Qiu Jin fue la estrella del movimiento feminista moderno que surgió en China en la década de 1890. Carismática, aficionada a vestirse con ropa masculina occidental y apasionada de las artes marciales, esta poeta atacó al sistema patriarcal tradicional que empujaba a las mujeres a matrimonios concertados e infelices como el suyo. Los artículos publicados en su revista radical, China Women's News, se convirtieron en un incordio para el Estado Qing, la última dinastía imperial.
La publicación fue cerrada y su editora detenida en una escuela donde trabajaba como profesora auxiliar. La torturaron, encontraron en su casa armas y tratados revolucionarios y la condenaron. "Mi muerte no tiene ahora ninguna importancia, todo lo que espero es que mi sacrificio ayude a preservar nuestro país", rezaba su último poema. Qiu Jin fue decapitada el 15 de julio de 1907 en el centro de Shaoxing, la mayor ciudad literaria de China.
Ese mismo año, He Ban, otra de las precursoras de ese movimiento feminista, exiliada en Tokio, publicó un ensayo titulado Sobre la cuestión de la liberación de la mujer, en el que sentenciaba: "Durante miles de años, el mundo ha estado dominado por el gobierno del hombre (...) Para enmendar estos errores, primero debemos abolir el dominio del hombre e introducir la igualdad entre los seres humanos, lo que significa que el mundo debe pertenecer por igual a hombres y mujeres". En el mismo momento en que despegaba la lucha de las sufragistas en Gran Bretaña, He Ban formó a miles de kilómetros la Asociación para la Recuperación de los Derechos de la Mujer.
Las biografías de estas dos mujeres pioneras, prácticamente desconocidas en Occidente, las presenta el historiador Michael Wood (Mánchester, 1948) en su Historia de China (Ático de los Libros). La descripción de sus trágicas peripecias —sobre He Ban hay dos teorías: falleció de una crisis nerviosa tras la muerte de su marido o renunció al mundo y se hizo monja budista, "derrotada quizá por la inmensidad de la tarea que tan audazmente había planteado en sus escritos"— ocupa más páginas que las dedicadas a glosar la invasión japonesa de 1937, presentada a través de los ojos de un caballero confuciano de ochenta años llamado Liu Dapeng y natural de un pueblo ocupado.
Wood, documentalista y presentador además de autor best seller de ensayos históricos, se presenta como un enamorado de China, de su gente, de esa sacralidad que atribuyen a las tradiciones. Salpica la entrevista con este periódico de episodios humanos, microhistorias de familias que han logrado conservar los registros escritos o los retratos de sus antepasados tanto de la destrucción extranjera como de la depredación de las autoridades comunistas durante la Revolución Cultural, el sueño de Mao Zedong de construir una nueva China desde cero. Esos testimonios son los pilares de su obra: los textos de los soldados de una guarnición que controlaba la Ruta de la Seda durante la dinastía Han, las memorias de los campesinos de las aldeas más humildes o los diarios de los viajeros budistas.
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Y las letras. "La poesía ha sido más importante en China que en ninguna otra civilización", dice Wood. El poeta Du Fu, sobre el que acaba de terminar de escribir un nuevo libro, dijo en 757, en medio de los horrores de la rebelión de An Lushan, que "el Estado ha sido destruido, pero los ríos y los lagos permanecen". Sobrevive el paisaje, el "país" en sentido primigenio de la palabra. "Nadie de ninguna cultura hasta ese momento había ofrecido un relato de su vida psicológica tan brillante y tan honesto", sentencia el autor.
También presenta más personajes femeninos sorprendentes como Zheng Yunduan, una mujer de Suzhou que escribió contra las fuerzas conservadoras de la China del siglo XIV y cuya poesía fue publicada dos siglos después por un miembro de su familia; o Fang Weiyi (1585-1668), poeta, calígrafa, artista, historiadora y crítica literaria: publicó tres antologías de poesía para mujeres, escribió un volumen destinado a lectoras y también una obra de crítica sobre la historia literaria femenina.
