Antonio Maura en conversación con Alfonso XIII
El carácter se adquiere y el apellido se arrastra. La identidad es ineluctable, nadie puede escapar de sus raíces. Pero las familias convergen y nacen nuevos nombres, individuos que construyen su propia personalidad, no siempre en la misma dirección de los valores que asentaron sus antepasados. Al calor del apellido Maura, los descendientes albergan la historia de una familia imprescindible en la vida pública de nuestro país desde que en 1853 naciera Antonio Maura. Cinco veces presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII, su nombre ha marcado el recorrido de toda una dinastía, testigo de los hechos más trascendentales en España desde el último tercio del siglo XIX.
Es conocido el linaje aristocrático de los Maura, pero no todos saben que su origen es burgués. Bartolomé Maura y Margarita Montaner, los padres de Antonio Maura, eran propietarios de una tenería en la calle Calatrava de Palma de Mallorca, la cuna familiar. No hay nada distinguido en el recuerdo que evoca Manuel Maura Salas (Palma, 1892) en La isla del ayer, las memorias estivales de su infancia en Mallorca, cuando se refiere al hedor insoportable que desprendían las reses muertas, listas para curtir sus pieles. La escritora Soledad Fox Maura, nieta del autor y encargada del rescate del manuscrito, recuerda cómo su abuelo nunca mostró pudor alguno en asumir sus orígenes. Así, el libro presenta numerosas alusiones a personas allegadas a la familia, procedentes de un estatus social inferior, por las que manifiesta un profundo respeto.
La isla del ayer (Renacimiento) es un canto melancólico a la infancia perdida. Manuel Maura debió escribir estas memorias en la década de los 50, casi medio siglo después de los acontecimientos que en ellas se narran, escandalizado por aquello que llamaban 'turismo' y que, según Maura Salas, se trataba de "una invasión incruenta, pero invasión al fin y al cabo". El autor, que exhibe una prosa deliciosa y cargada de lirismo muy acorde con el contexto espacial, lamenta cómo el progreso se había llevado por delante la esencia de su isla, desde el paisaje -evoca los pinares de Bellver como "un paraje entonces apenas profanado"- hasta sus tradiciones: numerosas referencias en el libro a las cocas y otros elementos gastronómicos propios de Mallorca.
Antonio Maura, la figura central
Antonio Maura fue testigo de todo lo narrado por su sobrino en La isla del ayer, un texto veraniego que evoca los momentos más felices de la infancia: la caza, la pesca, los baños junto a la casa de Porto Pi, los paseos por el campo, las visitas a la refinería... Durante las pocas escapadas que su cargo como cabeza del gobierno le permitían, el presidente formaba un gran equipo junto a su sobrino y el pintor Francisco Maura, padre de Manuel y hermano de Antonio. Les unía una hermosa relación fraternal y aficiones comunes como la pintura y la fotografía. Si hubiera escrito Antonio sus memorias coincidiría con su sobrino en el amor profesado hacia la isla de Palma. Habría de contar su llegada a Madrid sin saber prácticamente una palabra de castellano y cómo sus compañeros de colegio se burlaban de su acento mallorquín.
Antes su madre, Margarita Montaner, había educado a todos sus hermanos en el sacrificio del trabajo para que "el hijo elegido" pudiera cursar sus estudios en Madrid. El tiempo confirmaría que había acertado en su apuesta. Su primera intención fue estudiar ciencias pero pronto comprendió que la estabilidad económica que su familia demandaba pasaba por la jurisprudencia. Estudió Derecho poco antes de casarse con Constancia Gamazo, descendiente de una familia de industriales. De la mano de su cuñado Germán llegó a las filas del Partido Liberal Fusionista, dirigido entonces por Sagasta, en plena Restauración borbónica. Tras el asesinato de Cánovas del Castillo, Francisco Silvela dirigió el Partido Liberal Conservador hasta la llegada de Maura, que asumiría el cargo de Presidente del Consejo de Ministros con la confianza del rey.
