El mundo de la cultura despide a la 'súper agente' con un emotivo homenaje que contó con las intervenciones de algunos de sus amados autores (Mario Vargas Llosa, Carme Riera, Eduardo Mendoza, Nélida Piñón, Juan Goytisolo y los hijos de Gabriel García Márquez) y una presencia constante de la música, otra de sus pasiones, del inevitable My Way, de Sinatra, al Paraules d'amor, que interpretó el propio Joan Manuel Serrat.
Adiós a la súper agente 007, a la mujer que fue, a la vez, "sólida como una pirámide y frágil como un merengue", y que, desde su "trono", en su amada agencia, cambió para siempre la relación entre escritores y editores, una relación que había sido, hasta entonces, mediados de los 60, "feudal", y que fue, a partir de entonces, una batalla en la que el agente hizo a la vez de escudo y escudero. Adiós a Carmen Balcells, adiós a la 'Mamá Grande', que dejó huérfanos a un buen puñado de escritores tras su partida, el pasado 20 de septiembre, escritores que anoche, cuando se la despidió de forma oficial, con un emotivo memorial en el que ni siquiera faltaron las Paraules d'amor de Joan Manuel Serrat, no podían evitar emocionarse al recordar lo mucho que la quisieron, lo mucho que les quiso ella. Lo dijo Eduardo Mendoza, al comienzo, pasadas las ocho, con el inevitable My Way, de Sinatra, interpretado por el tenor Antonio Comas: "Nos hemos quedado sin Carmen y ahora comprendo, ahora comprendemos, cuanto la hemos querido y cuanto nos quería ella a nosotros".
"Recuerdo un día, con Manuel Vázquez Montalbán, en las Ramblas. Había huelga de transporte público y no había un solo taxi libre. No sé por qué, Manolo tenía que ir a la zona alta de la ciudad y yo también, pero no veíamos forma de salir de allí. Entonces le dije que debíamos hacer lo que solíamos hacer en esos casos: Llamar a la Balcells. Lo hicimos. Buscamos una cabina y la llamamos. Ella nos dijo que no nos preocupáramos, que subiéramos caminando hasta la coctelería Boada's y que esperáramos allí, que nos haría llegar un coche. Le hicimos caso, claro. Y al llegar a la coctelería, el camarero nos sirvió un par de cócteles y nos dijo que la Balcells había llamado y le había dicho que nos tomáramos aquello y que, para cuando acabáramos, el coche habría llegado. Y así fue". Es Eduardo Mendoza el que habla, y admite, emocionado, que la agente les convirtió "en niños mimados" y que "teniendo en cuenta que sólo vamos a vivir una vez, no está nada mal". Risas. El auditorio al completo, un Palau de la Música prácticamente lleno, ríe.
La noche alcanza el ecuador. Atrás han quedado las palabras de Carme Riera, la encargada de abrir fuego, a quien le resultaba "difícil" conjugar el verbo querer "en pasado". "Digo queremos porque me cuesta decir queríamos", confesaba, asegurando que echaba de menos que sonara el teléfono los sábados por la mañana, como solía hacerlo cuando la agente estaba viva, "y nos llamaba, para matarnos de risa", y le decía que para ella era "mucho más que una amiga, era una clienta". También se refirió Riera a sus milagros, "a los que me aseguró que haría después de muerta", y a la convicción de que muchos de ellos, muchos de sus autores, muchos de sus clientes, "escribíamos en realidad para ella, para que nos leyera". Riera, académica y cervantina, aseguró que en más de una ocasión había fantaseado con la posibilidad de que Cervantes hubiese visitado realmente Barcelona (algo que apunta Martí de Riquer) y que el objeto de esa visita hubiese sido el de entrevistarse con Carmen Balcells. "Como el adelantado a su tiempo que fue, se adelantó incluso a la creación de la agencia", bromeaba la escritora, que, ya en el cierre de su glosa, reclamó a la alcadesa, Ada Colau, entre el público, "una calle, una plaza o un jardín" para Carmen Balcells en la ciudad que tanto quiso y que tanto le dio.
