Cuando a María Luz Morales (La Coruña, 1890 - Barcelona, 1980) le preguntaban qué le hubiese gustado ser, solía contestar que titiritera, bailarina o marinera, olvidando quizá que en las primeras páginas de Alguien a quien conocí confesaba la verdad, que nunca había "querido ser otra cosa que periodista".

Lo fue a lo largo de 60 años, desde los felices 20 al día de su muerte. Olvidada durante casi cuarenta años, fue una pionera del periodismo cultural español, en la estela de Carmen de Burgos, Josefina Carabias o Sofía de Casanova. Licenciada en Filosofía y Letras en la Universidad Nova, María Luz Morales comenzó a dirigir la revista femenina Hogar y la Moda en 1921 tras ganar un concurso, y dos años después dio el salto a La Vanguardia, primero con colaboraciones eventuales y en 1924 haciéndose cargo de la crítica cinematográfica bajo el seudónimo de Felipe Centeno.

Cuando comenzó la guerra, la Generalitat se incautó de diversos periódicos, y el diario catalán quedó bajo el control del comité obrero de CNT-UGT. El 8 de agosto su director, Agustí Calvet, el célebre Gaziel, tuvo que exiliarse, y el comité decidió nombrar directora a la única mujer de la redacción, María Luz Morales. Accedió, pero con dos condiciones: su nombramiento sería provisional y de la parte política tendría que ocuparse otro. "Yo sólo haré periodismo", exigió con firmeza. Pese a todo, tras la guerra pasaría cuarenta días encarcelada en un convento de Sarrià y fue condenada a renunciar a su condición de periodista, lo que la obligó a firmar sus trabajos desde entonces con seudónimos como Jorge Marineda o Ariel.

Novelista, dramaturga, biógrafa, traductora, adaptadora de clásicos para niños y editora, había sido en los primeros años 30 directora de la Residencia de Señoritas y vicepresidenta del Lyceum Club de Barcelona (tan vinculados ambos a la Residencia de Señoritas de Madrid). Y, ante todo, fue una espléndida memorialista, como muestran estas semblanzas reunidas en Alguien a quien conocí, con las que Renacimiento comienza la recuperación de toda su obra. Publicado por primera vez en 1973, en este volumen Morales retrataba a personalidades a las que trató en los años 30, como Marie Curie, Keyserling, Gabriela Mistral, Paul Valéry, Víctor Català, Lorca y Malraux.

El silencio de la maga del radium

A Marie Curie la conoció en el Madrid de 1931, cuando ambas coincidieron en la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu. Madame Curie vino invitada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas para dar unas conferencias pero no le gustaban los hoteles ni la gente y se refugió allí. Morales, por su parte, se alojaba en la Residencia también, de paso en Madrid por unas colaboraciones en El Sol, y acabó convirtiéndose en anfitriona de "la maga del radium" y de su hija Eva Curie por el Madrid de los Austrias, el Museo del Prado, Toledo, Aranjuez…

En su libro, Morales recuerda a la científica como una anciana frágil, "vestida de negro, con modestia, casi con pobreza, tocada la alba cabeza con uno de esos sombreretes que han llevado tanto tiempo las campesinas francesas". El problema es que nunca logró arrancarle una palabra, "encastillada siempre en su silencio", y que a Curie no le interesaba el arte aunque "la hechizaban los jardines".

La relación con Lorca comenzó de manera sorprendente también. Poco después de que Morales publicase una crítica muy positiva sobre Doña Rosita la soltera sonó el timbre de su casa "de una manera distinta, alborozada". Era el poeta granadino, que le traía un ejemplar del Romancero gitano con una sencilla dedicatoria: "Muchas gracias". Eso, "Gracias, vengo de parte de doña Rosita", será también lo primero que le diga. Está feliz, exultante. Ha pasado diez años pensando en Rosita, y alguien, ella, María Luz, ha entendido al fin la obra. Por eso le pide que sigan hablando de su Rosita "como amigos de siempre", y de Margarita Xirgu, de Nueva York y Cuba, de Córdoba y de Galicia. A partir de ese encuentro, Morales trazará en sus páginas los pasos de Lorca por toda Cataluña, su relación con Dalí y Cadaqués o con las floristas de las Ramblas…

"Vestida de negro, casi con pobreza, Marie Curie estaba encastillada siempre en su silencio", escribe Morales

También de Gabriela Mistral guardó siempre la periodista un recuerdo extraordinario, no sólo por el fuerte carácter de la Nobel sino por la estrecha relación que la chilena mantuvo con su madre, con quien compartía el apellido Godoy. Mistral era cónsul de Chile en Madrid y al pasar por Barcelona se alojó en la Residencia de Señoritas que dirigía Morales, a la que animó a preparar una antología de poesía catalana para darla a conocer en Hispanoamérica. "Sencilla, austera", Mistral "no soportaba la malignidad, la mezquindad ni la estulticia… le impacientaban la vulgaridad, la estupidez, la incomprensión. Profesaba una ardiente intolerancia contra la intolerancia". Durante años, Morales siguió devota sus pasos, la concesión del Nobel o sus más íntimas tragedias, como el suicidio de su hijo adoptivo.

Valery, Malraux, Víctor Catalá, Keyserling… los perfiles se suceden a lo largo de un libro lleno de hallazgos aunque como el de su autora, una mujer que destacaba por "su vocación de divulgadora de la cultura", subraya Mª Ángeles Cabré, responsable de la recuperación de Alguien a quien conocí. Autora de María Luz Morales. Pionera del periodismo (2017) y directora del Observatorio Cultural de Género, según Cabré su olvido actual responde a "la inercia patriarcal que lleva a la desaparición de casi todas las aportaciones femeninas".

El reloj de la igualdad

"La Historia oficial las borra –insiste–, pues eso implicaría una revisión profunda de su canon y obligaría a ahondar en las duras condiciones en que las mujeres se han desarrollado profesionalmente. Hasta los casos más brillantes han sido cancelados. Morales es uno de esos casos de inexplicable injusticia histórica. Por suerte, el interés despertado por la recuperación masiva de las voces femeninas de los años de la Segunda República nos la está devolviendo". De ahí el interés de este libro, que "certifica que en España el reloj de la igualdad se paró entonces y que hasta la Transición no volvió a andar". Otra cosa es que queden aún demasiadas escritoras y periodistas por reivindicar. "Desde luego –insiste–. ¿Quién sabe hoy quien fue Elvira Augusta Lewi o que Maria Teresa Vernet fue una de las novelistas más leídas de esos años en Cataluña?".

@nmazancot