Desde 1903 hasta 1922, coincidiendo con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, Antonio Maura fue presidente hasta en cinco ocasiones. Su política, conservadora, se basaba en la "reforma del sistema desde arriba" y propuso la descentralización administrativa con el objetivo de eliminar la oligarquía y el caciquismo, lo que le granjeó no pocos enemigos. La Semana Trágica de Barcelona en 1909, que le costó el puesto tras la represión contra las manifestaciones que protestaban por el sistema de reclutamiento de tropas para la Guerra de Marruecos, fue el momento más difícil de su vida política, por no hablar de los intentos de asesinato que contra él perpetraron los anarquistas. Con todo, su figura política hoy tiene más partidarios que detractores.
No es hasta el ascenso político de Antonio Maura, la figura central del árbol genealógico, cuando puede enmarcarse a la familia en la aristocracia española. Manuel Maura recuerda en sus memorias la llegada del primer automóvil a Mallorca y cómo su tío apareció un día con uno de los primeros Mercedes -"de amplias proporciones", subraya en el texto- que se vieron en España. El primer ducado que asumió la familia fue concedido por Alfonso XIII a Antonio Maura, pero éste lo rechazó y pasó a su hijo Gabriel. Desde este momento, los Maura-Gamazo es una de las estirpes predominantes en la vida pública española, con relaciones en las más altas esferas políticas y financieras.
Jaime Pérez-Maura, bisnieto de Antonio Maura -nieto del duque Gabriel-, contrajo matrimonio con Elena García Botín, prima del mítico director del Banco Santander. Fruto de este matrimonio nació el periodista Ramón Pérez-Maura, el tercero de los hijos. Desde 1989 forma parte del diario ABC y en el año 2000 pasó a ser adjunto al director. Su tío, Ramiro Pérez-Maura, es heredero del ducado e hijo del matrimonio entre Gabriela Maura y Ramiro Pérez de Herrera, que poseen una de las fortunas más importantes del país. Fue embajador español en diez países desde 1982 hasta el 2000.
Los 'descarriados'
Es procedente retroceder en el tiempo para dar cuenta de que no todos los miembros del linaje Maura adoptaron posturas conservadoras ni asumieron posiciones políticas y sociales como las mencionadas hasta el momento. Miguel Maura, el propio hijo de Don Antonio Maura -así se referían a él en su familia y en su entorno profesional-, pasó de ser monárquico a ser republicano ("Abran a la República", diría), aunque militó en el Partido Conservador, llegando a ser Ministro de Gobernación durante la II República. No obstante, los casos más radicales corresponden a los sobrinos de Miguel: Jorge Semprún (1923-2011) y Constancia de la Mora (1906-1950), hijos de sus hermanas Susana y Constancia Maura, respectivamente. Ambos son ejemplos de trasgresión y valentía para sobreponerse a la moral implantada por una familia tan tradicional.
En el libro Ida y vuelta. La vida de Jorge Semprún, publicado en la editorial Debate, Soledad Fox Maura elabora un completísimo perfil sobre la figura del nieto de Antonio Maura. Hijo de Susana Maura y José María Semprún, Jorge no asumió los preceptos familiares bajo los que fue educado, "en un entorno acogedor y lleno de facilidades", según señala la escritora en el libro. Su exilio en Francia tras el estallido de la Guerra Civil española lo llevó a unirse a la resistencia francesa, por lo que fue capturado por la Gestapo y deportado a Buchenwald, un campo de concentración nazi. Aquella experiencia fue narrada en algunos de sus libros cuando, años más tarde, triunfó como escritor y fue reconocido con numerosos premios de gran prestigio.
Antes militó en el Partido Comunista Español, tomó el nombre de Federico Sánchez para el desempeño de su cargo como agente clandestino y fue expulsado en 1963 por desavenencias con la dirección. En los años inmediatamente posteriores fue nominado al Oscar de la Academia de Cine Norteamericana como guionista en películas dirigidas por Alain Resnais y Costa-Gavras. Francia siempre fue la patria que mejor lo acogió, pero cuando Felipe González lo llamó para ser ministro de Cultura en 1988, aceptó y ocupó el cargo hasta 1991, aunque nunca llegó a ser militante del PSOE.