Siglo de humillaciones
China, defiende Wood, es "la civilización más antigua y continua", con una tradición poética anterior a Homero o un sistema filosófico profundo ya en el siglo V a.C., a la par que los griegos. ¿Pero cuáles son las principales características de la historia china? "El carácter de la gente y la continuidad del Estado. El colectivo siempre ha sido más importante que los individuos. El Estado chino que emerge bajo los comunistas replica la tiranía burocrática de las dinastías Ming y Qing aunque con un texto sagrado diferente: Confucio ya no existe, ahora es la teoría marxista-leninista", responde el profesor de Historia Pública en la Universidad de Mánchester.
"Pero lo que ha preocupado a algunos historiadores chinos en las últimas cuatro décadas —continúa el divulgador— es la tenaz continuación de la idea del gobernante supremo. Esa idea del derecho del monarca se ha desarrollador durante tres mil años y se consagró tras la unificación en el siglo III a.C. Lo que están diciendo es que China no se escapó de eso en 1912 cuando terminó el imperio. Justo después de la república, Mao volvió a convertirse en líder supremo y la retórica del culto a su figura era exactamente igual que en época imperial. Y ahora lo estamos viendo de nuevo con el presidente Xi Jinping: hay un resurgir del culto a Mao".
Wood opina que el sufrimiento padecido por la población china en el último siglo y medio enmudece al de cualquier otra nación del mundo: las guerras del opio, la rebelión de Taiping, la gran revolución China, la invasión japonesa, la guerra civil, la Gran Hambruna, la Revolución Cultural... suman millones y millones de muertos. "Es una serie de eventos catastróficos que sería difícil de encontrar en otro país", asegura. "A pesar de lo que sufrió la gente, hay una cierta nostalgia actual por la época de Mao y un cierto sentimiento de que volvió a unificar China", añade.
Precisamente el pasado se está convirtiendo en una de las fuerzas motoras de la China de Xi: "Son la preeminencia absoluta del Partido Comunista, la mejora de los niveles de vida de la gente y la historia que dice que la revolución comunista acabó con un siglo de humillaciones, esa idea de que 'estamos redescubriendo nuestra historia'", manifiesta el investigador. Por eso su libro, pese a ser un canto de fascinación hacia el gigante asiático, no se encontrará en las librerías de Pekín: "Creo que con los primeros capítulos, que incluyen algunos descubrimientos arqueológicos recientes realmente fantásticos sobre los primeros chinos, estarían de acuerdo. Pero cuando llegásemos al último período, toda la visión del siglo XX y la era comunista, me dirían que de ninguna manera se puede publicar".
Michael Wood repite que él no es un experto en la China actual, pero no esquiva la oportunidad de dar su opinión sobre el papel que está jugando Pekín en la nueva guerra fría presente. "Los chinos no han tenido ambiciones de conquista y colonización más allá de sus propias fronteras. No me sorprende esa actitud hacia Ucrania porque no tienen ningún altruismo en su política exterior, son estrictamente realistas solo en la búsqueda de sus intereses", analiza.
Y cierra: "Es muy decepcionante que la propuesta de paz sea un plan vacío. No haces un plan de paz hablando solo con un lado. Se ven como los grandes rivales de Estados Unidos y por eso quieren que EEUU comprometa sus recursos en Ucrania. Los chinos no tienen especial afecto a Rusia. Xi vio una oportunidad perfecta para ir a Moscú y Putin está suplicándole favores. Él quiere parecer imparcial. Probablemente a los chinos se les dijo en febrero del año pasado que la operación militar especial iba a durar unos pocos días. Y se quedaron desconcertados al ver que no fue así, incluso que Rusia puede perder. También creo que les sorprendió la solidaridad de la OTAN y EEUU. Espero que China recule porque no puede ser bueno estar apoyando a un asesino en masa y agresor".