Porque Barcelona, como recordó durante su intervención Mario Vargas Llosa, no hubiese sido la misma sin ella. Cuanto menos, no hubiese tenido el atractivo que tuvo para los escritores "durante los 60 y los 70", cuando se convirtió "en el París" hispanoamericano. "Sin Carmen Balcells, Barcelona no hubiera llegado a ser la capital cultural de España en los años 60 y 70. Tampoco hubiera ejercido de puente entre España y América Latina, que se habían dado la espalda años antes. Sin ella, Barcelona no se habría convertido en la capital de la literatura latinoamericana, porque ni García Márquez, ni José Donoso, ni yo mismo nos hubiésemos venido a vivir aquí. Hubo una época en la que era en Barcelona donde había que estar, y eso fue gracias a ella. Ella hizo todo eso sola, derramando lágrimas. Es por eso que todos los escritores de nuestro tiempo tendremos siempre una deuda impagable con Carmen Balcells", peroró el Premio Nobel, que acudió a la ceremonia acompañado de Isabel Preysler, provocando un pequeño terremoto a su llegada, terremoto que se saldó con una nube de fotográfos ensombreciendo, por un momento, el enorme retrato de Balcells, inálambrico prehistórico en mano, que daba la bienvenida al céntrico Palau de la Música.
Hubo otros homenajes: a sus autores, que desfilaron, uno a uno, no sólo por la platea, aquellos que acudieron, y fueron muchos, desde Rodrigo Fresán hasta José Carlos Somoza, pasando por Berta Marsé y Javier Cercas, sino también por la pantalla (vía retratos en blanco y negro, de todas las épocas) Y hubo más música: piezas de Franz Schubert y Ludwig Van Beethoven, y un Paraules d'amor cantado por Serrat, a dúo con el auditorio, a quien pidió expresamente que le acompañara, convirtiendo la canción en un brillante broche de oro final. Y por supuesto también hubo más palabras: las de Nélida Piñón ("Allá donde fuera Carmen Balcells, tenía como precepto ordenar el mundo") y Juan Goytisolo (su texto llegó en el último momento, prácticamente concluido el acto y, en él, el escritor se refería todo el tiempo al "horror" que le provocaba la sola idea de visitar la ciudad y no poder reunirse con ella: "No me resigno a aceptar que haya desaparecido para siempre"). También las de Miquel de Palol (que leyó un poema del primer libro suyo que la agente le 'colocó') y las de Rodrigo García Barcha, uno de los hijos de Gabriel García Márquez, que la definió como "una de esas tías putativas que marcaron mi infancia y mi juventud" y le hicieron pensar en la mujer como "un ser sorprendente, admirable e indestructible".
En un momento determinado, al escenario subió su familia al completo. Su hijo, Luis Miguel Palomares, ahora al frente del imperio, y sus tres nietas, y también, todo el equipo de la agencia Balcells, que agradeció todas las muestras de cariño de la velada, que fueron muchas. "Me imagino llamándola por teléfono y pasándole el reporte de esta noche", dijo Rodrigo García, "y la imagino a la vez conmovida y horrorizada, no sabiendo si reír o llorar, y haciendo las dos cosas a la vez". "En toda esta vida, ya larga, mía, he conocido a muchas gentes buenas y a gentes buenísimas, pero nunca he conocido a nadie más generosa, más limpia, que Carmen. No conocía la envidia ni el rencor", añadió Vargas Llosa, y, dirigiéndose directamente a ella, concluyó, la voz quebrada: "Cara Carmen, el enorme vacío que nos dejas va a ser difícil, dificilísimo, imposible de llenar. Carmen, querida, Mamá Grande, amiga entrañable, descansa en paz".