El nombre de Constancia de la Mora, "Connie", ha sido relegado a las páginas más intrascendentes de los libros de historia. Sin embargo, leyendo su biografía no cabe la menor duda de que fue una figura importante en la primera mitad del siglo XX español. Su nombre alcanzó el momento de mayor celebridad tras la publicación de sus memorias como directora de la Oficina de Prensa Extranjera durante la II República. In Place of Splendor, que se convirtió en libro de culto en Estados Unidos, narra los contactos de Connie con los periodistas internacionales como Hemingway que cubrían la guerra: vales para gasolina, pases para el frente, etc.
"La causa republicana dependía de que el mundo se enterara de los hechos", dijo, por lo que era necesario mantener buenas relaciones con la prensa. Al mismo tiempo que su labor profesional y política resultó trascendental -tras la guerra se encargó de ayudar a los refugiados políticos en campos de concentración franceses-, Constancia de la Mora rompió con todos los moldes que exigía la moral machista que imperaba en su época. El divorcio de la nieta de Antonio Maura fue uno de los primeros en España y su trabajo en una tienda de muebles y artesanía junto a Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón Jiménez, supuso un escándalo en la familia.
La búsqueda de la identidad
La personalidad de la hermana de Connie, Marichu de la Mora, sí se correspondía con la actitud conservadora de la familia. Perteneció a la Sección Femenina durante el franquismo, época en la que tuvo cinco hijos. Uno de ellos es el aclamado director de cine Jaime Chávarri, que siempre ha mostrado especial interés por las raíces familiares y el concepto de identidad. Muestra de ello son el documental sobre los Panero, la familia de poetas, y la película Bearn o la sala de las muñecas, una crónica costumbrista sobre la aristocracia mallorquina. Marisol Maura, hija de Manuel Maura Salas, alude a la película de Chávarri en el prólogo de La isla del ayer, las memorias de su padre.
La hija de Marisol, Soledad Fox Maura, ve en su madre a "la memoria histórica de la familia" y, como Chávarri, ha manifestado su inquietud por la identidad familiar a través de las biografías de Constancia de la Mora, publicada por Renacimiento, y la mencionada de Jorge Semprún. La edición de La isla del ayer, pasada a máquina por su tía Marisa, hermana de Marisol, es su proyecto más personal. "No quiero ser cómplice del silencio de las historias", dice quien ha crecido ante un discurso familiar que obviaba temas como el de la guerra civil o la posguerra.
"La investigación sobre la familia ha sido el eslabón que me ha llevado a otros muchos lugares, conocer mundo y situaciones fascinantes", asegura Soledad Fox Maura. Así, recuerda el momento en que conoció por primera vez en Nueva York a la actriz Carmen Maura, por quien siente una especial admiración. La actriz, bisnieta de Bartolomé Maura, hermano de Don Antonio, asegura que supo de su procedencia cuando comenzó su carrera y sus papeles excéntricos escandalizaron a la familia.
No es la única figura viva de la dinastía Maura que ha provocado más de un quebradero de cabeza a sus progenitores. Eduardo Maura, tataranieto del antiguo presidente, ostenta el acta de diputado en el Congreso como miembro de Podemos. "No hago política para estar a la altura de mi apellido", responde a quienes le recuerdan su linaje conservador. Su tío Fernando Maura ha pasado por tres formaciones políticas -Alianza Popular, PSOE y UPyD- hasta recalar en Ciudadanos. En la reciente moción de censura que acabó con el mandato de Rajoy, los diputados fueron nombrados por orden alfabético para que expresaran su conformidad o su negativa. Resulta curioso el momento en el que Fernando, de Ciudadanos, revela que "No" e inmediatamente después Eduardo, de Podemos, dice "Sí". Días más tarde Soledad Fox Maura se mostraba orgullosa de pertenecer a una familia llena de miembros "con un espíritu tan independiente".