El editor argentino Mario Muchnik ha muerto este domingo en Madrid a los 91 años, según ha informado el diario El País. Afincado en España desde los años setenta, Muchnik fue maestro de editores, amigo personal de escritores como Julio Cortázar, Italo Calvino o Ernesto Sábato e introductor en España, a través de su editorial Muchnik Editores (posteriormente El Aleph) de autores como Primo Levi, Elias Canetti, Bruce Chatwin o Susan Sontag.
Nacido en Buenos Aires en 1931, durante el primer gobierno de Perón la familia Muchnik emigró a Nueva York, donde Mario se licenció en Física por la Universidad de Columbia, y después a Roma, donde se doctoró. En la capital italiana trabajó como profesor de física nuclear, antes de abandonar la carrera docente para dedicarse a la edición, oficio al que dedicaría el resto de su vida y que aprendió de su padre, Jacobo.
Nunca abandonó sin embargo su otra gran pasión, la fotografía. Con el objetivo de su Leica (compañera inseparable junto a la que solía retratarse) capturó el mayo francés del 68, inmortalizó sus viajes y retrató a numerosos escritores, entre ellos a su amigo Julio Cortázar en 1984, meses antes de su muerte.
Muchnik nunga regresaría a Argentina, sumida en los setenta en una dictadura que había torturado y deportado a un primo suyo. En 1978 el editor se mudó a Barcelona, donde ejerció su labor con el sello Muchnik Editores, que había fundado cinco años antes con su padre y, durante un tiempo, también fue director editorial de Seix Barral y Ariel, del grupo Planeta, y también para Anaya, a quien vendió su editorial aunque siguió dirigiéndola.
El editor fue despedido de ambos grupos pero sobrevivió gracias a amigos como Cortázar y Calvino, que le brindaron sus libros —a cambio de adelantos simbólicos— para que saliera adelante con otro pequeño sello, Del Taller de Mario Muchnik, antes de la eclosión de las editoriales independientes en España.
Uno de sus momentos más felices como editor fue la concesión en 1981 del Premio Nobel a Elias Cannetti, escritor búlgaro de origen sefardí que escribía en alemán, por el que él había apostado como su editor en España. "Recuerdo dos punzadas de adrenalina en los riñones al recibir la noticia", recordaba Muchnik en 2013 en una entrevista en El Cultural. "Seguro que aún los tengo marcados".
Su olfato para detectar grandes escritores inéditos en España se ha vuelto a confirmar con el último premio Nobel, concedido a Abdulrazak Gurnah, a quien editó hace más de 20 años, cuando su sello ya se llamaba El Aleph.
En 1999 Muchnik escribió sus memorias, Lo peor no son los autores, donde contó sin tapujos sus impresiones sobre el mundo editorial y su relación con los escritores. Entre otras obras autobiográficas con las que quería “conservar la cadena de la memoria”, como decía Elias Canetti, destacan también Oficio de editor y Ajuste de cuentos (2013), donde también evocó el Buenos Aires de su infancia y repasaba la historia argentina. Con motivo de la publicación de aquel libro, confesó en El Cultural: “Llegué sin un duro al final de mi carrera como editor, si no fuera por mis hijos ahora estaría debajo de un puente".
En 2017, el Instituto Cervantes rindió homenaje a Muchnik invitándole a depositar un legado en la Caja de las Letras. Además, donó a la institución una selección de 133 retratos de escritores y de imágenes de viajes realizadas por él. En aquel momento ya se sentía mucho más cercano a los libros que a sus congéneres: “Vivimos en una sociedad que empuja a no pensar. Pero no busco culpables. Yo mismo estoy perdiendo todo el interés en la especie a la que pertenezco. [...] Para mí corre más vida por las venas de un Dylan Thomas que nunca llegué a conocer que por las venas de la gente de hoy”.