probablemente no podrá ser optimista jamás", comentaba en una entrevista con El Cultural en julio de 2020. "Una vez, hablando de esto con mi difunto padre, llegamos a la conclusión de que deberíamos definirnos como joviales pesimistas, porque a pesar de todo, nos encantaba reírnos y disfrutábamos de un buen chiste".

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Su padre tuvo que huir a Italia en 1944 por motivos políticos y fue encarcelado hasta que logró asentarse en Estados Unidos. Simic, su madre y sus hermanos fueron detenidos brevemente por las autoridades comunistas cuando trataban de escapar de Yugoslavia. Lograron finalmente llegar a París en 1953 y zarparon hacia Nueva York en agosto de 1954, aunque su destino final sería Chicago. "Hitler y Stalin fueron mis agentes de viaje", bromearía en una ocasión.

Simic tuvo que trabajar en el Chicago Sun-Times y asistir a clases nocturnas en la universidad, y en 1958 regresó a Nueva York. Embalador de paquetes, vendedor, pintor de brocha gorda… estudiaba y escribía poesía por la noche. Tras ser reclutado por el Ejército estadounidense en 1961 y pasar dos años como policía militar en Alemania y Francia, a su regreso se matriculó en la Universidad de Nueva York, donde estudió lingüística. En 1967 publicó su primer libro de poemas, Lo que dice la hierba. Y lo hizo en inglés a pesar de que no era su lengua materna.

"Nunca escribí un solo poema en serbio. A menudo la gente me pregunta el porqué. La respuesta es sencilla. Quería que las chicas estadounidenses de las que estaba enamorado pudieran comprenderlos", explicó en la conversación con esta revista.

Jordi Doce, traductor de sus últimos libros en español, detalla en la introducción a El lunático (Vaso Roto), una de las obras del poeta,  que "todos los poemas de Simic son el mismo: la celebración de un mundo nocturno que sobrevive en equilibrio inestable, una fantasmagoría llena de claves pictóricas y cinematográficas sobre la que revuela el pájaro del humor negro, esa ironía zumbona que permite contar los asuntos más extravagantes como si tal cosa".

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En el último poema de este libro, "Así pues", los versos que lo abrochan "son un resumen perfecto del mundo de su autor", dice Doce en su bitácora personal. Se refiere a la primera estrofa —"Se acabó el largo día en el que tanto / y tan poco ha ocurrido. / Grandes expectativas se frustraron / para resucitar sin entusiasmo— y al sintagma final: "alegría salvaje". En esa sustancia permanece "todo eso que ocurre en sus poemas y que parece quedar en nada, o que relata como si nada con humor socarrón".

"Simic no abandona su cara de póquer habitual", añade el traductor en la misma entrada, "pero sí ha empezado a explorar otros tonos, incluso a coquetear tímidamente con la denuncia sociopolítica, como en los artículos que escribe para The New York Review of Books".

De sus memorias, Una mosca en la sopa (publicadas en España por Vaso Roto en traducción de Jaime Blasco), dijo el poeta Martín López-Vega en El Cultural que el lector "descubrirá un prosista cargado de sentido común, sentido del humor, sentido de la Historia, sentido de la palabra exacta, y así en adelante hasta llegar no a un sexto sentido, sino incluso a un séptimo o un octavo". El propio Simic definió la poesía en este libro “la serenata del gato bajo la ventana de la habitación donde se escribe la versión oficial de la realidad”.

El mundo no se acaba, reconocido con el Pulitzer, fue el libro que supuso un punto de inflexión en su carrera literaria. The World Doesn’t End (1989), su título original, se publicó en España por primera vez en 1999. La desaparecida editorial DVD albergó la traducción de Mario Lucarda, pero su descatalogación propició que Vaso Roto se hiciera cargo en 2013. Doce, que se ocupó de traducirlo, aseguraba que la primera época de Simic se caracterizó por un estilo “minimalista” y “una concepción del poema como objeto cerrado y enigmático”.

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Poco después, el poeto evolucionó hacia un tono “más urbano, más narrativo, más humorístico”. En una entrevista que mantuvieron en Londres, Simic habló de su admiración por Octavio Paz, de la importancia de César Vallejo y Pablo Neruda en su poesía, de la ocasión que vio leer a Neruda y la emoción que le produjo: “Neruda era el poeta, después de escucharlo salías a la calle con ganas de comerte el mundo”, contó en aquella conversación.

Defensor del 'menos es más', supersticioso sin remedio y con un humor irreverente que heredó de tierras balcánicas, Simic incluyó en sus poemas imágenes y metáforas desconcertantes, producto de su influencia surrealista, y personajes marginales que representan con ironía y dignidad el paso de la humanidad por la miseria y el fracaso. Sin posicionarse en escuelas ni movimientos, huyó de lo grotesco o lo incómodo, de la oscuridad y la ruina. Fue también profesor emérito de literatura estadounidense y escritura creativa en la Universidad de New Hampshire, donde enseñó desde 1973.