José Carlos Somoza. Foto: Mitxi

El escritor, autor de Clara y la penumbra y La caja de marfil, publica Croatoan (Stella Maris), un thriller psicológico que reflexiona sobre los límites de la libertad

En 1590 más de ciento treinta colonos de Roanoke, en la actual Carolina del Norte, Estados Unidos, desaparecieron sin dejar rastro. Cuando sus compatriotas británicos llegaron al lugar encontraron escrito en la corteza de un árbol la palabra "Croatoan". "Se marcharon, o se desvanecieron, dejándolo todo colocado como si se hubieran ausentado un minuto", dice José Carlos Somoza, que ha escrito una novela que parte, ya desde el título (Croatoan), de aquel extraño suceso, y de algunas posibles réplicas: la desaparición de la tripulación del Mary Celeste en 1872, bergantín que fue hallado a la deriva en Atlántico, o la del poblado esquimal de Angikuni, en Canadá, que en 1930 quedó, de un día para otro, completamente desierto.



Pregunta.- ¿Cómo surgió la idea de este libro?

Respuesta.- Siempre me han interesado estos extraños sucesos históricos, estas desapariciones misteriosas, pero no es que fueran el origen de mi idea. Yo quería escribir una novela sobre la conducta, sobre nuestra capacidad de elegir en libertad y ser verdaderamente individuales. Me interesa esto en el contexto de la globalización, ahora que estamos todos unidos en una misma red de comunicaciones, lo cual, creo, hace que nos parezcamos a un solo ente sin pensamientos individuales.



P.- Elige el suceso de Roanoke, sin embargo, que sigue fascinando a investigadores desde hace 400 años. ¿Por qué?

R.- A mí todos los enigmas históricos me atraen. Este en especial me parece interesante, curioso, porque se ha repetido varias veces, en ocasiones con muchas más personas involucradas, como ocurrió con el pueblo esquimal. Me atrae también el decorado que aparece tras cada una de estas desapariciones, las camas hechas, la mesa puesta, como si los desaparecidos se hubieran levantado de pronto y hubieran abandonado el lugar ordenadamente. A mí esto me hace pensar en ciertas migraciones animales, o en lo que ocurre con las langostas, que son animales no gregarios que de repente se convierten en gregarios y forman plagas, algo que ni siquiera los biólogos se explican. Sí estas cosas son tan extrañas en los animales, imagínese en los seres humanos.



P.- Con estos elementos arma un thriller, pero usted lo combina con otros géneros, como la novela de misterio, la de terror...; esto es algo que ya había hecho en otros libros.

R.- Yo creo que Croatoan podría tener varias etiquetas: novela de terror, thriller, thriller de ciencia, pero, si hubiera que ponerle una sola etiqueta, a mí me gustaría que fuera la de novela psicológica. Me gusta ahondar en los personajes, en los caracteres, en la psicología y yo creo que este libro posee rasgos de novelas mías anteriores como Zigzag o Clara y la penumbra, que iban más por ahí. Lo más estimulante de escribir este libro es que me ha permitido hablar no solo desde un punto de vista individual, en este caso de la protagonista y de los personajes que la rodean, sino también desde un punto de vista general, social, que es algo nuevo para mí.



P.- Esa parte social de la novela en que dibuja un territorio devastado, con protestas violentas, revueltas sociales derivadas de la desigualdad… ¿tiene algo que ver con lo que ve a su alrededor?

R.- Esto que dice yo lo descubrí después, al terminar de escribir. Comprendí entonces que no podía separarme de la actualidad. Me di cuenta de que quería describir esta sociedad conectada en la que podemos responder, mucho más que antes, de una manera total, unitaria. Esto, por un lado, es bueno, porque la unión hace la fuerza; pero, por otro, tiene sus peligros. Cada uno de nosotros es una individualidad y no podemos aspirar a nublar esa individualidad, pues significa enturbiar nuestra capacidad de decisión. Esto ha ocurrido en muchos movimientos revolucionarios, en los periodos de guerras, cuando los seres humanos nos convertimos en una sola masa y no nos detenemos a reflexionar.



P.- Y esto trae violencia, como la que aparece en su libro.

R.- Sí, pero el tipo de violencia ha cambiado. Nunca como ahora el control ha sido tan extraordinario, y eso afecta a muchos aspectos de nuestras vidas. Hoy alguien dice algo y se hace viral en las redes sociales y esa persona es señalada por todos. Lo vemos a diario. Es algo que jamás había ocurrido, una especie de nueva sociedad, de nueva cultura, y ese control, esa especie de Gran Hermano permanente en que vivimos, pone una pátina de aparente paz, de cultura y de civilización, pero el ser humano sigue siendo bestial, un animal de instintos.



P.- Ese control de Gran Hermano, lo colectivo, la violencia, todo esto ¿no remite a los periodos más oscuros de nuestra historia?

R.- Sí, aunque no es un control como el que soñaba Orwell, no es que una tecnocracia o un sistema totalitario ejerza un control sobre los individuos; pero sí es un control de todos sobre todos. Es como esas historias de terror ambientadas en esos pueblos en donde todo es aparentemente feliz y tranquilo, los vecinos se quieren y se ayudan, y, sin embargo, por detrás hay un control de todos sobre todos y una hipocresía enorme, y seguimos siendo salvajes. Cuando se unen estos salvajes, entonces hay una plaga y arrasamos, en África, en Oriente Medio, y si llega el momento arrasaremos en la hipercivilizada Europa o en Norteamérica.



P.- ¿Cree que esta nueva realidad, este control de todos sobre todos, fomenta también un pensamiento único?

R.- Más que el pensamiento único lo que hace este control -como el de las redes sociales- es decirte cómo pensar. No podemos tener pensamiento único porque somos seres individuales. Las famosas redes sociales, en apariencia tan libres, están muy constreñidas y muy encorsetadas por una serie de conductas de las que no te puedes apartar. Ese es el peligro, pues todo aquel que se salga de la norma es marginado.