Safran Foer, en busca de la nueva gran novela judeoamericana
El escritor publica Aquí estoy, que narra el derrumbe de una familia judía estadounidense mientras Israel se enfrenta a la destrucción
29 septiembre, 2016 02:00Jonathan Safran Foer. Foto: Elena Blanco
Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas de Aquí estoy
Por el camino la novela toca todos los grandes temas: el miedo, la culpa, la cobardía, la traición, el amor, el sexo, la muerte, la libertad, el deseo de cambio, la autodeterminación. O la angustia existencial por el paso del tiempo: "Cuanto mayor se hace uno, más difícil le resulta dar cuenta del tiempo. Los niños preguntan: «¿Falta mucho para llegar?». Y los adultos: «¿Cómo hemos llegado hasta aquí tan rápido?»".
Safran Foer analiza con minuciosidad la naturaleza y las implicaciones de los pensamientos y sentimientos de los personajes y utiliza un abanico de registros amplio. Aunque el tono general es pesimista, el libro está salpicado de humor, especialmente en algunos diálogos, ágiles y brillantes incluso cuando hablan niños pequeños. En cuanto a la forma de la novela, el autor opta por un narrador omnisciente y aséptico y utiliza abundantemente los recursos de la analepsis, la digresión y la fragmentación de la acción.
La familia protagonista está formada por Isaac Bloch, guionista de una serie de televisión que atraviesa la típica crisis de los cuarenta y tantos; su esposa, Julia, arquitecta frustrada y ama de casa diligente pero abrumada por las cargas familiares que sueña con escapar; y tres hijos talentosos que empiezan a dar muestras de no necesitarles. La novela comienza con el matrimonio inmerso ya en una crisis que se agrava con el descubrimiento de una infidelidad no consumada por parte del marido y tiene algunos tintes autobiográficos, ya que hace poco el autor se divorció de su mujer, la también escritora Nicole Krauss.
El mayor de los hijos, inteligente, frágil y rebelde, se prepara por obligación para el rito del bar mitzvá, porque, como dice su padre, "es lo que hacen los judíos". Esta obligatoriedad (no solo para el niño, sino también para los padres, empujados sutilmente por la losa de la tradición) es uno de los ejes de la novela y es el vehículo con el que Safran Foer expone el choque entre religiosidad y laicismo, entre los ritos heredados y la fundación de nuevos estilos de vida.
La llegada de unos primos de Israel, con su identidad judía mucho más definida y libre de dudas, pone de manifiesto también la separación entre los judíos estadounidenses y los judíos israelíes. El padre del protagonista, Irving, es un columnista famoso por su extremismo sionista y su completa falta de corrección política. Es de los que piensan que Israel debe hacerse respetar mediante el uso de la fuerza para poder sobrevivir, y refleja también el distanciamiento entre las distintas generaciones de judíos estadounidenses. El patriarca de la familia, el bisabuelo Isaac, que contempla la posibilidad de suicidarse con tal de no tener que mudarse a una residencia de ancianos judía, vivió de primera mano el horror y representa el último eslabón con las raíces europeas de la familia.
Cuando Dios llamó a Abraham para ordenarle que sacrificara a su hijo Isaac, este respondió: "Aquí estoy". Con esta contestación, como explica el narrador de la novela, manifestó su total disposición ante Dios. Pero cuando Isaac llama a su padre para preguntarle por qué no llevan un cordero para el sacrificio, intuyendo quizá que el sacrificio era él, Abraham vuelve a contestar: "Aquí estoy". El padre del pueblo de Israel se contradice al dar la misma respuesta dos veces porque era imposible satisfacer a su dios y a su hijo a la vez. Al escoger estas palabras como título para su novela, Safran Foer hace hincapié en los dilemas que han de afrontar sus personajes en el cumplimiento de sus roles como padres, esposos, hijos, niños, adultos, judíos y estadounidenses.
Una diáspora inversa
La parte geopolítica y distópica de la novela narra la ráfaga de acontecimientos que llevan de la catástrofe natural a la guerra de casi todos los países de mayoría musulmana contra Israel, mientras que Estados Unidos mira hacia otro lado para no socorrer a su incómodo socio. Ante esta situación, el Ministerio de Defensa de Israel elabora tres posibles estrategias. La primera es una guerra de desgaste, confiando en la superioridad de las infraestructuras y recursos sanitarios israelíes y reforzando las fronteras; la segunda opción es llevar a cabo una acción drástica que consistiría en un ataque doble: la destrucción de la presa de Asuán (inundando todo Egipto) y el bombardeo de los pozos petrolíferos de Arabia Saudí (renombrada Transarabia al unirse con Jordania). La tercera opción y también la más sorprendente es la llamada a una "diáspora inversa": convencer al menos a cien mil judíos estadounidenses para que se trasladen a Israel y colaboren con los esfuerzos bélicos. Como dice el informe de Defensa, "el presidente de Estados Unidos puede asistir impasible a la matanza de ocho millones de judíos israelíes, pero no a la de cien mil judíos estadounidenses".@FDQuijano