David Lagercrantz: "Despertaba en mitad de la noche y me decía, ¿por qué estás haciendo esto?"
David Lagercrantz sorprendió a los asistentes con su presencia digital.
David Lagercrantz charla con una veintena de afortunados lectores que han pasado la noche leyendo el cuarto Millennium, el primero sin Stieg Larsson
Son las 22.30 y Lagercrantz pasea por Estocolmo mientras Xavi Ayén, el presentador, dice de él que "ha pasado mucho miedo". Que, desde que aceptó el reto de continuar Millenium allá donde lo dejó Larsson, o, mejor, aceptó escribir una nueva historia, la cuarta, protagonizada por Salander y Blomkvist, a la manera, se justifican sus editores suecos, en que se continuaron las aventuras de James Bond tras la muerte de su autor, Ian Fleming, se despierta en mitad de la noche, a la cuatro de la madrugada, aterrorizado, preguntándose por qué se ha metido en esto. "El suyo es el libro más esperado de la rentreé literaria de este año, y no sólo aquí, sino en todo el mundo", dice Xavi Ayén. También dice que Lagercrantz es un tipo depresivo que "tiende a la angustia" y que, sólo puede escribir, cuando se mete en la piel de alguien. "Dice que no tiene voz propia y que prefiere utilizar la de otro", asegura el presentador. Las cámaras le enfocan, los periodistas toman nota y los lectores esperan y, de repente, suena un teléfono y no es un teléfono cualquiera, es el teléfono cuya pantalla se proyecta tras el presentador.
Es Lagercrantz.
No parece triste. Sonríe. Sujeta el teléfono de manera que podamos verlo. Está mirando a cámara y diciendo que tiene gracia que haya escrito una novela sobre la gran cantidad de conversaciones telefónicas que se interceptan hoy en día y que su primer contacto con los lectores españoles sea través del teléfono. Repite más de una vez que para él es todo un placer ("It's a pleasure, it's a pleasure", repite) y parece eufórico. Camina por la calle y pasa junto a una cancha de baloncesto. Dice que todo esto le parece un poco "una locura", pero que está bien. Dice que será "un honor" escuchar lo que opinan sus primeros lectores y entonces, a instancias de una chica de la editorial, los lectores convocados se levantan y posan junto a la cara proyectada del autor para un 'selfie' virtual. Casi todos los lectores visten de negro. Uno de ellos lleva una camiseta del Hard Rock Café de Nueva York. Todos sonríen y algunos sujetan ya uno de los ejemplares de la novela que aún no puede abrir, porque hasta las 12 de la noche nadie puede ni siquiera hojearlos. Las medidas de seguridad son desproporcionadas. Pero algo así tampoco ocurre todos los días. ¿Desde cuándo se 'estrenan' libros simultáneamente en todo el mundo como si en vez de libros fuesen la nueva entrega de, no sé, Star Wars? Muy sencillo. Desde que esos libros venden 80 millones de ejemplares en todo el mundo.
Pero volvamos a la sala del fondo. Los lectores han vuelto a sus asientos, que son sillas de plástico blancas, porque los sillones están ahí, pero aún no están siendo ocupados, se reservan para la larga noche que les espera, ocho horas de lectura ininterrumpida. Lagercrantz sigue sonriendo en la pantalla. Una de las lectoras, una de las ganadoras del concurso, el concurso que daba derecho a estar en esa librería esta noche y a leer antes que nadie el nuevo Millennium, se levanta y hace una pregunta. No es exactamente una pregunta pero tiene algo que ver con el hecho de lo complicado que ha debido ser para él meterse en la piel de Stieg Larsson. Y Lagercrantz responde: "Ha sido el reto de mi vida. Estaba aterrorizado. Pero el miedo hacía que estuviese más concentrado en lo que estaba haciendo. Leí sus libros cientos de veces. Los leí tantas veces que llegué a sentir que formaban parte de mí. Y ponerme a escribir fue una aventura, repleta de desafíos. Uno tras otro. Pero he trabajado duro y lo he hecho con pasión y lo único que espero es que os guste". Y no hay tiempo para más. Lagercrantz se despide.
A continuación, el protagonismo es para los lectores. Se presentan. Hay entre ellos un policía local que, dice, pasó "más de un turno de noche con Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist". También hay una chica que descubrió a Larsson en un avión, hace un año, rumbo a México, y que devoró la trilogía en diez días. Una psicóloga que ha vuelto a leer los tres hace no demasiado, para estar lista para esta noche. Todos están contentos porque, como dice José Luis, uno de ellos, "esto es como empezar una nueva etapa". "Cuando leí el primero lo hice con la angustia de saber que después del tercero no habría más, pero esto es como tener otra oportunidad", añade. Todos temen la decepción. Pero, a juzgar por lo que ha escrito la temida crítica del New York Times Michiko Kakutani, no tienen nada que temer. Su crítica, la primera, a nivel mundial, que se publica, lista, por cierto, antes de que ningún otro periodista del mundo haya tenido siquiera la oportunidad de tocar un ejemplar, considera que tanto Salander como Blomqvist han "sobrevivido" al cambio de autor. Y lo que han hecho "intactos".
Poco antes de la medianoche, y tras una breve conexión con la librería madrileña, en la que andan preguntándose qué va a pasarle a la hermana de Salander en la novela porque Lagercrantz ha hablado de ella cuando ha dado respuesta a su pregunta, los lectores se acercan a la zona en la que hay servidos bocadillos y canapés. Picotean, charlan entre ellos, conceden entrevistas. Todos parecen expectantes. Y muy dispuestos a pasar la noche en vela. Cuando llega el gran momento, ocupan los sillones y, uno a uno, se les entrega un pack (ejemplar, taza, diez cápsulas de café "ultra fuerte" y punto de libro), y se espera a que todos tengan en la mano la novela para iniciar la cuenta atrás: 5, 4, 3, 2, 1...
Hasta siempre, Stieg.